Capítulo 1/3
Las festividades navideñas se abrieron paso de manera rápida, anunciando así el regreso a casa.
La habitación del final del pasillo estaba sumida en el mal humor provocado por las inevitables ansias de volver a casa.
— Dime que esto es lo último que debo guardar en la valija, de lo contrario creo que podría echarme al suelo y llorar— gruñó Soledad mientras cerraba, a fuerza de empujones la tapa del gran bolso.
— Solo iremos por una semana, no deberías llevar tantas cosas— reflexionó la castaña, ganándose una mirada de muerte.
— Necesitamos calmarnos, hemos estado haciendo bolsos por dos horas, y créeme cuando digo que si no salgo de aquí pronto voy a gritar.
Elizabeth soltó su primera risa desde que habían amanecido esa mañana del veintitrés de diciembre, tiró su bolso de viaje sobre la cama y sin decir nada más tomó a Soledad del antebrazo para salir de la habitación.
— ¿Dónde creen ustedes dos que se irán?— indagó Niall, reacomodando su largo cuerpo sobre el sillón, para poder observarlas.
Ambas se detuvieron, girando sus anatomías hacia el mueble.
— Iremos a buscar disfraces eróticos— respondió con total soltura la pequeña mujer de ojos grises.
Harry tosió, ahogándose con su propia saliva.
— Liz quería vestirse de policía, y yo… bueno estaba indecisa entre una porrista americana, o una guerrera.
Los rostros de ambos chicos se volvieron pálidos, y sus ojos estaban abiertos de manera antinatural. Ambas estallaron en risas.
— Deberían haber visto sus caras— sus cuerpos se estremecían a causa de las carcajadas.
— Bien… ¿Dónde irán?— repreguntó Harry con mala cara.
Elizabeth caminó hasta él, con la sombra de la sonrisa grabada.
— Cambia ya esa expresión de chico enojado. Desayunaremos juntas, no iremos más allá del pequeño Starbucks que está a dos cuadras de aquí— sonrió de manera angelical, batiendo las pestañas.
Ambos muchachos intercambiaron una mirada recelosa.
— Vuelvan pronto, cuídense, y no hablen con extraños, mucho menos si son hombres— el irlandés enumeró una pequeña lista con sus dedos.
— Y Pixie, no me hagas ir a buscarte porque creéme que si lo hago vendrás a casa conmigo para navidad.
Ellas rieron, se sentía tan bien escuchar a alguien que realmente le importaba lo que sucediera con ellas.
— Sí, papá— contestó con voz de niña, besando la coronilla de un ofuscado Harry.
Soledad imitó la acción, besando la boca de Niall, quien sonrió como tonto.
Las cuadras eran un poco más largas que de costumbre, el sol ese día no hacía acto de presencia y la humedad del clima era palpable con solo respirar. Al entrar al bar notaron la gran cantidad de personas que ocupaban el pequeño lugar, haciéndoles un poco difícil el hecho de encontrar espacio para sentarse.
— ¿Necesitan ayuda?— vestida con una remera polo color negra y un llamativo delantal verde trébol, la mujer les sonreía cordialmente como si sus labios estuvieran ya programados para la mueca. Sus facciones eran bonitas, ojos grandes del color del caramelo líquido acompañaban la piel lechosa y el cabello negro como el carbón.
— ¿Aún queda espacio disponible?— preguntó Soledad, devolviendo la sonrisa.
La agradable empleada, que aparentaba quizá unos treinta años las trasladó hacia un pequeño lugarcito apartado, el cual daba una vista completa a un pequeño escenario ubicado en el centro del negocio. La mesita para dos tenía una linda vista hacia afuera del local, donde podía verse como las personas corrían de un lado a otro, o iban, algunas, tomadas de la mano con sus parejas o niños pequeños.
El distintivo olor a café y pastelería las envolvía a cada segundo que pasaban allí, haciendo que se sintieran como en casa.
— ¿Han escogido lo que comerán?— preguntó la mujer, cuyo uniforme detallaba el nombre: “May”.
— Chocolate caliente y un cupcake de chocolate para mí— apuntó Sol.
— Para mí lo mismo, solo que el cupcake de frutilla.
Tras un asentimiento la camarera viró hacia la cocina.
— ¿Crees que podremos volver aquí antes de año nuevo?— preguntó Soledad. No había nada que quisiera más que poder estar junto al rubio irlandés el día que otro año diera inicio.
— ¿Por qué querrías volver a Londres cuando Niall estará en Irlanda? Es decir, si pudiera elegir, elegiría pasar mi último día del año con Harry…
La rubia sonrió ampliamente, estaba orgullosa de que su amiga estuviera feliz con alguien que la apreciaba tal y como era sin querer cambiarla.
— Quiero exactamente eso, ¿Cómo no querer estar con él? Es decir, lo amo y…— cerró la boca de golpe, no porque lo amara sino porque jamás lo había expresado en voz alta.
Liz observó a su acompañante con ternura y con admiración, puesto que ella ya sabía que estaba enamorada de Harry aún le era muy difícil admitir sus sentimientos fuera de sí misma.
— Entonces no hay mucho más que decir, hablaremos con mamá y papá. Con suerte podremos reunir a todos aquí en Londres.
Continuaron su charla, compartiendo muchas risas y disfrutando de la música del lugar, cantando a dúo las letras que sabían y tarareando las que no.
— Daremos paso a cualquiera que quisiera subir aquí a cantar algo para nosotros— la grave y atronadora voz se oyó por los parlantes. La atención de ambas se concentró totalmente en el hombre canoso y regordete que hablaba con gran emoción por el micrófono de pie.
Soledad chilló, mirando con los ojos totalmente brillosos a Elizabeth.
— Dime que no estás pensando en que subamos allí.
La rubia sonrió malévolamente, asintiendo con la cabeza.
— Es una buena oportunidad, piensa en que aquí nadie te conoce… ¿por favor?
Elizabeth resopló. Cantar era siempre la mejor opción para calmar los nervios, pero pensar en subir a un escenario sin antes haber ensayado algo hacía que sus manos temblaran y sus respiraciones se volvieran un poco erráticas. Tomó una gran bocanada de aire, inflando sus pulmones, rebuscando en el aire todo el coraje necesario para subir allí.
— Apresúrate, antes de que mi valentía se desarme.
Caminaron con pequeños pasos, hasta estar al pie del pequeño escenario. El hombre de ojos verdes como el jade y sonrisa simpática volteó tras un pequeño carraspeo de parte de Sol.
— ¿Desean cantar?— preguntó con su voz grave.
Elizabeth asintió quedamente, ganándose una pequeña risa de parte del señor.
— Tenemos aquí a dos muy bonitas muchachitas que cantarán para nosotros— habló otra vez para el público, quienes lo observaban con atención— vamos, suban aquí conmigo.
Las dos mujeres obedecieron, situándose al lado del locutor.
— ¿Cuáles son sus nombres, de que sitio han llegado y que cantaran?
Soledad sonrió, tomando el micrófono que le ofrecían.
— Somos Soledad y Elizabeth, viajamos aquí desde Argentina, y quisiéramos cantar “One in the same” de la magnífica Demi Lovato.
Entonces el presentador bajó del escenario, dando el visto bueno al DJ para que la pista comenzara a tocar sus primeros acordes.
“Porque somos una en la misma,
somos cualquier cosa, menos normales,
una en la misma.
Pienso que somos casi legendarias,
Tú y yo,
el equipo perfecto”.
Cuando los últimos acordes sonaron, y los aplausos sonaron ambas volvieron a respirar.
— Eso fue muy bonito— una hermosa mujer de cabello rubio y grandes ojos celestes como el cielo en primavera las halagó— hoy es el primer día de este pequeño escenario, ustedes acaban de estrenarlo y por esa misma razón queremos decirles que aparecerán en nuestras páginas de internet.
El público gritoneó con entusiasmo, dejando a las dos muchachas anonadadas.
— Eso es increíble— chilló Soledad al micrófono, ganándose un par de risas.
Tras las felicitaciones, la mesera se acercó a ellas con una amplia sonrisa.
— El señor Joffer ha dicho que su pedido ha sido por parte de la casa, y que está agradecido de haberlas podido escuchar. El escenario es suyo cuando lo deseen.
Elizabeth hipó, atragantándose con un grito de emoción.
Eso sería… ni siquiera tengo un buen adjetivo. Gracias.
El camino a casa iba a ser grande.
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Enamorándome en Londres
FanficUn viaje a otro continente. Una nueva familia. Música que entra por tus oídos y se instala en tu alma. Siete personas viviendo dentro de un mismo lugar. "El amor está a la vuelta de la esquina" dijo Sol. "O al otro lado del océano"...