•Capítulo 37: "¿Por qué habría él de fijarse en tí?"•

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Capítulo 2/2

La noche del día del cumpleaños de Zayn creó un total caos dentro de la mansión, varias cosas iban y venían, logrando así que todo fuera un descontrol. Todos allí estaban listos para salir de casa, y poder disfrutar de la fiesta que los esperaba en el concurrido “Funky Buddha”.
— ¿No irás a quedarte aquí hoy, o sí?— preguntó el festejado, mientras tecleaba en su teléfono las direcciones y horarios de encuentro, notando que Liz no se había cambiado, ni peinado o siquiera se había bañado.
— Sabes que no me agrada salir— respondió la aludida, sintiéndose un poco culpable ante la expresión de pena de su amigo— lo siento Zayn, tú sabes bien que no suelo ser el alma de la fiesta, mucho menos cuando tendré que hacer de niñera de mi pequeña amiga, quién enloquecerá luego de conocer a tus, bastante famosos, amigos.
La rubia frunció el ceño, mirando duramente a su compañera, quién se encogió de hombros en respuesta.
— Está bien, si es lo que quieres…— Harry besó brevemente la mejilla pálida de su novia, dirigiéndose a la puerta junto al resto— pórtate bien nena y no abras la puerta a nadie.

Tras oír el sonido de la puerta cerrarse, Elizabeth se dio cuenta de lo silenciosa que era la casa cuando estaba totalmente vacía.
Caminó con calma a la habitación que compartía con Soledad, sentándose en su cama, mientras ingresaba a twitter, la red social que más frecuentaba. Se sorprendió al ver que sus interacciones eran muchas más que de costumbre, por lo que con impaciencia quiso saber de que trataban.
“Eres una perra interesada”, “¿Por qué Harry se fijaría en ti?, eres gorda”, “¿No crees que es patético estar con alguien solo por su fama?”
La sonrisa que antes estaba en su rostro desapareció, y su cuerpo pequeño y huesudo comenzó a sentirse pesado como plomo e insulso. A medida que su dedo se deslizaba entre las miles de críticas, su estómago se revolvía, provocándole la poderosa necesidad de expulsar todo aquello que albergaba.
La primera arcada la tomó por sorpresa, llenando sus ojos de lágrimas amargas que no iban a ser soltadas. Intentó con mucha energía estarse quieta, respirando repetidamente para que las nauseas se detuvieran, pero tras la segunda arcada, los impulsos la llevaron con urgencia al baño, para deshacerse de cualquier material sólido.
Apretó el botón del agua, viendo como su desayuno, almuerzo, merienda y cena desaparecían. Apoyó su cuerpo contra la fría pared y lloró, con su rostro escondido entre sus brazos, experimentando la ola de decepción correr por sus venas, ¿Qué diría Soledad cuando se enterara que ella había vomitado? No quería siquiera pensar en lo desilusionada que estaría ella.
Lavó sus dientes, enjuagando también el mango del mismo, ya que con él había provocado su vómito, y con su anatomía sollozante se acurrucó en la cama, quedándose profundamente dormida.

Soledad abrió con cuidado la puerta de la habitación, caminando de puntitas para que el ruido fuera mínimo. Divisó a su amiga, estaba totalmente dormida, pero aún traía la ropa puesta y sus ojos se veían hinchados.
— Llegaste— murmuró la castaña, estirando sus agarrotados músculos para quedar sentada en la cama.
— Ha sido una buena noche. ¿Puedes creer que conocí al resto de las increíbles mujeres de “Little Mix”?, son impresionantes. El lugar estaba repleto de gente, todos parecían conocerse, fue estupendo, nena.
El entusiasmo que la rubia emanaba hizo sonreír a su compañera, haciéndole olvidar por un momento su patética noche.
— Tú no te ves bien— tanteó la frente y mejillas de Elizabeth, comprobando si tenía temperatura alta o algún síntoma de enfermedad, pero no había ningún rastro de ello — has estado llorando, y no te atrevas a negarlo. ¿Qué sucedió?
Cualquier pared que hubiera armado se rompió cuando la preocupación llenó los ojos cafés de Soledad, su llanto volvió a quebrarla en pedazos, tomando como rehén a su cuerpo. 
— Todas ellas, estaban allí con sus palabras como malditos cuchillos filosos, apuñalándome. Ellas tienen razón, no soy nadie, Harry está conmigo solo porque le doy lástima.
— ¿Acaso oyes la cantidad de tonterías que salen de tu boca?— el enojo sustituyó cualquier atisbo de pena— todas ellas no saben lo que sucede aquí dentro, ellas no tienen idea de cómo los ojos de Harry se iluminan cuando te mira, y lo tonto que parece cuando hablas. Tú no das lástima.
— Duele, cada insulto. Ellas decían que soy patética, y gorda. No pude, solo no pude controlarlo, necesitaba quitar lo que había dentro mío.
Los ojos grises de Elizabeth se veían nublados, y sus sollozos hacían casi inentendible lo que decía. Abrazarla fue lo único que pudo pensar en hacer. Envolvió su cuerpo por completo, sosteniéndola con fuerza, acariciando su cabello con suavidad.
— Lo que haremos ahora mismo es irnos a dormir, debes descansar. Mañana serás capaz de entrar en razón.
La ayudó a quitarse la ropa, vistiéndola con un viejo pijama, para arroparla por completo esperando hasta que sus respiraciones lentas le dieron el visto bueno para poder dejarla.  

El almuerzo estaba inusualmente mudo. Soledad, Niall, Louis y Liam se sumían en sus pensamientos, olvidándose del resto en la habitación.
— ¿Es saludable dormir por tanto tiempo?— preguntó Liam, rompiendo el mutismo.
El reloj marcaba las dos de la tarde, y los restantes no daban indicios de unírseles.
— ¿Aún no aprendiste nada, Niall? Elizabeth no se levantará por sí misma a menos que vayamos hasta ella.
Louis abrió la boca, para reprochar lo mismo por parte de Zayn y Harry, pero se vio forzado a quedarse en silencio cuando ambos muchachos entraron a la cocina, sobándose los ojos y peinándose la mata desarreglada de cabello.
— Buenas tardes— murmuró Zayn con la voz anormalmente ronca, mientras que Harry solo asintió hacia ellos, tomando un poco de comida que estaba pulcramente servida a la mesa.
— ¿Mi Pixie todavía no se ha despertado?— inquirió Harry, llevándose una gran porción de fideos a la boca, ensuciando la mayor parte de su rostro con salsa.
— ¿Acaso te hago falta?— la aludida había sido cuidadosa, sus ojos estaban limpios y sin rastros de lágrimas, y su humor estaba totalmente enmascarado con uno de falsa alegría. Ocupó su lugar en la mesa, sin tocar ni una sola porción de comida.
— ¿No piensas comer?— cuestionó Louis, entrecerrando sus ojos azules hacia ella, poniéndola algo incómoda.
— Creo que estoy llena de mi cena de anoche— afortunadamente su mentira fue lo suficientemente convincente como para que nadie hiciera preguntas sobre el tema.
— ¿Y si te hacemos un pequeño avioncito?— propuso Liam con su sonrisa de niño pequeño.
La castaña sonrió ante eso, estaba claro que no cedería, pero era un lindo gesto.
— Comeré cuando regrese. Iré a despejarme un poco, he estado demasiado tiempo aquí encerrada y necesito aire. Los veré luego. Tengan un buen provecho.
Corrió hacia la puerta, siendo lo más rápida posible para evitar más charlas.

— ¿Desde qué momento esta chica no come?— investigó Zayn, extrañado ante el comportamiento evasivo de la pequeña mujer.
Los ojos de Soledad se detuvieron en el moreno, y la preocupación volvió a carcomerla.
— Desde que las increíbles fanáticas que ustedes aman, intentaron darle su opinión acerca de ella. Ha vomitado anoche.
— ¿Le han dicho algo demasiado doloroso?— la inquietud de Harry inundó el ambiente, poniéndolos a todos un poco nerviosos.
— Han sido comentarios hirientes, Harry. El estilo que ellas tienen de “proteger” a sus ídolos es un poco brusco, fueron totalmente crueles al decirle que ella no estaba a tu altura, y que su relación estaba basada en la lástima que tú le tenías. Ella es tan maleable cuando se trata de su físico, esas muchachas solo están tomando como ventaja ese pequeño punto débil, y lo están exprimiendo.
Nadie fue capaz de acotar más palabras al asunto, por lo que cada uno decidió tomar un rumbo diferente. Ese sería un día ajetreado para Louis, Zayn, Niall y Soledad, quienes debían correr a Sony Music, y un día de descanso para Liam que dedicaría su tiempo a sí mismo en el gimnasio, mientras que Harry daría un paseo para poder encontrar a su novia. 

En el estudio, la rubia se vio totalmente embelesada ante la tecnología que poseía la cabina de grabación. Su sonrisa estaba tan extendida que sus mejillas sonrosadas le comenzaron a doler, contagiando al resto.
Sus ojos no daban abasto, intentaban fotografiar todo para guardarlo y no olvidarse con el paso del tiempo, sin pensarlo se acercó al micrófono, y pretendiendo que este estaba encendido, comenzó a cantar con voz suave y aguda una canción en su idioma natal, algo que atrapó de inmediato al sonidista, un hombre cuarentón de cabello azabache y ojos verdes como el césped, el cual sin detenerse a pensarlo, encendió los altavoces para que los otros muchachos también pudieran oírla.
— Ella canta muy bonito— comentó, subiendo su volumen.
Nada se comparaba a la sensación que ahora estaba experimentando en su interior, la autocomplacencia era palpable al percibir los aplausos provenientes desde afuera del grueso vidrio aislante.
— ¡Eres una muchacha talentosa!— elogió Peter, a través de la consola.
Soledad sintió sus mejillas arder, y salió con apuro de la cabina, encontrándose frente a frente con los cuatro hombres sonriéndole.
— ¿De verdad lo cree?
El simpático hombre rió gravemente, mientras ponía una gruesa y pesada mano sobre el hombro diminuto de la rubia.
— Por supuesto que sí. Yo no doy elogios a quien no los merece, además, mira lo tonto que ha quedado el tonto del allí—  señaló a Niall, su expresión totalmente anonadada, y sus ojos no se quitaban de ella.
— ¿Estás bien?— preguntó la mujer, pasando repetidamente la mano por delante del rostro pasmado del chico.     
— Cantas hermoso, eres hermosa, perfecta y estoy totalmente enojado porque jamás me has cantado nada— un adorable puchero tomó lugar en sus labios, haciéndolo aún más lindo que de costumbre.
— No suelo cantar abiertamente, a nadie. Solo Elizabeth tiene la tonta manía de pedirme que tarareé para ella.
Louis y Zayn observaban entretenidos la conversación, siendo felices por su amigo. Jamás, en el tiempo que ellos llevaban como banda, el rubio había estado más enamorado.
— Yo creo que deberías cantar para mí. Debes prometerme que lo harás.
— Algún día, Horan.
Giró hacia los dos hombres restantes, y les regaló una bonita sonrisa.
— ¿Ustedes están mudos de repente?
— No queríamos interrumpir sus cursilerías— bromeó Louis.
— Idiota— masculló Niall, besando la coronilla de su pequeña novia.
— Sabes que los queremos— se defendió Zayn, un poco torpe cuando Soledad los abrazó apretadamente.
Peter tosió, indicándoles que debían volver al trabajo.

Harry caminó durante lo que podían haber sido dos horas completas, no tenía idea donde buscarla y eso lo estaba desesperando.
¿Dónde demonios iría yo si fuera Elizabeth?
Recordó entonces, el día que la castaña había visitado la biblioteca británica, ese día no había dejado de contarles a todos lo increíblemente maravillosa que era y la cantidad de libros que podía escoger.
Harry, a veces, eres un genio— se felicitó interiormente, y corrió hacia su destino.
El inmenso lugar fue para él como un laberinto, allí dentro había más de setecientas personas, todas yendo y viniendo por el lugar, haciéndole aún más difícil la búsqueda.
No perdió tiempo al direccionar su cuerpo, ya que el único lugar donde ella estaría era la sección de novelas románticas, y allí estaba ella, de espaldas al mundo, totalmente inmersa en su lectura.
Harry caminó con delicadeza hacia la muchacha, llegando hasta allí para tapar sus ojos, esperando a que ella hablara.
— Tiene que ser algo sumamente importante. Casi de vida o muerte, para que interrumpas mi tiempo, Harry— dijo sin tomar ninguna expresión facial.
— ¿Cómo sabías que era yo?— preguntó ofuscado, situándose frente a ella.
Elizabeth quitó la vista del libro, riendo ante la expresión de cachorro abandonado que su novio tenía.
— Es tú perfume… Quizás es muy fuerte, o quizás tú te bañas en él— bromeó, apretujando una mejilla.
— Cambiaré de fragancia— bufó él, cruzándose de brazos.
— Y ahí es cuando nuestra relación llegará a su fin.
El castaño rió, dirigiendo sus hipnotizantes ojos verdes a los grises tormenta.
— ¿Me dirás de una vez que es lo que te sucede?, me preocupas— sus manos tomaron sin aviso las pequeñitas de ella, envolviéndolas casi por completo, acariciando rítmicamente las muñecas, deteniéndose en las partes rosadas de las cicatrices que allí se hallaban.


— Estoy bien— bajó la vista, topándose con el incesante movimiento de los dedos de su novio sobre la delicada piel.
— Eres una horrible mentirosa, Pixie.
— Creo que si te digo que estoy bien, es porque realmente lo estoy, ¿no crees?— estaba casi acorralada ante la mirada acusadora que le estaba dando.
El inglés soltó un suspiro de pura frustración, era tan difícil ser racional y no dejar salir al Styles duro que mostraba al principio.
— Te creo, pero eso no quita el hecho de que esté un poco angustiado de enterarme que lo que anoche has leído te provocó dolor, no quiero que eso suceda, y sobre todo no quiero que te lastimes a ti misma— entrelazó sus largos dedos con los de ella, sonriendo ante la diferencia de tamaño, intentado quitar el miedo que veía en los ojos que amaba. Una lágrima se deslizó de ellos, rompiéndola.
—  Ellas tienen razón— afirmó, secándose las mejillas con enojo.
Harry se sintió impotente, verla llorar siempre le causaba ese efecto.
—  Mírame— ordenó, y al notar que ella no lo haría, tomó sus mejillas con ambas manos, llevando su rostro al punto de que sus narices rozaban— lo que los demás digan sobre ti no tendría porque definirte, tú eres tú en la forma que desees serlo. No existe nadie que sea capaz de hacerte sentir inferior, excepto tú misma.
— Desearía poder pensar de esa forma, de verdad.
— Eres una persona maravillosa, y es triste que no puedas verlo por ti misma, porque da por seguro, que quién te vea y conozca será lo suficientemente inteligente como para darse cuenta de que tú significas más que un cuerpo bonito. Sí tú misma no te amas como eres, es difícil para el resto de nosotros hacerlo, porque nos convences de que no tienes valor alguno, y eso es un error.
Las palabras la golpeaban profundamente, cada cosa que salía de los bonitos labios rosas de Harry era encantadora y fascinante.
— Todas ellas son tan bonitas…
La exasperación poseía cada parte de él, ¿cómo no podía verlo?
— Escúchame, Pixie, porque solo lo diré una jodida vez y será mejor que lo grabes en tu mente a fuego. Eres la única persona con el poder de doblegarme hasta dejarme en pedazos, y no porque seas preciosa, o porque tus ojos me hagan enloquecer, sino porque al escucharte hablar, o al verte interactuar con otros me fascinas profundamente, y no hay nadie que logre eso. Eres perfecta.
— Soy perfecta para tí— bufó ella, ganándose una risa ronca de parte de su acompañante.
— ¿Y para quién más necesitas serlo? Te quiero Pixie, y no importa lo que el resto diga, tú eres más de lo que crees.



Enamorándome en LondresDonde viven las historias. Descúbrelo ahora