•Capítulo 49: "El error" parte I•

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El sonido irritante del despertador resonó por la habitación, seguido de una serie de golpes en la puerta. Habían sido siete días de idas y venidas, de recorrer lugares cercanos a Londres de la mano de sus compañeros, y de conocer diferentes discotecas.
— ¿Qué hora es?— farfulló Soledad, aplastando sus oídos debajo de la almohada.
Elizabeth estiró su mano, haciéndola aparecer de entre la pila de sábanas que la envolvían. Pestañeó con pesadez, intentando que sus ojos pegajosos respondieran y fueran capaces de enfocar el pequeño redondel que era su reloj.
— Siete de la mañana— su voz sonaba pastosa, y su garganta estaba como llena de algodón mojado. ¿Quién podría culparla? Había disfrutado de la noche, y había bebido todo lo que le habían dado.
La rubia insultó en español tras limpiarse la comisura de su boca que parecía llena de saliva, se puso de pie, y tambaleándose como un bambi recién nacido, caminó hacia la puerta.
— ¡Buenos días!— exclamó Ashton, acompañado de otros tres sonrientes rostros que aparecieron en su nublada visión, haciéndola soltar un suspiro malhumorado.
— ¡Casi es madrugada, niño!— chilló Lizz desde su cama, desapareciendo entre las mantas.
Ellos rieron, y sin más ocuparon el espacio vacío que la cama de Soledad les brindaba tan amablemente.
— Vamos Grinch, tenemos un día completo por delante y tú no puedes seguir durmiendo como oso en invierno.
La castaña resopló ante el apodo, aquel tipo había sido excesivamente ofensivo para con ella en el tiempo que llevaba allí y ella había intentado con todas sus fuerzas no saltarle a la yugular y arrancársela.
— El Grinch odiaba la navidad, no las mañanas— contradijo, solo para molestarlo.
Michael bufó, y con sigilo caminó hasta dar con el bulto que el cuerpo de Lizz creaba.
— Oh sí, que graciosa— concluyó sonriéndole falsamente. No había duda que sería un día largo.
— ¿Bien? ¿Qué es lo que haremos hoy?— indagó la rubia, mirándolos desde su ubicación junto a la puerta.
— Bueno... — comenzó diciendo Luke, su voz era tan baja que apenas sí se oía, algo que sin dudas, puso los pelos de punta de Elizabeth.
— Dime algo, Hemmings— articuló, ahora despabilada casi en su totalidad— ¿Siempre eres así de... Uhm... callado? Es decir, no pareces serlo en las entrevistas y videos, mucho menos en las fotografías...
Los ojos del muchacho se abrieron, tomando la forma de un plato, y sus mejillas se convirtieron en manzanas rojas tras escuchar las risas disimuladas de sus amigos y de la rubia.
— Yo... eh...— la lengua se le trababa, haciéndolo ver como un verdadero idiota.
La pequeña castaña sonrió con un poco de burla, sabía que él era relativamente el centrado del grupo, pero no entendía porque estaba exagerando su timidez al punto de casi no dirigirles la palabra.
— Siento si la pregunta te parece algo incómoda, pero deberías saber que aquí no vamos a morderte, bueno o por lo menos intentaremos no hacerlo— le guiñó un ojo, a veces podía ser una loca extrovertida— no tienes por qué ser tan silencioso.
Luke le sonrió, esa chica era extraña a un nivel encantador y avasallante, pero definitivamente era demasiado para él.
— Lo intentaré— murmuró— y respondiendo a la primera pregunta, hoy tendremos todo el día, y noche para ir a una playa de los alrededores— finalizó la oración, con una pequeña sonrisita.
— Estamos en febrero, no creo que el tiempo esté adecuado para una playa— terció Sol, y oyó a Calum bufar con pesadumbre.
— Señorita "no-creo-que-el-tiempo-sea-adecuado", iremos a la playa porque está increíble afuera, y son las ocho de la mañana y tenemos que disfrutar del día y porque si me quedo encerrado en una casa voy a llorar tan fuerte que pedirán piedad, ¿de acuerdo?— el muchacho de cabello negro pestañeó con una mueca de ternura, logrando que ellas revolearan los ojos.
— En ese caso... ¿Se quedarán para vernos cambiarnos o serán educados y se irán para que hagamos lo nuestro?— todos asintieron, y salieron por la puerta sin discrepar.
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La playa de West Wittering era extensa y magnífica a la vista, el mar se veía azul bajo el increíble sol del día que, para suerte de todos, era relativamente templado. La arena tenía un llamativo color dorado, y había diferentes dunas formadas, que creaban bultos extraños.
— Inglaterra, te amo— susurró Soledad embelesada por el sonido de los pájaros en el aire, apretando más contra sí el enorme sweater que había pedido prestado de la habitación de su novio. Aquel país nunca se cansaba de sorprenderla, cuando creía haber visto todo, algo nuevo aparecía para dejarla estupidizada y enamorada.
— Increíble, ¿verdad?— saltó un poco al oír la voz grave de su acompañante, giró su cara para poder verlo, y sonrió apenas. Observó el rostro del australiano con poca disimulación, notando lo lindo que era personalmente. Paseó sus ojos cafés desde su tupido cabello rubio natural, bajando por sus orbes celestes como el cielo en verano, su nariz algo respingada y sus labios adornados con ese piercing que siempre le había llamado poderosamente la atención.
— No es por ofenderte pero no me siento demasiado cómodo contigo observándome tan atentamente...
La pequeña mujer sintió su rostro arder escandalosamente, era tan humillante que él la hubiera descubierto examinándolo como toda una loca acosadora. Quitó rápidamente su mirada de él, centrándose en el resto de sus compañeros, los cuales peleaban entre ellos, algo parecido a una lucha libre en la que, por obviedad, Elizabeth perdía.
— L-lo... s-sien-to— tartamudeó, incrementando al mil porciento su bochorno interior y dándose, mentalmente, un golpe en la frente.
Luke sonrió entre dientes, la sensación de hacerla sonrojar lo ponía un poco ansioso, pero no iba a quejarse. Ella era bonita, y le agradaba, sobre todo porque no se daba siquiera cuenta de ello.
— Bueno, no eres la primera... Todas me observan como encantadas, no puedo culparlas— su egocentrismo fingido le ayudaba a esconder un poco la timidez, le daba algo con qué respaldarse.
Soledad rodó sus ojos, empujando las costillas del alto muchacho con su huesudo codo, en forma de broma.
—Yo tampoco puedo culparlas— acotó la rubia, sentándose en la arena, siendo seguida por Hemmings, quién abrió grande sus ojos. La mujer notó por su gesto que había pensado en voz alta— es decir... uhm...
— Bueno, estamos de acuerdo entonces con que tampoco vamos a meter a Niall, ya que el irlandés hizo una buena decisión.
— ¿De qué hablas?
Luke volteó su rostro, y observó con detalle el de Sol. El color de su iris café, su naricita pequeña, sus labios de color rosa claro. Todo en ella parecía tan armónico y etéreo que era difícil no sentirse con la necesidad de mirarla todo el tiempo.
— Olvídalo— pidió avergonzándose de la atracción que lo estaba embargando.
— Oh no, ni creas que voy a dejar que te salgas con la tuya con eso de "olvídalo" — en aquel momento el rubio no supo que responder, solo comenzó a acercarse a ella, siendo absorbido por una fuerza indetenible e incomprensible que le nublaba el juicio.
 

— ¡No es justo!— renegó Lizzy, forcejeando contra la masa de cuerpos que la tenían rodeada, quitándole la posibilidad de salir de allí. Ella había empezado el juego quitándole el extraño y bastante feo gorro a Calum, que corrió detrás de ella cuando la castaña huyó soltando grititos de terror, por supuesto, tanto Ashton como Michael no iban a quedarse quietos y comenzaron una loca carrera detrás de la pequeña y vibrante castaña.
— Oh, claro que lo es... Tú sabías que no ibas a ganar y aún así lo hiciste— bromeó el moreno, picándole una costilla, logrando que ella saltara y riera.
— Ustedes pesan una tonelada cada uno, y son exageradamente más altos que yo... ¿Acaso no pueden tener caballerosidad y dejarme ganar?— bufó, poniendo ojos de cachorro castigado y puchero de niña pequeña.
— Nop— dijo Michael con un poco de brusquedad haciendo resaltar la "p" con un sonido que los llevó a reírse, comenzando una serie de carcajadas incesantes, al punto de quedar tendidos en la arena retorciéndose sobre sí mismos, sin encontrar el modo de acabar con eso.
Se sentía bien, se sentía plena y relajada. Europa la había cambiado, la había hecho más feliz, más curiosa, más ella misma. Dejó de reírse y se sentó con las rodillas encogidas y los brazos rodeándolas, puso el beanie sobre sus alocados rizos castaños, acomodándolo de un modo que no pareciese como si le faltara cabello mientras observaba con sorna como sus nuevos amigos y compañeros de casa seguían soltando perturbadores jadeos en busca de aire, gritando que sus estómagos dolían.
— No puedes quedártelo— aclaró Calum cuando volvieron a sus cabales e imitaron la posición de la mujer, quedando en una clase de ronda sobre la arena brillante.
Lizz subió una ceja, mirando al chico en busca de explicaciones.
— ¿Por qué no?
— Porque es mío y a ti te queda feo— su broma inofensiva fue acompañada de un guiño.
— Me desagradas, Hood— afirmó, tirándole una minúscula piedrita en el brazo, que para su sinceridad, era encantadoramente musculoso. Fijó entonces su mirada en el infinito mar, siempre le había gustado la playa, allí era como si el resto del mundo, y sus problemas no tuvieran lugar. El viento, las olas, el sonido de ellas rompiendo contra la orilla,  todo era pacífico.
— Tierra a Lizzy— la mano de Ashton pasó repetidamente delante de su rostro, trayéndola de regreso a la conversación
— ¿Qué decían?
Michael rodó los ojos. Aún se sentía un poco resentido, él era algo orgulloso cuando se trataba del perdón.
— Queremos recorrer el lugar— dijo con impaciencia.
Elizabeth respiró hondo, recordando que esos australianos hacían feliz a sus amigos y a su hermana y contó en reversa controlando el sarcasmo que quería brotar de sus labios.
— Es una buena idea— les sonrió a todos y se incorporó en sus talones, caminando de vuelta a donde sus cosas se hallaban.
Fue lento, clavándole los ojos a la arena, impregnándose del calor que emanaba del aire, aunque fuera poco la reconfortaba. Pisada tras pisada se acercó más a los dos rubios, que estaban... ¡mierda!
— Esto es jodidamente hilarante— aplaudió dando a conocer su presencia, contemplando con bastante enojo como ambos se separaban con sus respiraciones agitadas y sus rostros pálidos como si hubieran sido atacados por un fantasma.
Sol, pidió solo con sus ojos que ella no dijera nada, pero su amiga estaba demasiado decepcionada para prestarle atención al dialogo no lingüístico.
— Lizz, no es lo que crees— se excusó Luke, mordiendo el piercing de su labio, con la expresión más acongojada que pudo haber encontrado. La culpa estaba empezando a morderle los talones a los dos y no se sentía en absoluto bien.
Ella pestañeó, anonadada por la intensidad de la estupidez del argumento.
— ¿No es lo que creo?— dijo con sarcasmo— bueno, Hemms. Dime... ¿acaso no eran tú y la novia de tú amigo quienes estaban compartiendo saliva como si el mundo se acabara dentro de segundos? ¡POR QUE NO ESTOY CIEGA, Y NO PUEDES DECIRME "NO ES LO QUE TÚ CREES" COMO SÍ YO FUERA UNA PEQUEÑA IDIOTA QUE NO ENTIENDE NADA!
Sus gritos llamaron la atención del resto, que sin perder tiempo corrieron hasta el lugar del alboroto.
— ¿Qué demonios te sucede?— preguntó el del cabello blanco mirándola con desdén.
Lizzy negó con la cabeza, ignorándolo olímpicamente.
— No puedo creer que le hayas hecho esto a Niall, no puedo comprender como eres capaz de tirarte sobre el primer imbécil que se te acerque cuando te recuerdo que TÚ jodido novio está pensando en ti, pidiéndome que cuide de "su chica" cuando ella está...
Las mejillas de Sol se encontraban ahora con lágrimas, no había modo de revertir el error, no existía manera de que las cosas volvieran atrás.
— ¡Hey, detente un segundo! — gritó sin un gramo de paciencia Luke.
— ¿Acaso ese eres tú diciéndome que me calme? Vamos, no puedes ser tan estúpido Luke.
Michael se plantó delante suyo, dándole un ceño fruncido que pretendía ser amenazador.
— No vas a hablarle a mí amigo de ese modo.
— ¿Sabes qué? Me voy, porque no entiendo como pueden ser tan hipócritas, y sobre todo desagradecidos con alguien que confía en ustedes, que exuda ternura y bondad por todos sus poros.
Y sin decir ninguna palabra más salió de allí, dejándolos a todos con la boca abierta.

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