•Capítulo 21: "España, el concierto y los celos"•

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Un nuevo viaje apareció de pronto. España los esperaba el dieciséis de diciembre con todo su esplendor y su idioma, que aliviaba a las dos pequeñas chicas que casi habían olvidado lo que era mantener una conversación completa en español con alguien más que ellas y sus madres por teléfono.
Ambas estaban emocionadas, conocerían otro país, y estarían rodeadas del encanto de Madrid.

La capital española estallaba en cosas bonitas, empezando por su aeropuerto, repleto de luces y gente que no intentaba atropellarse unas con otras, pero lo bonito terminaba cuando la horda de fanáticas adolescentes, desesperadas por conocer a sus ídolos, estuvieron rodeándolos, intentando colarse por entre los musculosos y exageradamente grandes guardias de seguridad.
— ¿Puedo entrar en pánico?— preguntó Soledad sorprendida ante las bienvenidas.
Ninguna de las dos chicas estaban en desacuerdo con el amor que las muchas fanáticas les tenían a sus queridos anfitriones, pero quizás todo aquello era demasiado.
— No van a lastimarlas— rió Louis, sin notar como ambas se ponían tensas.
A medida que los siete muchachos fueron avanzando, las alegres y eufóricas fans comenzaron a ser un poco más agresivas y a tironearles de la ropa, los cabellos y hasta las orejas.
— ¡Tranquilas!— gritaba Paul, intentando calmarlas, aunque sin éxito.
Soledad sentía como las manos se acumulaban y jalaban sus cortos cabellos rubios, provocándole un dolor agudo, mientras que Elizabeth no tuvo remordimientos en devolver algunos golpes.

El hotel en el que se hospedarían era bellísimo. Un inmenso lobby les daba la bienvenida, los botones y hospedantes se movían de forma ordenada por el elegante lugar, dándoles un cálido recibimiento.
— Nuestra habitación es la número 506— confirmó Paul, moviéndose entre la multitud acompañado de varios hombres que ayudaban con el equipaje.
— ¿Compartiremos una sola habitación?— preguntó Liam confundido por la unidad de la llave.
El gran guardia lo miró levantando una ceja, y suspiró.
— Compartirán habitación— afirmó, y salió del elevador, dirigiéndose a la puerta correspondiente.

La habitación, a simple vista parecía un cuarto lleno de cosas puestas al azar.
Una gran cama matrimonial y tres pequeñas componían casi todo el amueblado, exceptuando dos mesitas de noche puestas estratégicamente. Una puerta llevaba al baño, increíblemente blanco.
— ¿Paul?— dijo Niall llamando la atención de todos— solo hay cuatro camas... Nosotros somos siete.
— Dos de las camas más pequeñas tienen una cama debajo, eso los dejaría perfectamente acomodados para poder dormir— respondió el hombre de ojos claros con un poco de cansancio.
Nadie se atrevió a preguntar más. Decidieron que dormir sería lo mejor.

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La mañana apareció de pronto detrás de las cortinas, iluminando de manera incómoda e irritante gran parte de la habitación. El sonido de los golpes en la puerta terminó por despertar a los siete inquilinos.
— ¡Vamos! Tenemos una prueba de sonido en tres horas.
La voz de Paul se oyó fuerte y clara tras las paredes, que parecían hechas de papel calcable.
— Detesto tan intensamente el sonido de los gritos cuando recién estoy despertando— se quejó Niall, aplastando su cabeza con la almohada.
Después de alistarse y desayunar en un cómodo silencio todos estuvieron listos para salir rumbo a la prueba de sonido.
La puerta del hotel estaba atestada de chicas que pedían a gritos por los famosos cinco muchachos, impidiendo el paso de cualquiera que quisiera sacarlas de allí.
Se repitió la misma historia que el día anterior, fanáticas agolpándose contra los grandes y aterradores guardias con caras de pocos amigos, tironeos de cualquier pedazo que pudieran tomar de sus ídolos, y un par de insultos hacia las dos muchachas.
— ¡Por favor! Muévanse— pedía desesperado Paul Higgins.
Cuando pudieron salir de aquel tumulto que los arrollaba vorazmente todos estaban algo desarreglados y agitados.
— Eso fue un poco intenso— opinó Soledad desenredando sus pelos enmarañados.
— Siempre es así— acotó Liam restándole importancia.
Elizabeth lo observó con las cejas levantadas.
— ¿Nunca se cansan de eso?, es decir, comprendo que ellas son pasionales y los aman, pero... ¿creen que golpeándolos y gritándoles en la cara consiguen algo?
— No lo sé— habló Louis.
El resto del viaje en auto fue silencioso, se notaba a kilómetros que estaban algo cansados consecuencia de la noche de poco sueño debido a los gritos de quienes se habían quedado fuera del hotel a acampar.
 
  El escenario era inmenso, con una gran pasarela y luces de distintos tamaños y colores que estaban ubicadas estratégicamente. La gente corría de un lado a otro mientras intentaba acabar con la preparación de todos los detalles que restaban.
— Esto es irreal—dijo Soledad embelesada por la inmensidad y amplitud del lugar.
— De noche es mucho mejor, se convierte en algo mágico— informó Zayn con un notorio orgullo en la voz.
La banda también estaba allí, Josh Devine, Dan Richards, Sandy Beadles y Jon Shone se mostraban felices y totalmente concentrados en sus labores. Afinaban y volvían a tocar más veces de las que pudieran contar, y era increíble ver el alma y la dedicación que ponían en cada práctica.

Enamorándome en LondresDonde viven las historias. Descúbrelo ahora