•Capítulo 25: "Tiempo de chicos"•

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Capítulo 3/3

Detrás de la puerta la habitación estaba inusualmente silenciosa, en efecto estaba totalmente vacía, y pecaminosamente desordenada.
— No puedo creer que se fueran y dejaran todo de esta manera— se quejó Soledad esquivando ropa interior desparramada por el suelo— voy a destriparlos cuando regresen.
— Eso dejaría más desorden, asesínalos de una manera menos terrorífica y escandalosa.
Elizabeth recorrió la habitación, encontrando lo que buscaba.
"Necesitábamos tiempo de chicos. Lo sentimos señoritas pero no podían venir. Las queremos y no nos esperen despiertas"   
— Muy bien... ¿Qué te parece ir a ese bonito bar que hemos visto hoy?— propuso Soledad meneando sus cejas, haciendo reír a Lizzy.
— ¿El que parecía una taberna?
— No era una taberna, tonta— rió Sol codeándola— el nombre era feo pero tenía buena pinta.
Una hora después ambas estaban duchadas, cambiadas y maquilladas. Listas para salir.

El bar "Macumba" estaba hasta el tope, la gente se amontonaba en una hilera para entrar, algunos siendo rechazados por la minoría de edad, otros cansándose de la espera y yéndose.
La música de "Payphone" de Maroon 5 sonaba a todo volumen, el alcohol iba y venía y los cinco hombres estaban ya totalmente ebrios.
Harry se balanceaba de aquí allá, acompañando a Liam quien cantaba a toda voz, Louis y Zayn por otro lado compartían cerveza, mientras Niall se sostenía de la barra de tragos para no caerse de cara al suelo. Ninguno de ellos podía ser consciente de que justo al otro lado del gran lugar, Soledad y Elizabeth hacían su entrada, uniéndose a la escandalosa fiesta.
— ¿Quién puede ser tan poco coherente para ponerle un nombre tan estúpido a un bar?— Liz criticó sin piedad el gran letrero.
— ¿Acaso es tan importante?— resopló su amiga.
— No, pero... ¡Por Dios!
Ambas movían sus caderas al ritmo de "Happy" de Pharrell Williams, cantando a todo pulmón y riéndose de sus pasos tontos.
— ¿Quieres bailar?— preguntó una voz en el oído de Soledad, haciéndola detener y girar.
Bajo la luz de los reflectores coloridos era difícil distinguirlo, pero parecía un chico alto y de cabello del color de la noche, y sus ojos eran oscuros. Sonrió abiertamente hacia ella y puedo notar que tenía una muy bonita dentadura.
— Diré que sí, pero quiero aclararte que tengo un novio, y si te sobrepasas vas a terminar con un ojo negro— advirtió ella devolviéndole la sonrisa pero haciéndole saber que hablaba enserio. 
— Gracias por la aclaración— rió un poco nervioso— no haré nada que justifique un golpe.
La rubia soltó una sonora carcajada.
— Entonces, vamos a bailar— tomó el brazo del chico y lo arrastró hacia la masa de cuerpos.
Elizabeth soltó un suspiro que se perdió en el eco de la música, aunque la soledad duró poco.
— ¿Quieres compañía?— preguntó una voz grave, acompañada de un alto y fuerte cuerpo, unos ojos azules hielo la miraban simpáticos, hacían juego con su cabello rubio arena.
— Depende...
El rubio entrecerró los ojos, era evidente que estaba pasado de copas.
— ¿De qué?
— Depende del motivo por el que quieras hacerme compañía— respondió ella encogiéndose de hombros.
— Bueno, en realidad era para que tomáramos algo, pero si no quieres...
Lizzy rió ante el típico truco de la victimización.
— Vamos— concedió, siguiéndolo hasta la barra de tragos, ella no tomaría más de una copa, no necesitaba embriagarse y menos aún cuando su acompañante había consumido su peso en alcohol.

Soledad bailaba sin parar, haciendo pasos tontos y sin sentido, haciendo reír al chico, cuyo nombre resultaba ser Evan, y que por pura coincidencia también era de Inglaterra.
— Parecemos tan infantiles— bromeó el moreno, carcajeándose.
— Necesito algo para tomar— anunció ella, recibiendo un asentimiento y siendo seguida por su acompañante.
Al llegar a la barra, notó como su amiga hablaba con un rubio de mirada intensa y sonrisa bonita.
— ¿Qué edad tienes, Soledad?— preguntó Evan, sorbiendo su trago.
— Dieciocho— respondió— Déjame adivinar... ¿Veintitrés?
Evan negó con la cabeza.
— ¿Veinticuatro?
Volvió a negar.
— ¿Eres aún mayor que eso?
— Tengo veinte, aunque no tengo idea si sentirme bien o mal porque me hayas creído cuatro años mayor.
— Oops— las mejillas de Soledad se calentaron, y agradeció mentalmente la oscuridad del lugar.
Siguieron hablando y compartiendo tonterías, pero nunca, ninguno de los dos, coqueteó adrede.

Elizabeth giraba la pajilla dentro de su copa de daiquiri, oyendo el balbuceo aburrido de Nick.
— ¿Qué te parece si vamos a bailar?— preguntó con la esperanza de poder hacer que cerrara su maldita boca de una vez.
La música era un poco más lenta, por lo que el cuerpo robusto de Nicholas se pegó al pequeño de Lizzy, sus manos en sus caderas y las de ella en su pecho, manteniendo una distancia prudente. Comenzaron a moverse, ella con soltura y él con demasiada torpeza.
— Eres muy bonita— susurró en su oído.
— Gracias.
De pronto sintió un molesto pinchazo en el cuello, y se soltó rápidamente, alejando de sí al estúpido borracho que, sin dudas, le había dejado una marca.
— Sí mi piel tiene una sola marca, te buscaré por todo el país y te voy a arrancar los ojos— amenazó ella, saliendo de allí con rapidez.
 
 Soledad chocó contra su hermana, quien estaba claramente alterada. Comenzó a sonreír hasta que sus ojos cafés se posaron en el visible moratón.
— ¿Qué demonios? ¿Estuviste bailando con Drácula?
La castaña le dio una mirada asesina.
— No es momento para hacer bromas, Soledad. Estaré en serios problemas si mañana alguno de los chicos se entera de esta mierda.   
— Tiene el tamaño de Rusia, cielo. Es casi imposible que no lo noten.
Cuando estaba a punto de soltar un improperio indigno de una mujer, vio a Harry, sentado en la larga barra, con una rubia curvilínea que, no solo estaba invadiendo la burbuja personal del chico, sino que movía sus pechos tan cerca suyo que Elizabeth creyó que vomitaría.
— Al menos finge que me oyes— dijo Soledad un poco fastidiada.
— Harry está ahí— fue la respuesta.
Soledad giró sobre sí y también lo vio, añadiendo a su campo de visión a su novio, siendo el centro de atención de casi toda la pista por como movía su cadera.
— Y ahí está mi muy, muy borracho novio. Lo siento, nena, pero debo sacarlo de ahí.
La rubia corrió hacía el irlandés, mientras Elizabeth se acercaba con mucho sigilo a Harry.
Sabía que estaba mal escuchar las conversaciones ajenas, como también sabía perfectamente que el británico no era de su propiedad, pero ¿Quién podía culparla?
— Vamos, nene— la voz de la perra era repugnante al oído.
Lizzy se acercó mucho más, casi al borde de estar a su lado, así escucharía con mayor claridad.
— No sucederá.
¿La estaba rechazando?
— ¿Por qué no quieres venir conmigo?— la rubia de botella fingió estar ofendida, haciendo un penoso intento de puchero, tironeando del brazo de su presa.
— Porque estoy saliendo con una chica, y sé que no será feliz si yo cedo a estar contigo.
La respiración de Liz se atascó en su garganta, estaba negándose a una chica por ella.
— Ella no se enterará— la maldita arpía no se daría por vencida, no recibiría un no por respuesta.
— Detente— cortó Harry, su borrachera le nublaba un poco la mente, pero no aceptaría la oferta— ella no se enterará, porque nada va a pasar con nosotros. Mi Pixie no merece que le haga daño, y ya lo he hecho demasiadas veces.
Stephanie, como se llamaba la muchacha, bufó, soltando el cansado brazo de Harry.
— ¿La quieres?
— No tengo que responderte, necesito salir de aquí— tambaleándose un poco, el inglés se alejó de su pesadilla personal.
Elizabeth no podía salir del asombro, ¡Dios! ¿Qué tal difícil era enojarse con Harry Styles? Giró sobre sí, buscando con la vista a su amiga, quien estaba haciéndole inspecciones de garganta a Niall.
Bueno... al parecer tendré que volver al hotel yo sola...
Caminó a la salida, y pidió un taxi, alejándose de ahí con una gran y tonta sonrisa.

Enamorándome en LondresDonde viven las historias. Descúbrelo ahora