•Capítulo 10: "Arrepentimientos y exclusividad"•

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  • Dedicado a Sabri Monteferrante
                                    

El molesto sonido de un golpeteo despertó a una molesta Soledad, que muy a su pesar movió el cuerpo fuera de la cama para abrir la puerta.
— Buenos días— susurró Louis y depositó una bandeja con comida en el escritorio.
— Por supuesto, pasen— ironizó Sol.
De un momento a otro habían dejado de ser solo dos para ser siete dentro de la habitación oscurecida por las persianas.
— ¿Sigue dormida?— preguntó Liam y movió la cabeza hacia el bulto de la cama del lado derecho, que respirada pausadamente.
— Ha tenido pesadillas— dijo la rubia mirándola y se acercó a ella para moverla con cuidado, despertándola.
La castaña sonrió levemente a todos en el cuarto, pero no produjo sonidos.
— ¿Amaneciste bien?— preguntó Liam sin poder evitar mirar las vendas en sus brazos.
— Sí, gracias por preguntar— su garganta tenía la sensación de tener una lija atrapada.
Nadie mencionó en ningún momento lo sucedido el día anterior, por el contrario se dispusieron a desayunar y a reír tanto como se era posible.
Harry aún no había abierto la boca, y para el momento en que todos, incluida Soledad salieron de la habitación era él el único que quedaba.
— ¿Te sucede algo?— inquirió de manera cortante.
— ¿Qué le sucedió a tus brazos?— preguntó ignorando el tono de la chica.
— He tenido un pequeño accidente— respondió omitiendo la verdad.
Harry optó por cerrar la boca, sí decía algo sobre su auto flagelación entonces pondría en evidencia a Soledad, y ella no estaría muy feliz.
— Debes cambiarte las vendas— notó Harry.
Elizabeth era un pequeño mar de confusión, ¿Por qué habría Harry de preocuparse por sus vendas?, no, ¿por qué tenía él que estar ahí con sus verdes ojos brillantes, y esos hoyuelos en sus mejillas, mirándola como si fuera una criatura indefensa?
— Gracias, capitán obvio— dijo y vio como el chico buscaba el botiquín del baño y volvía con vendas y desinfectante.
— Extiende el brazo derecho, Pixie— pidió y sin rechistar Lizzy obedeció.
Desenvolvió la venda, que ahora tenía una tonalidad rosada debido a la sangre, y limpió con mucho cuidado los pequeños cortesitos.
— Ouch— se quejó.
— Nada de quejas. Tú te creaste el dolor, nena. Ahora debes mantenerte quieta y tolerar.
Los ojos de Elizabeth se abrieron como platos, y sus mejillas se calentaron por la vergüenza.
— No deberías lastimarte— reprochó él, envolviendo el brazo y ocupándose del otro.
— Y tú no deberías fingir que te importa— replicó ella.
La mirada mortal que Harry le dio fue suficiente para que cerrara su boca, al contrario de él que siguió hablando en una voz grave y extrañamente suave.
 — Yo nunca finjo que algo me importa cuando no es así. Vives en mi casa, estás bajo mis reglas, y me preocupa tu salud. Simple y concreto.
Por un momento Elizabeth creyó que él diría que ella le importaba, porque irónicamente, a pesar de que no se soportaban, ella quería agradarle.
— Es un alivio que tú estés tan alerta sobre mi salud— declaró con mordacidad.
— Deberías dejar de ser tan filosa, Pixie. Es un hecho que no comprendes lo estresante que resultan las chicas como tú.
— ¿Chicas como yo?
— Molestas, tercas, tajantes, y sobre todo negadoras.
El humor de Elizabeth estaba yéndose en picado.
— ¿Negadora? Oh bueno, ilumíname Harry.
— Niegas rotundamente el hecho de que te atraigo y por eso eres tan molesta y dura cuando me hablas. Niegas todo acerca de que el beso de ayer te haya dejado despierta más tiempo del que quisieras. Niegas el hecho de que necesitas constantemente atacar a otros para poder defenderte y escudarte para no salir lastimada. Vamos, Pixie ¿crees que no conozco como son las cosas en tu mente?
— ¡Oh por Dios! Eres tan pagado de ti mismo que no notas lo imbécil que suenas. Tú no me atraes, eres la última persona del mundo de la que quiero esconderme y nunca he negado el hecho de que el beso haya sido algo malo, solo puntualicé que no debería haber pasado nunca.
— Disculpa, ¿Qué has dicho?
— ¿Eres un idiota?
— No, repite lo último que has dicho.
— ¿No me arrepiento de besarte?
Él sonrió.
— ¿Qué?
— No me arrepiento de besarte.
— Dilo más alto, Pixie, creo que no te oí.
— ¡NO ME ARREPIENTO DE HABERTE BESADO STYLES!— chilló ella, con su cara a centímetros de la sonriente de Harry.
— ¿Ves, nena? Las cosas mejoran cuando aceptas las cosas.
Idiota.

— Nos vamos— gritó Liam desde la puerta, para que Soledad los escuchara.
— ¿A quienes debo incluir en tú plural?
— Louis, Zayn y yo. Niall se quedará contigo. Harry aún no ha salido de la habitación de Lizzy.
— Cuídense— pidió y oyó el golpe de la puerta al cerrase.  
Volvió la vista a su libro de literatura, intentando concentrarse y no subir la vista hacia el irlandés que la examinaba desde la puerta de la cocina.
— ¿Volvemos al acoso?— preguntó sonriéndole.
— No, jamás tomes mi mirada como acoso. En realidad quería preguntarte algo— dijo y sus mejillas tomaron un tono rosado totalmente dulce.
— Dime.
Niall pensó las siguientes palabras de forma que no quedaran como si estuviera desesperado, lo cual era un poco cierto.
— Bueno… han pasado casi tres meses desde que ambas están aquí…— comenzó diciendo— y me he dado cuenta de que eres alguien increíble. Sabes escucharme, me haces reír, y sobre todo me aceptas siendo un inmaduro a veces.
— ¿A dónde quieres llegar con lo que me estás diciendo?
— Lo que quiero decir es… que me gustas— soltó y sintió como si un peso de dos toneladas cayera de sus hombros— porque no solo eres bonita exteriormente, sino que también lo eres como persona. Te preocupas por nosotros, cuidas de mí, me defiendes cuando yo no lo hago, me haces sentir especial como persona.
Soledad sonrió al verlo tan incómodo y nerviosos. Él no tenía idea que estaba total y perdidamente enamorada.
— También me gustas— respondió mirándolo seriamente.
— ¿Quieres… salir conmigo?— interiormente cruzó sus dedos, rogando que la respuesta a ello no fuera negativa.
— ¿Quieres exclusividad?
— Quiero poder besarte cuando se me antoje, quiero malcriarte comprándote cosas, quiero que solo seas mía sin necesidad de preocuparme porque otro idiota quiera nada contigo, quiero hacerte sonreír y sentirme especial por ello, quiero estar ahí cuando sientas que las cosas se ponen difíciles…
La rubia sintió los pinchazos ardientes de las lágrimas contenidas. Jamás se había sentido más enamorada en su vida, y nunca había sentido tanta ternura hacia alguien. La decisión era tan sencilla como dibujar una línea.
Niall Horan era un ser humano hermoso, y no le quedaban dudas que oportunidades así solo aparecían una vez en la vida.
— Y yo quiero cumplirte el capricho.
— ¿Es un sí?
— ¿Te caben las dudas? ¡Sí!
Riendo se colgó del cuello del rubio, besando fuertemente sus labios.

Enamorándome en LondresDonde viven las historias. Descúbrelo ahora