•Capítulo 8: "Esto no está funcionando"•

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El  primer día que Lizzy y Harry se conocieron había sido difícil pero nada se comparaba con los dos meses siguientes, los cuales se convirtieron en un campo bélico. Cualquier tema que saliera a relucir era para ambos un punto de disputa y gritos.
— ¿No puedes esperar a que se acabe la música?— preguntó Elizabeth con mala cara.
— ¡No!, ¡tú música es una porquería insoportable!— vociferó él en respuesta.
La castaña resopló, era tan difícil a veces hablar con ese chico.
— ¡Supéralo Harry! Compartiremos esta casa por los próximos cuatro meses, y verdaderamente no quiero discutir.
— ¡Eres tan molesta! ¡Una maldita Pixie loca!— escupió él de mal modo— siempre necesitas que todo salga como tú quieres. ¿No sabes que las cosas no siempre saldrán como necesitas?
— ¿Yo estoy loca?, tú eres el que llegó a la casa y comenzó a gritar que no soportabas el ruido. Acostúmbrate a compartir los espacios “Señor Soy-Una-Estrella-Y-No-Tolero-La-Compañía”

— Es a ti a quién no soporto— puntualizó.
— Oh, y lamento informarte que eso no me quitará el sueño “Sir Styles”— hizo una reverencia y subió el volumen del estéreo.

En dos meses, Matt y Alex se habían convertido casi en una rutina, para mala suerte de los cinco dueños de la casa, a los cuales ambos chicos no les simpatizaban bajo ninguna circunstancia.
Las dos mujeres estuvieron felices el primer mes, y un poco embobadas, tenían una relación con gente prudente, y seguían siendo las mismas personas de siempre, nada había cambiado…

A veces, el amor dura tan poco como un suspiro— pensó Soledad el día que termino las cosas con Matt, después de una de sus tantas peleas.
Era un bonito día del mes de septiembre, y la rubia quiso acuchillarse mentalmente por haber elegido un día así de lindo y claro para acabar la relación.
Matt estaba allí en la puerta, esperando a salir, pero la emoción que antes sentía ahora había desaparecido, dejándole un sabor algo amargo en la boca del estómago.  
— Hola— dijo ella con un entusiasmo tan ensayado que le revolvió las tripas.
— Buen día— respondió él, y la beso secamente. Un beso tan casto como el que le daba su madre cuando apenas era un bebé.
Se tomaron de las manos y luego de intercambiar sonrisas duras y falsas salieron rumbo a una plaza que se ubicaba a un par de cuadras de la inmensa casa.
Pasto alto y verde, decorado aquí y allá con árboles y pequeñísimas florecitas violetas, idénticas a las que decoraban los árboles de la casa. Los bancos estaban tan viejos que la piedra había comenzado a resquebrajarse, lo mismo que sucedía con los juegos para niños, a los que se les empezaba a descascarar la pintura dejando ver los diferentes colores con los que habían sido pintados anteriormente.
En sí el lugar era tétrico, pero después de todo ella no iba a decirle nada que alegrara su vida. O tal vez sí.
— Matt...— comenzó a decir Soledad, un poco insegura y cuando tuvo la atención del chico prosiguió—  ¿no crees que las cosas se nos están yendo de las manos?
— Explícate— demandó con su peor cara.
— Creo que lo nuestro no está funcionando. Estamos tan lejos el uno del otro que posiblemente ya ni recuerde que eres mi novio. Las peleas me deprimen y estoy exhausta de intentar y seguir con algo que ninguno de los dos está disfrutando.
— ¿Eso crees?— preguntó él con el ceño fruncido y recibió un asentimiento como respuesta— yo creo que tú están estúpidamente enamorada de alguno de los cinco tipos de la casa, y que por eso lo nuestro no funciona, pero descuida, de todos modos he estado mintiendo, alguien me espera en casa, y ya no necesita compartirme.
Se puso en pie y desapareció.

Al volver a casa Soledad no dijo una sola palabra, las pequeñas lágrimas resbalaban y hablaban por sí mismas.
— Hey, ¿por qué estás llorando?— el cuerpo alto e imponente del irlandés apareció de golpe llenando su campo de visión.
— Lo siento, no escuché cuando entraste— dijo limpiándose las mejillas.
— No me has respondido— la regañó suavemente, mientras la tomaba del brazo y la acercaba a él para abrazarla.
— Terminé con Matt— explicó y se oyó patético.
— Oh, comprendo, la ruptura es difícil.
La mente del chico iba a un tiempo diferente, estaba feliz de que Soledad hubiera, por fin, terminado toda relación con ese idiota que tenía por novio, pero por otro lado, escuchar el dolor en su voz no le hacía ningún tipo de gracia.
— El me engañaba— soltó de golpe y sintió como cada músculo del rubio se tensaba.
—Siento oír eso, Sol.
Ella rió suavemente, sacando su cara de la remera algo manchada de lágrimas del chico.
— Eres tan mentiroso. Él no te caía bien.
— No, pero eso no quita el hecho de que a ti te duela, y eso no me pone para nada feliz. ¿Qué dices sobre ir por un helado?
Soledad le dio una sonrisa radiante. Niall Horan era la persona que necesitaba tener siempre consigo, y la persona de la que posiblemente después de dos meses estuviera en camino a enamorarla perdidamente.
 
El día dieciocho de septiempre una cansada Elizabeth había comenzado a idear formas y modos de terminar las cosas con el moreno. Alex odiaba profundamente a todos los que vivían con ella, porque su necesidad de posesión era mayor que el sentido común y la confianza que Lizzy le proporcionaba cuando le decía que Liam no era nada más que un buen amigo, y que Harry la odiaba con cuerpo y alma.
Su celular sonó, la melodía conocida de sus queridos Beatles llenó el aire.
De: Zayn
Para: Lizzy
16:38 p.m
“Hay un sobre para ti”
Elizabeth soltó su pluma y tecleó una rápida respuesta.

De: Lizzy
Para: Zayn
16:39 p.m

“Bien”
Cerró su teléfono y ordenó sus libros de historia de la comunicación, luego salió en busca del chico.

— ¿Por qué demonios el idiota de Alex le dejaría una carta?— dijo Liam observando el pequeño y feo sobrecito.
— ¿En qué siglo vive?— se burló Zayn sin tener cuidado de demostrar que ese imbécil no era de su agrado.
Todos cerraron sus bocas cuando la castaña apareció, y miró al moreno esperando su carta. En cuestión de segundos el chico le extendió el sobre de papel amarillo.
Leyó con cuidado, analizando cada cosa que decía, hasta que sus ojos se nublaron tanto que le fue imposible seguir.
— ¿Qué dice ahí?— curioseó Louis un poco fastidiado de que hubiera algo que la hiciera sentir mal.
Ella solo le dio el papel, garabateado con una letra un poco picuda.
“Es tan difícil cargar con una acomplejada. Se acabó. Alex”
La vergüenza la atacó, sintió como sus músculos cedían y la llevaban a sentarse. Louis, Liam y Zayn habían leído como otra persona le restregaba en la cara su falta de autoestima.
— Nena— dijo Liam y se sentó con ella— déjalo, el es tan idiota que necesita terminar las cosas a través de un papel mugriento y patético.
Un par de sollozos la sacudieron, y sin pensarlo se lanzó a abrazar al musculoso chico.
— Vamos Lizzy, no deberías llorar por alguien asi— reflexionó Zayn, quien le tenía mucho cariño a la castaña, a pesar de no demostrarlo seguido.
— Es tan vergonzoso— hipó— no puedo creer que…
Más llanto la hizo temblar.
— Por favor, no le digan nada a Harry sobre esto— pidió
— ¿Por qué no habríamos de decirle?— preguntó Louis.
— Simplemente no le digan, no quiero que me restriegue en la cara ese odioso “te lo dije” que posiblemente muere por decirme desde el primer día.

Asintieron y siguieron abrazándola, intentando consolar y pegar un poco su primer corazón roto.

Enamorándome en LondresDonde viven las historias. Descúbrelo ahora