James Halley, el bonito conductor, como ambas le llamaban cuando se referían a él, los esperaba con una sonrisa puesta en su cara. Llevaban tres meses de buena relación con el veinteañero, era amable y jamás se quejaba de ellas, incluso si ambas eran un tornado de ruido.
— Buenas noches— dijo palmeando con suma suavidad el hombro de ambas chicas.
— Hola— respondieron ellas a coro.
Niall carraspeó.
— ¿Vamos?— preguntó un poco más duro de lo que quería hacer notar, y nadie discutió.
— ¿Qué demonios te sucede?— le preguntó Soledad en voz baja, una vez que estuvieron fuera del auto.
— Nada— respondió el rubio y la pegó contra sí.
— Oh, no. A mí no me digas que no te sucede “nada” cuando actúas de esa manera tan fría.
— ¿Desde cuándo te llevas tan bien con el chico?— inquirió sin mirarla pero con la voz apenas audible para ella.
Soledad sonrió, a pesar de que los celos eran una señal de inseguridad, le pareció dulce que a un día de estar juntos él tuviera necesidad de cuidarla.
— Desde el primer día que subimos al auto, que fue hace tres larguísimos meses. ¿Son celos eso que estoy oliendo? Vamos, no puedes estar celoso de alguien con quien comparto tiempo casi a diario.
— Lo siento— dijo el rubio notando que estaba siendo un novio idiota.
— No sé si una palabra me convence de tu arrepentimiento— bromeó ella.
Niall la besó con suavidad.
— Si querías un beso, solo tenías que pedirlo, no necesitabas todo el cuento de la convicción— sonrió entre dientes ganándose un golpecito en el hombro a modo de reprimenda.En la puerta del lugar había una bonita muchacha, que estaba, seguramente, sobre sus veinte años. Su cabello rubio estaba ordenado en un alto peinado destacando sus increíbles ojos celestes, que tenían unas pequeñas mezclas de grises. Su sonrisa era cálida, y no tardó en saludar simpáticamente a ambas chicas, que estaban un poco sorprendidas por la extroversión.
— Mi nombre es Perrie— se presentó, mientras extendía la mano.
— Soledad— respondió la rubia, estrechándola y le sonrió, totalmente cautivada por haberla conocido.
— Yo soy Elizabeth— acotó la otra dándole una sonrisa de labios cerrados.El lugar era realmente bonito a la vista. Con pisos de mosaicos blancos y alfombras en el lugar de las mesas, tenía un estilo elegante y casual que definitivamente enamoró a las pequeñas chicas. La mesa de reserva estaba casi al final del lugar, en un pequeño espacio, lo habían querido así para no tener inconvenientes con las personas que cenaban allí, pero las cosas salieron al revés.
Cuando estuvieron sentados a la mesa, se vieron rodeados por varias personas que pedían, un poco atolondradamente, alguna foto o autógrafo para tal o cual persona.
— Estoy sintiéndome un poco mareada— le susurró Elizabeth a Soledad, dándole a entender que necesitaba una salida rápida.
Ambas salieron de sus asientos, pero antes de poder caminar fuera de allí, la rubia sintió una mano que la sujetaba con delicadeza de su brazo y tiraba de él.
— ¿Huyendo?— cuestionó Niall.
— Escabulléndome de manera sutil, diría yo.
El rubio la escudriñó con la mirada, intentando saber hacia dónde iba.
— Iré al baño, Lizzy está sintiéndose un poco agobiada con tantas personas alrededor.
— Ten cuidado— pidió y la besó rápidamente.
Elizabeth, por otro lado, solo se incorporó en sus pies, y salió de allí lo más rápidamente que fue capaz.
Creyó que Soledad estaba detrás, pero se encontró con ciento ochenta y ocho centímetros de cuerpo masculino. Inclinó su cabeza para poder ver su rostro, aunque ella ya sabía de quien trataba; era casi imposible confundirse esos zapatos y ese perfume.
— ¿Quieres decirme por qué estás aquí?— preguntó molesta.
Harry subió una prolija ceja castaña, pero su cara no mostró emoción alguna.
Elizabeth respiró hondo, y realizó una cuenta regresiva hacia atrás.
— Liam se preocupó porque, como de costumbre, tú te fuiste sin decirle donde— contestó de manera seca.
Recuerda lo que la doctora Rodríguez solía decirte, toma una respiración profunda, y cuenta los números hacia atrás.
— Dile que fui al baño, y que volveré cuando las personas despejen la mesa.
— Pixie, ¿Estás bien?— indagó Harry y Lizzy creyó ver un atisbo de preocupación en los ojos verdes.
— Solo un poco abrumada por la multitud.
— ¿Quieres que me quede aquí contigo o…?
En el preciso momento en que creyó que un relámpago caería del cielo por la buena voluntad del chico hacía ella, Soledad apareció sonriéndoles.
— ¿Te sientes mejor?
— Sí, gracias. La rubia notó como el inglés movía sus largas piernas de un lado a otro, claramente nervioso, y excusándose entró al baño, dejándolos solos nuevamente.
— ¿Me dirás el verdadero motivo por el cual me seguiste hasta aquí?
— Ya te dije que…
— Liam me envió un mensaje de texto preguntándome donde iba, ¿para qué te mandaría a ti cuando yo ya le había respondido?
¿Cómo pretendes zafarte de esto, eh?
Harry soltó un suspiro de frustración, y lo único que se le ocurrió para no responderle fue besarla.
Fueron dulces segundos.
— Me preocupé cuando te vi salir tan apresurada, quería asegurarme de que estuvieras bien— bajó su cabeza, no soportaría la sonrisita burlona que posiblemente ella le daría.
— Gracias— murmuró Lizzy, inclinándose para besar su mejilla y desapareciendo dentro del baño, dejándolo con las palabras a medio camino.
Al verla Soledad estalló en risas, los ojos de la castaña estaban tan desorbitados que parecía como un pequeño bambi.
— Deberías verte ahora mismo, pareciera como si el chico te hubiera propuesto matrimonio… espera, ¿Qué fue lo que sucedió ahí afuera?
— Dijo que estaba preocupado por mí— murmuró más para sí misma. Era tan extraño oír que no hubieran discutido.
— Eso es algo bueno, ¿verdad?
— Volvió a besarme— continuó hablando para ella.
La sorpresa atacó la expresión burlona de la rubia.
— ¿Volvió a besarte?— recibió un asentimiento— ¿de verdad eres así de mensa?
La atención de la chica se volcó completamente en su amiga.
— ¿De qué estás hablando?
— Es tan obvio… Le gustas a Harry.
Ahora fue el momento de Liz para estallar en una carcajada, que le sacó lágrimas.
— ¿Qué tiene de chistoso? — Oh, por Dios, ¿de dónde sacas tú ese tipo de locuras?
— No es una locura, nena. Créeme cuando te digo que Harry Styles está intentando llamar tú atención.
Al salir del baño, ambas chicas se vieron acorraladas por varias muchachas de edades diferentes.
— ¿Hola?
— ¿Eres la nueva conquista de Harry?— demandó una adolescente pelirroja, apuñalándola con la mirada.
— No, por supuesto que no.
Tanto Soledad como Elizabeth miraban a las fanáticas con una expresión que iba desde un poco de miedo a irritación.
— Si no es así, entonces, ¿Por qué te besó?
— Oh, bien. Detente un minuto. No sé quién eres, o qué demonios te sucede, pero no voy a darte explicaciones acerca de nada. Por favor, muévete.
Nadie movió un solo músculo, y los nervios comenzaban a tomar el control de la situación.
— ¿Y tú?— veinte pares de ojos se posaron duramente en el rostro de la rubia— ¿tú eres…?
Soledad la observó con desdén.
— Yo soy quien soy, ahora por favor, creo que escuchaste a mi amiga, necesitamos que todas se movilicen y nos dejen salir.
Ese fue el punto de ruptura. Las jóvenes se abalanzaron un poco toscas contra ambas argentinas, insultándolas de tal forma que un marinero hubiera estado orgulloso.
Cuando volvieron a sentarse a la mesa, ninguna de las dos abrió la boca.
— ¿Sucedió algo?— interrogó Liam, algo inquieto.
— No— musitó Lizzy.
— ¿Seguras?
— Totalmente— afirmó sin ganas Sol.
El silencio reinó en la mesa, haciendo el ambiente tan pesado que debieron retirarse del lugar.
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Enamorándome en Londres
FanfictionUn viaje a otro continente. Una nueva familia. Música que entra por tus oídos y se instala en tu alma. Siete personas viviendo dentro de un mismo lugar. "El amor está a la vuelta de la esquina" dijo Sol. "O al otro lado del océano"...