El invierno arrojó su estruendo, cubriendo de blanco todo lo que podía ser visible. El viaje de regreso a casa había sido lento, le nevada retrasaba notablemente la velocidad, pero eso no había detenido a nadie.
— ¿Serían tan amables de abandonar eso que están haciendo y respirar, por al menos... dos segundos?
Soledad resopló, su hermana, quien jamás había sido devota de las demostraciones públicas de afecto no había separado su nariz de la de su novio.
— Oh vamos, déjalos— intervino Zayn— ellos siempre están peleando, así al menos estarán callados.
— Él tiene un punto— concordó Liz sonriendo.
El avión traqueteó contra el suelo de concreto, cuando la voz de la azafata anunciaba que había aterrizado en el querido Londres.
— ¡Hogar, dulce y húmedo hogar!— exclamó Sol, notando las gruesas gotas que caían fuera del aeropuerto.
Paul sonreía hacia ellos, seguido de un veintenar de guardaespaldas que, en una tiesa postura, intentaban casi sin logro apartar a los grupos de fanáticas que esperaban la llegada de los músicos.
— ¿Qué pueden decirnos acerca de ti y Niall como pareja?— preguntó una chica, cuando estuvo lo suficientemente cerca como para ser escuchada.
— Disculpen señoritas, pero deben apartarse, necesitamos llegar al auto— repetía Paul para la gran multitud.
Soledad rió ante la persistencia de todas aquellas mujeres, y decidió después de hablar en susurros con su hermana que responderían a las preguntas.
— Higgins— gritó Liz, atrayendo la atención del gran tipo— diles que si dejan de gritar, y no se escandalizan les responderemos lo que quieras saber.
Paul gritó entonces lo que había escuchado, esperando como respuesta la ignorancia hacía su petición, pero para su sorpresa todas hicieron silencio. Era la primera vez que sucedía, y eso maravilló también a los cantantes, quienes se detuvieron a un par de metros de distancia, observándolas.
— Estamos bien, y él me hace muy feliz— contestó la pequeña rubia la pregunta que habían hecho para ella.
— ¿Cómo es Niall realmente?— la voz que interrogaba era suave y dulce, perteneciente a una muy bonita chica de cabello rojo como el fuego.
Soledad suspiró.
— Es una increíble persona, alguien que jamás se quedará sin palabras para hacerte sentir especial. Puedes dar por hecho que nunca te dejará sola y estará allí cuando sea necesario. Es inteligente y paciente. Ustedes son su mundo ¿saben? No hay un solo día que no esté agradecido con ustedes, y lo llenan de amor y felicidad. Me acepta como soy y no me juzga. Es todo lo que pueden pensar.
Todas tenían inmensas sonrisas en sus rostros.
— ¿Y Harry? ¿Cómo es él?
Elizabeth rió, ellas deseaban saber la realidad detrás de las caras bonitas y los periodistas.
— Es inmaduro— comenzó diciendo, y notó como algunas sonrisas se borraron— y eso lo hace tan increíble. No puedes tener una pelea con él sin terminar perdiendo. Harry no es paciente, en absoluto, y puede ser demasiado ególatra algunas veces pero conoce las palabras correctas para que te sientas bonita. Es el deseo que pides cuando apagas las velitas de cumpleaños. Él me enseña todos los días a mejorar como mujer y como persona, porque créanme cuando les digo que es quien me salva de mi misma, de todos los malos pensamientos y me convierte en alguien segura y dispuesta a superar los miedos. El Harry Styles que ustedes piensan que es, pues bueno... es el real.
Ambos hombres sonreían como estúpidos a las dos chicas que habían llegado un día y se habían llevado todo con ellas.
— ¿Los cuidaran?
— Sin dudas— respondió la rubia guiñándoles un ojo.
— Por supuesto— concluyó la de ojos grises regalándoles una gran sonrisa, esperando a que todas volvieran a sus casas.Al llegar los bolsos volaron hacia las habitaciones.
— ¡Estaremos en la sala de ensayo!— gritó Liam, recibiendo un grito en respuesta.
Ambas chicas estuvieron de acuerdo en hacer una video llamada, sus madres eran exigentes cuando se trataba de mantenerlas al tanto.
— Ahí están— chilló una de las pequeñas adolescentes, atrayendo detrás de sí a su hermana y madres.
— Hola— saludó Soledad en un perfecto español.
A veces era difícil estar tan lejos de casa, había días en los que querían estar al menos un poco más cerca de sus familias.
— ¿Cómo estuvo España?— preguntó Gina, sonriéndole a la cámara.
— Ha sido interesante— respondió Elizabeth, devolviéndoles la sonrisa.
— ¿No hay nada que tengas que contarnos?— picaneó Malvina con la misma expresión que el gato de Cheshire.
La castaña suspiró, era escandaloso cuán rápido llegaba la información a todos lados.
— ¿Recuerdan cuando preguntaban por el momento en que por fin estuviera atada a alguien? Harry y yo estamos saliendo.
Los ojos cafés de Maricel se llenaron de emoción.
— Se ven tan lindos juntos.
La conversación se extendió hasta llegar a las dos horas, cuando ambas mujeres decidieron interrumpir en la pequeña y confortable sala de ensayos.
Paredes insonorizadas, puf, sillones, y tres guitarras era todo lo que decoraba la pequeña habitación que olía a vainilla.
La hermosa melodía de "Strong" llenaba el lugar, metiendo en una ensoñación a las muchachas.
Nadie detuvo la música, solo siguieron cantando al ritmo de la guitarra acústica que el irlandés manipulaba con total facilidad y dedicación.
"Lo siento si digo que te necesito, pero no importa, no le temo al amor"
Cuando la canción llegó a su fin, y los últimos acordes rasgaron las cuerdas de la guitarra, el trance en que estaban sumidos terminó.
— Eso fue hermoso— alagó Soledad, dándose cuenta que nada sonaría tan bien como oírlos en el bello silencio de una habitación cerrada.
— Deberían dedicarse a la música, tienen talento— bromeó Liz, escondiendo lo mucho que las palabras de la canción la afectaban emocionalmente.
Ellos rieron.
— ¿Tú crees?— preguntó Liam continuando el juego.
— Estoy segura de que serían grandiosos y se llevarían al público.
— Estamos en ello... solo sucede que algunos somos mejores que otros...— bromeó Louis demostrando una vez más que él no era en absoluto como hacía creer al mundo.
— Oh... ya quisieras— picaneó Niall, arrojando una almohada a su cara dando comienzo a una guerra donde cualquiera estaba involucrado, y terminaría con moratones.— ¡Quítense de encima!— chillaba Soledad siendo aplastada por Zayn y Louis, que no iban a moverse de allí solo por el placer de oírla volverse loca.
— Olvídalo— la risa de Louis se oía fuerte y tan bien a los oídos.
— ¡Zayn!— los pulmones de la rubia estaban quedándose sin oxigenación.
— Pues bien... Grita bien alto que el televisor será nuestro durante dos semanas, sin reclamos, a la hora que queramos.
La muchacha resopló el poco aire que quedaba en su cuerpo.
— El televisor será de ustedes por las próximas dos semanas, a la hora que sea y no haré reclamos.
Cuando fue capaz de estar en sus pies, golpeó a ambos detrás de la cabeza.
— Voy a cobrarles venganza. Denlo por hecho.
— Tiembla mundo— bromeó Zayn.
— Oh, ten asegurado que se van a terminar arrepintiendo de esto.
La sonrisita malvada que apareció en el rostro de Soledad los detuvo de seguir molestándola.En la sala Elizabeth corría desesperada, huyendo de las cosquillas.
— ¡Ven, no te haremos daño!— la voz de Niall retumbaba en las paredes.
— Eso mismo le dijo el lobo a caperucita, y se la terminó comiendo— la castaña comenzó a reír sin control.
El pequeño cuerpo de Liz se desplomó en el sillón, dándoles la oportunidad de que la alcanzaran, picándole las costillas sin descanso, sacando de ella lágrimas de risa.
— Ya... deténganse— las palabras salían temblorosas.
— Dinos algo que nos convenza.
Los ojos grises de ella se estancaron en los celestes de Niall.
— ¿Por favor?
Harry largo una carcajada.
— No es algo convincente, Pixie. Esmérate.
— Los odio, lo juro— refunfuñó entre dientes, ganándose sonrisas burlonas.
— Eso no hará que nos detengamos.
— Bien... ¿Ustedes son increíbles? ¿Los quiero? ¿Cocinaré la cena durante las dos noches siguientes?
Niall sonrió, guiñándole un ojo.
— Bueno, pequeña, solo con decirnos que somos increíbles bastaba, pero me agrada la idea de que hagas la cena, ya que era el turno de Harry cocinar... y él apesta en eso.
El aludido resopló, besando la frente de la agitada mujer.
— Aléjate, creí que moriría.
— Exagerada— susurró Liam tirándole un mechón de cabello, dirigiéndose a la cocina.A la hora de cenar, todos estuvieron de acuerdo en que debían llamar a un delivery.
— ¡Soledad atiende!— gritó Liz, evitando que la tomaran a ella como ama de llaves.
Entre quejas la rubia estuvo enfrente del repartidor de pizza, quien tenía alrededor de tres tonos de rojo diferentes pintados en su rostro. La rubia lo observó, registrando desde su bonito cabello oscuro, hasta los intensos ojos cafés.
— ¿Estás bien?— preguntó entonces, cuando el muchacho, que no aparentaba menos de veinte años seguía con los ojos clavados en ella.
— ¿Disculpa?... Oh, lo siento. ¿Estás sola?
Antes de poder responder, Sol sintió un cuerpo detrás de ella.
— En absoluto— la voz de Niall era tajante— está conmigo, y si ya has terminado de mirar a mi novia como si ella fuera una torta de crema, entonces me gustaría que me dieras lo que pedimos y siguieras haciendo tus cosas.
— Disculpa— susurró avergonzado, y recibió sin más el dinero que el irlandés le extendía, para luego recibir un portazo.
Cuando el chico ya no estuvo a la vista, Soledad largó una risa.
— Eres tan celoso— acusó todavía riendo.
— No lo soy. Él te miraba como si fueras su cena— giró su cuerpo amagando con irse, cuando la rubia lo tiró de nuevo cerca para plantarle un pequeño beso.
— El no debería importar, porque tú eres mí chico, y no importa que tan lindo o llamativo sea no hay puntos de comparación, así que deja de ser un hombre de las cavernas y vayamos a cenar.
La cocina estaba en silencio.
— Chicos— anunció Liz, quitando de sus manos la grasa que sobraba— la rubia de aquí y yo volveremos a nuestro país por las fiestas.
Cinco pares de ojos se trabaron en ella, abiertos como platos.
— ¿Te irás?— preguntó algo alterado Niall.
— Solo es por navidad y año nuevo. Verás que no es nada.
— ¿No pueden pasarlo aquí?— Harry no sonreía.
— Harry, ustedes nunca pasan las fiestas aquí, están con sus familias. Además, piensa que ya han pasado meses desde que vimos nuestros padres y hermanos y comienzan a hacernos falta.
Ninguno discutió el argumente, pero en sus caras se veía el descontento.
— Oh, no se pongan todos serios y silenciosos. Solo serán dos semanas, luego estaremos aquí de regreso.
— ¿No hay cambio de planes?— indagó Louis.
— Lo siento, pero no. Dejemos el drama, saben tan bien como nosotras que dos semanas pasan a toda velocidad.
Continuaron cenando, volviendo al buen ambiente de risas, dejando atrás el momento de tensión para sustituirlo con bromas.
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Enamorándome en Londres
FanfictionUn viaje a otro continente. Una nueva familia. Música que entra por tus oídos y se instala en tu alma. Siete personas viviendo dentro de un mismo lugar. "El amor está a la vuelta de la esquina" dijo Sol. "O al otro lado del océano"...