•Capítulo 7: "Maestros"•

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El peine ya había desenredado cada pequeño nudito del cabello corto de Soledad, pero seguía yendo y viniendo sin ninguna prisa, mientras la mente de la rubia asimilaba lo que acababa de suceder.
Discutí con alguien a quien apenas conozco— reflexionó.
Estaba demasiado ensimismada para notar que había alguien observándola desde la puerta de su habitación.
Niall la miraba fijamente, notando cada movimiento deliberadamente lento que la chica hacía, y las muecas que su rostro adoptaba.
— ¿Te han dicho que está mal espiar a las personas?— preguntó ella levantando las cejas.
— Creo que me lo han dicho— respondió encogiéndose de hombros— solo quería saber si estabas bien.
El interior de la chica irradió calor, lucía realmente preocupado.
— Estoy bien, pero creo que fui algo dura. No debí tratar a Harry como lo hice.
— A veces necesitamos algún límite, él lo superará.
— Gracias— dijo entonces y clavó sus ojos castaños en los celestes suyos.
Niall sostuvo su mirada, y en ningún momento decidió cortar aquel contacto.
— ¿No me he lavado bien los ojos esta mañana?— preguntó riendo.
— Debería dejar de mirarte así, ¿verdad?— respondió ella totalmente sofocada.
— Creo que es lindo— afirmó el chico intentando que ella no se sintiera un bicho raro.
— Eres tan mentiroso— bromeó ella, sintiéndose un poco mejor.
— Oh claro que no. Ahora ve a la sala, sé que tendrás clases de inglés hoy.
Ella caminó hasta la puerta y parándose en puntillas le dio un beso en la mejilla, sintiéndose totalmente poderosa por la fugaz perdida de timidez.

Elizabeth se movió de enfrente del castaño, le regaló una sonrisita y giró sobre sí para salir de la habitación y dirigirse a la sala, donde ya la esperaban Soledad y dos chicos desconocidos que estaba segura no sobrepasaban los veintidós años.
Los observó sin perderse ningún detalle. El primero tenía el cabello negro como la noche, y los ojos del color del caramelo líquido, casi parecían dorados, su sonrisa era un tanto bobalicona, pero eso no lo hacía menos atractivo, en cambio el otro tenía el cabello del tono más zanahoria posible, y los ojos verde azulados, dándole así un gracioso parecido con Ron Weasley.
— Hola, soy Elizabeth— dijo y extendió su mano a cada uno.
— Yo soy Matt— dijo el pelirrojo.
— Alex— acotó el otro
Así, con las presentaciones listas, se pusieron a trabajar en la mejoría de su inglés.

Más de dos horas después ambas chicas sufrían de un terrible dolor de cabeza producto del esfuerzo, por lo que detuvieron las prácticas y comenzaron a conversar animadamente con ambos muchachos que habían sido pacientes y les habían enseñado lo suficiente.
— ¿Cuántos años tienen?— preguntó Matt sonriéndoles.
— Dieciocho.
— ¿Están autorizadas a salir de aquí por su cuenta independientemente de sus anfitriones?
Ambas se miraron algo confusas.
— Creemos que sí.
Luego de eso intercambiaron teléfonos, para después marcharse, prometiendo salir al día siguiente. Cuando la puerta se cerró ambas mujeres lanzaron un suspiro, que sonó tan estúpido que las hizo carcajear.
— Fue una buena clase— comentó Soledad meneando las cejas.
— Estoy de acuerdo.

Cinco minutos pasaron cuando el celular de la castaña comenzó a sonar al ritmo de la magnífica melodía de “Penny Lane” de “The Beatles”.
De: Alex
A las 18:15 p.m
“Estén preparadas para salir mañana a las dos. Nos vemos”
Lizzy miró a su amiga y le sonrió de forma sugerente.
De: Lizzy
A las 18:17 p.m
“Nos vemos”

Enamorándome en LondresDonde viven las historias. Descúbrelo ahora