•Capítulo 30: "Volviendo a casa"•

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Capítulo 2/3


La puerta principal chirrió al abrirse, lo que atrajo a los integrantes de la banda pop y a la pequeña rubia quienes posaron los ojos en las dos muchachitas temblorosas cubiertas de la helada del exterior.
— ¿Por qué jamás habían cantado para nosotros?— demandó Liam, girando la pantalla de la computadora para que ambas vieran lo que estaba mostrando.
“El estreno del escenario de Starbucks a mano de dos Argentinas”
El video que habían subido a la página oficial del lugar las mostraba a ambas totalmente inmersas en la canción y al público absorto en ellas.
Elizabeth rió, contagiando a Soledad.
— No lo sé, ¿quizás porque no hemos cantado para nadie en más de un año?— el tono condescendiente sacó pequeñas risas.
Perrie se acercó a ambas, ubicándose entre medio.
— Cantan genial— halagó haciendo que Soledad riera nerviosa y Elizabeth bajara la vista— deberían comenzar a estudiar, digo para poder estar más tiempo sobre el escenario.
La rubia de ojos cafés mostró su mejor cara de felicidad.
— ¿Realmente crees que podría?
— Claro, es notorio lo mucho que disfrutas estar allí, tienes luz en eso, no deberías desaprovecharlo.
Soledad no tuvo respuestas, una profesional estaba dándole el visto bueno para eso que ella tanto anhelaba hacer. Sus ojos se llenaron de lágrimas y un nudo se atascó en su garganta, era la gloria saber que después de recibir malos comentarios alguien creía en ella.
— ¿Tú quieres hacer eso?— preguntó Louis a la rubia.
— Como no tienes idea, es un subidón a mis esperanzas.
Zayn miró entonces a Elizabeth que no quitaba su vista de su emocionada amiga.
— Y tú… ¿Qué es lo que quieres?
La mujer de ojos tormenta prestó atención al moreno, adentrándose en sus pensamientos.
Escribir un libro. Lograr que miles de personas se sientan a gusto con mis historias.
— Escribir, contarle al mundo cosas que muchos no saben. Poner en papel todas aquellas cosas que suceden día a día y nadie nota, darle ánimos a alguien que lo necesita y hacerlo sentir bien con abrir una página de algo que escribí.
— Eso sería maravilloso— murmuró Perrie en voz apenas audible, siempre se sorprendía de lo decididas que aquellas niñas eran, de lo abiertas de mente e inteligentes que podían llegar a ser— ¿quizás tengas algo escrito para que pueda leer?
La castaña abrió su bolso, allí estaba: el infaltable cuaderno de tapa fucsia brillante. Abrió sus páginas, dando con una que había escrito recientemente y sin dudar se lo tendió a la inglesa que lo tomó emocionada.
“¿Qué sucede cuando no puedes detener el llanto? ¿Qué sucede cuando duele cada parte de ti y no puedes hacer que desaparezca?... Son lágrimas amargas, que queman y siguen corriendo sin poner un alto. Ojos hinchados es lo que consigo luego de una oscura noche y aún así la lluvia emocional es inmensa y pesa.
Mis pulmones se niegan a llenarse, el pecho me duele, me tiembla la voz y mis manos transpiran, intento apretar los ojos para ponerle un fin a todo lo que está destruyéndome por dentro. Fallo y pongo las manos en puños, pidiendo a gritos algo de paz” 

 
Los ojos celestes de Perrie estaban colmados en lágrimas, ¿cómo era posible que alguien se sintiera tan devastado? Sintió el incontenible deseo de abrazarla, y siguiendo su impulso la rodeo con sus finos brazos, susurrando palabras sin sentido en su oído.
— Me gustaría saber qué demonios leyó— musitó Niall.
— Creéme— hipó la inglesa— no quieres saberlo.
Louis no podía estar en un ambiente tensionado, por esa misma razón puso un grito diciendo que el avión salía en tres horas y que debían partir hacia el aeropuerto.
Nadie puso quejas, y sin más cargando las valijas al auto se dirigieron a Heathrow.

Tras el papeleo, ellas giraron para despedirse de las seis personas que las observaban.
— Nos vemos en diez días— comenzó diciendo Zayn, con su novia pegada a la cintura.
Ambas rieron, era tan sencillo con él no entrar en cursilerías y llantos.
— Estás en lo cierto, Malik— dijo la rubia de ojos cafés, abrazándolos, seguida por Liz que imitó la acción.    
— Disfruten del regreso a casa— Liam sonrió, apretándolas contra sí.
— No beban demasiado, compórtense bien y no olviden mi cumpleaños en navidad— bromeó Louis, besando sus coronillas.

Tras una ronda de abrazos y risas, las mujeres se encontraron con el último saludo. Viendo como el resto volvía al auto, dejándolas con sus novios. Sin pedir permiso ambas parejas se separaron entre sí, solo para tener algo de privacidad.   
— Cambia esa cara, Horan. Serán diez días— sin responderle, el alto cuerpo del irlandés se cernió al de ella apretujándola contra sí como sí de eso dependiera su vida.
— Te extrañaré— murmuró él contra su oído, solo para que ella lo oyera.
— Nos veremos tan pronto que no tendrás tiempo de eso. Cuidate, y disfruta mucho con mi suegra— bromeó ella, apretándolo con tanta fuerza como fue posible, dándole un corto beso.
— Olvide decirte— susurró el rubio, acercándola de nuevo, esta vez pegando sus labios a la pequeña oreja de ella, tomó aire armándose de coraje— te amo.
Una respiración quedó atascada en la garganta de Soledad Malett. ¿Había oído bien?
— ¿Es en serio?
— Lo es.
Una lágrima escapó entonces de sus ojos, haciendo que él frunciera el ceño.
— No deberías llorar, nena. Estoy tan enamorado de ti que es casi ridículo, ¿acaso es malo?
— Claro que no es malo, solo… no puedo creer que… Dios, también te amo.
La sonrisa que estalló en el pálido rostro del chico la contagió.
— Ahora no dejaré que te vayas— bromeó besándola con efusividad.
— Volveré pronto. Te amo, te amo, te amo— repitió dándole pequeños besos cortos y separándose de él para ver a su hermana despedirse del terco y difícil Harry.  
 
Harry no lograba quitar su semblante triste, algo que definitivamente era frustrante para la castaña que no sabía cómo hacer que sonriera.     
— Serán días cortos, Harry. No recordarás siquiera que me fui cuando ya esté aquí otra vez y desearás que jamás hubiese regresado— bromeó ella, con la esperanza que las lágrimas contenidas no se fueran a escapar de sus pequeños ojos grises.
— ¿Prometes que me enviaras mensajes?— era extraño oír la acostumbrada voz ronca de Harry convertida en un susurro roto, que pronosticaba un llanto.
— Lo haré, a veces eres tan molesto. Vamos, sabes que no sé lidiar con las lágrimas— dijo secando las comisuras de los impresionantes ojos verdes.
El inglés tomó sus pequeñas manos entre las suyas, aún no estaba listo para decirle cuan ilógicamente enamorado estaba, pero quería que supiera que no existía nadie tan importante.   
— Te echaré de menos como no tienes idea— bajó su cabeza, poniéndose a la altura para besarla, intentando transmitirle lo que no podía con palabras.
— También yo. Te quiero, Styles— susurró contra la boca del chico y le regaló una bonita sonrisa.
— No te imaginas cuanto lo hago, Pixie. Ten un buen viaje— le dio un último abrazo y besó su coronilla para dejarla irse.

“Vuelvo 798 con destino a Argentina, abordar por la puerta veintitrés”
Ambas los vieron, parados allí sonriéndoles, y saludaron con un pequeño ademán, para luego alejarse de allí hasta las puertas metálicas.
— Odio las despedidas— se quejó Soledad, sentándose en su lugar.
— También yo, pero no es la última que tendremos— concluyó Liz, cerrando los ojos quedándose profundamente dormida. 

Enamorándome en LondresDonde viven las historias. Descúbrelo ahora