•Capítulo 18: "Jolie"•

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Se encontraron en la habitación del hotel, las dos con las sonrisas tatuadas en el rostro, imborrable.
— ¿Has tenido un buen día?
Soledad rió y se tiró con todo su peso sobre la suave cama.
— Ha sido un día maravilloso— suspiró.
— Harry me dijo que le gusto— soltó de golpe la castaña y la otra se incorporó de golpe.
— ¡Oh, dios! Estoy tan feliz de que ese tonto sacara su cabeza de su trasero.
Lizzy sonrió, sintiéndose feliz, completa.
— Es una locura, Sol. Él fue extrañamente encantador conmigo, me besó, dijo cosas muy dulces y yo solo… no lo sé.
— “Y yo solo no sé”— repitió la rubia en tono de burla— estás enamorada de Harry, nena.
Elizabeth palideció de golpe, como si lo que su amiga había dicho diera justo en el clavo, fuera la respuesta a todas las preguntas.
— Estoy enamorada de Harry— susurró, como si quisiera entender aquella oración.
— Lo estás, y vaya que es notorio. De todos modos, esto debe haber comenzado hace tiempo, uno no puede amar a alguien de un momento a otro…
¿Qué no podría gustarte de él?— preguntó su inconsciente— cada vez que lo miras tu baba comienza a desbordar.
— No, no estoy enamorada de él. ¿Cómo podría estarlo cuando siempre hemos llevado una relación horriblemente inestable y tormentosa?
Soledad sonrió, era tan típico de ella negar las cosas cuando la asustaban.
— Iré a bañarme— dijo corriendo y cerrando la puerta tras de sí, dejando a una muy pensativa Elizabeth tirada sobre la cama.

Ambas se veían maravillosas, Sol llevaba puesto un hermoso vestido strapless con medias can-can del mismo tono de su piel, la tela era ajustada en la cintura gracias a un moño pequeño de color blanco terminando con un par de zapatos de plataforma del mismo tono que el moño. Su cabello estaba naturalmente acomodado, haciendo una explosiva combinación con los aros blancos y cartera del mismo color. Sus grandes ojos cafés se resaltaban con un fino delineado y sus gruesos labios con brillo labial estuvieron increíbles. Por otro lado Elizabeth había optado por una falda tubo color negra, y una delicada blusa rosa claro que se acoplaba de manera asombrosa con sus zapatos y aros de perla, regalo de su abuela, de la misma gama de rosa. Terminó por aplicar delineador y sombra de ojos conjuntados con brillo labial.
— Estás muy bonita— elogió la rubia.
— Tú también— sonrió.

Al bajar a recepción, todos estaban allí, vestidos de manera elegante y prolija, siendo aún más bonitos que de costumbre.
— Se ven hermosas— dijo Niall, aunque no pudo quitar la mirada de su chica que se había sonrojado de veinte rojos diferentes.
Ambos rubios estaban abrazados, sin darse cuenta que se habían apartado un poco.
— Te ves tan linda, amor— le dijo él al oído.
— Tú no te ves nada mal, tendré que cuidarte de todas las chicas— hizo un mohín.
— ¡Hey!— se quejó el irlandés— esa era mi línea.
Ella lo besó, por impulso, por amor, y porque necesitaba demostrarle cuanto lo quería. Después de la charla con Elizabeth, se había dado cuenta de que estaba total e irrevocablemente enamorada de Niall Horan, pero esta vez era real y seguro.
— ¿Por qué fue eso?
— Porque era necesario. Y porque te quiero.
El irlandés le sonrió.
— También te quiero, linda.

El restaurant tenía el típico aire de romanticismo que caracterizaba a toda la ciudad. Mesas elegantes, con manteles delicados, y arañas de cristal que decoraban el amplio techo. La música de un acordeón hacía que todo pareciera mágico.
— Increíble— suspiró Elizabeth.
— Tú también— murmuró esa voz ronca que le erizaba los pelos.
— Hablaba del lugar, Harry, pero gracias de todos modos.
Se sentaron de forma ordenada, y pidieron la comida en inglés. Cenando entre risas y buenas anécdotas todos decidieron conocer uno de los teatros de la ciudad.

La noche había sido inolvidable, y de eso hablaron todos hasta llegar al hotel y separarse para dormir.
— Fue una buena noche— dijo Niall como al pasar.
— El día fue bueno, en su conjunto— aclaró la rubia, mirándolo, mientras caminaban hasta la habitación de ella.
¿Jamás le dirás lo que sientes? — Preguntó una voz en la cabeza del chico— la amas, ya lo sabes, lo admites para ti mismo, pero te acobardas cuando debes decirle.
El irlandés lo pensó por un momento, pero muy profundamente dentro de sí mismo, estaba seguro que aún no era el momento de revelarlo, porque sí ella no sentía lo mismo posiblemente él se sentiría de la peor forma posible, y la perdería. No, no estaba listo para eso.
— Buenas noches, jolie.
— ¿Qué significa eso?
— Hermosa, en francés. Es la una de las pocas palabras que he aprendido. Ahora ve a dormir, mañana nos espera otro largo día— besó su boca rápidamente y luego su frente.
— Gracias por hacerme feliz.
— Oh, cielo. Tú me haces más feliz de lo que yo podría hacerte a ti. Te quiero.
— También yo— entró al cuarto cerrando la puerta tras de sí.

Elizabeth, por otra parte, aún se encontraba en el lobby del hotel, junto a Harry que había insistido en acompañarla para, según él, que no se perdiera al subir.
— Es tiempo de que vaya a dormir— anunció ella levantándose de a poco.
— No te irás a la habitación tan rápido ¿o sí? Oh, vamos, es temprano.
— Harry, son las dos de la mañana, mañana debemos conocer más de Francia, y créeme que no serás feliz conmigo de malas…
Él se acercó lentamente, como un depredador, plantándose frente a ella.
— Oh, Pixie, ya conozco todos tus estados de ánimo y da por hecho que el enojo y la frustración son mis favoritos, después de tu cara de bambi cuando te beso, esa es la mejor— sonrió entre dientes y ella sintió que sus orejas ardieron.
— ¿Te dije ya que eres un imbécil profesional?— preguntó con cansancio, alejándose.
Harry caminó tras de la castaña.
— No te enojes, sabes que no todo lo que digo es ofensivo, un poco estúpido, pero no ofensivo.
— Eres tan molesto— protestó ella, pero luego, cuando las manos grandes del chico la tomaron de la cintura y la acercaron más contra él, cualquier cosa anterior quedó en el olvido.
La besó sin cuidado, tomando todo de ella y entregándole todo de forma casi desesperada.
— Te ves hermosa, Pixie. Siempre lo haces.
Ella sintió que sus piernas se volvían de trapo, y que no la sostenían.
— Vamos, tonto. Necesito dormir.
Caminaron tomados de la mano, algo nuevo por supuesto, y en segundos estaban en la puerta de la habitación 314, la que Lizzy compartía con Sol.
— Será hasta mañana— comenzó Harry, besando su mejilla y moviéndose para irse.
Elizabeth respiró hondo, juntando coraje, aferrándose a su brazo para detenerlo.
 — ¿Sucede algo?
Los labios rosas de la chica se apoderaron sin vergüenza de los de él, profundizándolo, explorando, aferrándose a su cuello como si su vida dependiera de eso, y siendo respondida por Harry, que no tardó ni un segundo en abrazarla y pegarla contra sí mismo, sintiéndola y amando esa sensación de unidad.
— Wow— suspiró el inglés, sonriéndole.
— ¿Qué demonios me haces?, ¿por qué logras que me sienta en el aire?
— Cuando encuentres la respuesta, dímela, porque no tengo idea. Buenas noches, nena.

Enamorándome en LondresDonde viven las historias. Descúbrelo ahora