•Capítulo 44: "Enojo injustificado"•

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Observaron el reloj con cansancio, contando las patéticas horas que les quedaban en casa antes de tener que embarcarse en un avión. Cuatro horas parecían una burla, y con cada segundo que pasaba los cinco cantantes se veían más desganados, lo que provocó que sus buenos humores se esfumaran en un abrir y cerrar de ojos.
— Será un mes muy largo— comentó Liam sobándose los ojos, mostrando su descontento con la idea de pasar un mes completo con la gente de Modest!
— Pasará rápido— argumentó Niall, quién no tenía una pizca de emoción en el cuerpo.
— No lo hará, tú sabes que ellos jamás cumplen con los días. No comprendo aún porque demonios estamos aún con esta gente, no hacen más que volvernos locos con sus impedimentos y molestias, me confundo a veces y no sé si ellos son quienes se suben a los escenarios.
Louis no podía controlar su temperamento, para él siempre había sido una pérdida de tiempo seguir las órdenes y reglas de aquellos managers. Odiaba esa forma de ser tan petulantes que parecía ser el único carácter que todos poseían allí dentro.
— Sabes que no podemos irnos de ahí sin consecuencias. Ellos son quienes ponen las pautas y nosotros las cumplimos, sabes de memoria que si nos vamos ellos harán algo que nos perjudique, y estoy seguro que ninguno de nosotros estamos dispuestos a desmentir las porquerías que puedan llegar a inventar.
El tono de voz calmado de Zayn era totalmente indiscutible y su argumento completamente válido, por lo que todos se convencieron de que era lo mejor aunque el mal humor contaminó toda la sala, algo que tanto Soledad como Elizabeth notaron en el momento en que pisaron el lugar.
— Wow, ¿qué fue lo que pasó aquí?— la pregunta de Soledad, a pesar de ser inofensiva, logró que los temperamentos explotaran.
— Sucedió que no estamos de buen humor— respondió Louis del modo más duro que logró.
— Gracias, señor evidente— retrucó Elizabeth con sarcasmo recibiendo una mueca de falsa simpatía por parte del mayor.
— ¿Saben que no siempre estamos de buen humor? ¿Saben que nosotros también nos cansamos y nos estresamos?— la voz de Liam se tiñó de una anormal amargura.
Ambas mujeres se observaron entre ellas con mala cara, no había forma en el mundo que toleraran el maltrato de parte de nadie, menos aún cuando ellas no tenían nada que ver con el tema.
— Claro que sabemos que ustedes también sienten enojo y extrañan, pero no deberían tomárselas con nosotras. Comprendo que no sabemos nada acerca de estar lejos durante mucho tiempo, o que no tenemos idea lo que es el acoso permanente y el agobio de pensar en los rumores, pero pienso que es algo injusto que estén tirados en un sofá, lamentándose de lo terrible que es la situación cuando hay personas que pasan peores cosas— la pequeña castaña destilaba enojo en cada palabra que decía.
— ¿CUÁNTAS JODIDAS VECES TENEMOS QUE DECIR QUE NO ESTAMOS DE HUMOR? ¡NO NECESITAMOS EL SERMÓN DE DOS NIÑAS AJENAS A NUESTRO ESTILO DE VIDA!, ¡NO NOS INTERESA OÍR UN DISCURSO DE PALABRAS BARATAS LLENAS DE PENA FINJIDA!, ¡YA CIERREN SUS BOCAS Y MÉTANSE EN SUS ASUNTOS!
El grito furioso de Zayn hizo vibrar los cristales de la araña que colgaba del techo, y asustó a las mujeres que hervían de furia ante semejante acusación. Ninguno de los cuatro cantantes que quedaban fueron capaces de abrir la boca, estaban congelados ante la reacción inusual del moreno, quién temblaba incesante.
— ¡NO ES UN SERMÓN, IMBÉCIL!— chilló Soledad, fuera de sí, siendo incapaz de controlar la explosión de palabras que bullía dentro suyo— ¡LAMENTO DECIRTE, MALIK, QUE ESTAREMOS AQUÍ POR UN TIEMPO MÁS, POR LO QUE VE PENSANDO BIEN EN LAS PALABRAS QUE DICES ACERCA DE SER AJENAS AL ESTILO EN QUE ESTÁN VIVIENDO, PORQUE HAN PASADO MÁS DE SIETE MESES Y SOLO HEMOS VISTO A NUESTRAS FAMILIAS UNA VEZ! ¡DEBERÍAS DECIRLE A PERRIE QUE TE PRESTE MÁS ATENCIÓN, AL PARECER NO ESTÁ MANEJANDO BIEN ESTO DE CONTENTARTE!
Su voz se entrecortaba con cada palabra que escupía.
— ¡NO TE METAS CON MIS ASUNTOS PERSONALES, MADURA DE UNA VEZ!— bramó el morocho sin pensar en las consecuencias.  
Elizabeth abrió los ojos como platos, nadie le gritaría a su hermana, nadie la haría sentir mal a propósito.
— No vuelvas a gritarle, Zayn— dijo en un amenazante tono neutral, su voz no había adquirido volumen, sino peligrosidad— no es culpa nuestra que tú no sepas lidiar con la falta de sexo, así que baja tú maldito temperamento y tranquilízate.
— Tú mejor no digas nada, eres la menos indicada en hablar de malos temperamentos, eres una…
— Cuida la palabra que vayas a soltar, Zayn— dijo Harry. Su voz grave no era en absoluto simpática.
— Yo ya me voy— Liz giró su cuerpecito, y sin más se retiró del lugar, dando un último portazo al entrar a su habitación.
Malik parpadeó continuamente durante uso segundos, contando en reversa mentalmente para calmar su rabia. Nadie dijo ninguna palabra por al menos un minuto completo, jamás se habían gritado de tal manera.
— Lo siento— murmuró, avergonzado de sí mismo.
Soledad respiró profundamente, llenando sus pulmones de aire, y soltándolo despacio.
— También yo, pero no vuelvas a gritarnos de ese modo— usó un tono calmo, pausado y casi audible— debes estar agradecido de que haya personas que griten y aclamen por ti, debes ser feliz al pensar que fuera de aquí hay gente que te ama aún sin tener ni mínima idea de cómo eres realmente. Sé que van a brillar en ese concierto, y que el video será magnífico, así que ¿por qué no aceptar el viaje con una pequeña sonrisa y ser agradecidos?
La rubia le regaló una sonrisa,  que fue completamente respondida.
— Gracias— musitó el moreno, cuando la hubo abrazado cortamente. 


 El ruido que hizo su estómago le dio un claro indicio de que debía salir de la habitación para buscar algo con qué alimentarse, por lo que con sigilo se dirigió a la cocina procurando no cruzarse con nadie, aún estaba un poco enojada y quería evitar las confrontaciones innecesarias. Soltó un suspiro al notar que la casa se hallaba completamente vacía, y con un poco más de soltura atacó la barra de chocolate que quedaba en la heladera, sintiendo como la dulzura se disolvía en su boca creándole una maravillosa sensación de calma.   
Caminó con pasos lentos hacia la sala, tomando de la mesada el libro que había comenzado a leer y se propuso a tener un largo rato de lectura en el sillón de tres asientos, pero al llegar allí se topó con el cuerpo de Harry, el cual dormía profundamente estirado sobre el mueble, que al parecer era corto para el metro ochenta de él, que se encontraba algo enroscado en posición fetal.
Elizabeth sonrió con ternura ante la paz que emanaba su novio, y sin pensarlo se sentó a los pies del sofá, quedando a la misma altura que él para así poder verlo más de cerca.
— Te ves tan dulce y me aterras de un modo tan difícil de expresar, Styles— murmuró, quitando los largos mechones castaños del rostro pálido del inglés, admirando la perfección de sus rasgos, sus pestañas pequeñas, la rectitud de su nariz, y el color rosado de sus labios que tenía una conmovedora forma acorazonada.
— A veces me llevas al borde de la locura, tiras hasta mis límites y me haces querer estrangularte, y luego cuando dices o haces alguna tontería cursi, mis piernas se debilitan y mis latidos corren a una velocidad exagerada y subnormal— usó la yema de su dedo índice para delinear cada forma de su cara, asombrándose de que él no se moviera en absoluto, a pesar de que ella era suave en cada roce, estos eran perceptibles.
Era cómico como podía ser capaz de vomitarle todas sus tripas mientras dormía, y acobardarse absolutamente cuando lo veía a los ojos.
— Aún no comprendo cómo fue que terminé así, ni mucho menos cómo fue que comenzaste a interesarte en mí… Logras que cada uno de mis defectos sea menos molesto con solo entrelazar tú mano con la mía, haces que me sienta especial y querida aunque son pocas las veces que has dicho un “te quiero” en voz alta. A veces pienso en lo mucho que he cambiado en este tiempo que pasé aquí, y me doy cuenta de que gran parte de mis progresos son gracias a ti, porque a pesar de que no nos llevábamos nada bien tú siempre has estado ahí para mí, me sacas adelante cuando veo el mundo de forma negativa y oscura. Estoy tan aterrada de que tú no te sientas igual, tengo tanto miedo de que al decirte que te amo tú no me respondas y te alejes. Es ridículo, y sé que sí me arriesgara por lo menos una vez en mi vida, sabría lo que piensas, pero no sé si podría soportar el rechazo, Harry.
Besó la coronilla despeinada de su novio, y colocó una manta sobre su largo cuerpo, para luego irse de allí en silencio.
Harry se removió un poco sobre sí mismo, procurando no caer de bruces al suelo y se acurrucó más con la manta, por obviedad el inglés no había oído absolutamente nada acerca de lo que Lizz había dicho, pero él se sentía del mismo modo.
Elizabeth había llegado a su vida con la intensión inconsciente de cambiar todo, había irrumpido un día como si nada atrapándolo irremediablemente con su terquedad, su sonrisa, sus miedos y su sinceridad, con ese aire de mujer dura que por dentro era como el cristal. Ella sin dudas era alguien diferente, casi refrescante a lo cotidiano en el mundo del glamour al que él se había acostumbrado al rodearse de gente famosa.
Era una sensación extraña aquella que sentía cada vez que pensaba en ella o que la veía feliz, y estaba encantado de poder sentir todo aquello, ya que, de una u otra forma, esa pequeña mujer de carácter fuerte era la que lo mantenía, últimamente, aferrado a la tierra. 

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Traducción de la imagen de multimedia: "Quizás deberías cerrar tu maldita boca"

Enamorándome en LondresDonde viven las historias. Descúbrelo ahora