•Capítulo 36: "Gripe"•

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Capítulo 1/2

La mañana del siete de enero en Londres había sido un mantel blanco por completo, la nieve había dejado una gran cantidad de hielo en las calles, haciendo de ellas una atractiva actividad que los más pequeños disfrutaban en grande, mientras hacían guerras y muñecos de diferentes formas y tamaños.
La mansión donde Soledad y Elizabeth vivían, estaba totalmente en cuarentena, puesto que sus muy queridos anfitriones, luego de haber disfrutado del temporal blanquecino, contrajeron la detestada gripe.    
— ¡Dime que tienes una mínima idea de qué demonios debemos hacer!— el pánico heló a Liz, quién no acostumbraba a tratar con enfermedades, ya que en casa estaba casi prohibido cualquier virus mínimamente contagioso luego de que su padre padeciera de cáncer.
Soledad negó firmemente con la cabeza, sintiéndose mal por los cinco muchachos que, acostados en sus correspondientes habitaciones, requerían sin cesar de atención.
— Louis tiene fiebre, Liam está tosiendo y creéme cuando te digo que es muy posible que pierda un pulmón, Zayn parece un viejo con artrosis, apenas si puede mover las manos sin lloriquear, Niall repitió casi diez veces que sus ojos pican y cuando los vi tenían semejanza con dos ciruelas, y Harry se quejó al menos seis veces de que su garganta punza al tragar. ¡Dime que hacer, porque estoy entrando en pánico, y no será algo lindo de ver!— las pequeñas manos de Elizabeth marcaban cada problema con un exagerado sacudón, haciéndola ver demasiado graciosa.
— Bien, el médico ha dicho que el reposo, las píldoras y los jarabes nos van a ser útiles, solo debemos revisarlos, y asegurarnos de que tomen lo que les han recetado. Solo es gripe, sé que ambas la tuvimos y por eso debemos calmarnos. Solo toma el termómetro que dejó mi mamá entre nuestras cosas y asegúrate que la fiebre de quien veas no haya subido— Soledad tomó el control de la situación, haciéndose cargo del desorden y tranquilizando los nervios incontrolables de su amiga, dejando de lado la jodida necesidad de una cama, puesto que prestarles atención a cinco hombres chillando por dolores, mientras se encargaban de limpiar vómitos y virus dispersos por el gran lugar, les había quitado gran parte del sueño nocturno. Masajeó repetidamente sus sienes, sintiendo como el dolor de cabeza comenzaba a subir desde las primeras vertebras de su columna hasta instalarse detrás de sus párpados. 
   
Elizabeth se arrastró pesadamente hasta la habitación de Louis, una especie de sucucho con paredes celestes como el cielo de primavera, que ahora estaba sumido en la oscuridad total, con el objetivo de disminuir la cefalea que le causaba la alta temperatura.
Se acercó con sigilo hacia la cama, intentando no provocar sonidos fuertes, y acomodándose de forma suave en la esquina observó al tembloroso muchacho, que descansaba intranquilamente sin poder controlar los escalofríos que sumían a su cuerpo. Suspiró cortamente, posicionándose ahora más cerca, y con delicadeza acarició el transpirado cabello castaño, consiguiendo un suave parpadeo acompañado de un quejido. 
— Debes tomar tu jarabe— informó la voz susurrante de la chica.
Los ojos azules de Louis intentaron abrirse, pero el dolor agudo que eso le causaba era demasiado para poder soportarlo, por lo que volvió a cerrarlos con fuerza, rezando interiormente para que la molestia acabara de una buena vez.
— Sabe horrible— se quejó cuando el amargo líquido rojo cereza entró por su garganta, haciéndole sentir ardor.
— Lo sé, pero si tú no lo tomas la gripe no se irá, y en serio queremos que desaparezca lo más rápidamente que pueda.
Mesó su cabello con frustración, era exageradamente duro tratar con hombres enfermos, porque, ellos siempre exageraban todos los síntomas al punto de hacerlos casi terminales.
— Quiero dormir, pero las nauseas vuelven todo el tiempo— balbuceó entre arcadas.
Liz tomó sin dudar la cubeta que yacía a un lado de la gran cama y sin perder tiempo la metió debajo del mentón del muchacho, podía soportar los estornudos, los pañuelos sucios, la tos continua, pero no toleraría bajo ninguna circunstancia el vómito en el suelo.
— Tranquilízate, intenta dormir y cuando el jarabe haga efecto las nauseas se irán.
Besó su frente y lo volvió a arropar, cerrando luego la puerta detrás de sí.  

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