29. Análisis

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Cuando llegamos a la mansión del profesor Harries, solo pude agradecer a Helmer por haberme traído en auto. Creo que no se acordaron que ahora podía correr kilómetros en pocos segundos.

Me bajé del Mercedes al mismo tiempo que lo hacía Helmer, él caminó rápidamente ganándome hasta el umbral de la puerta principal, en dónde solamente la empujó para abrirla y permitirme el paso de primero.

Con un asentimiento le mostré nuevamente mi agradecimiento.

En el vestíbulo, Helmer me dijo que le diera mi abrigo y así lo hice.

—Gracias.

—Señor Horan—me dijo Helmer—, me halaga que sea tan educado pero no es necesario decir gracias tantas veces seguidas.

Solté una risa.

—Lo siento.

—No tiene porqué disculparse, señor. Pase—dijo señalando la puerta de la entrada a la sala principal—, le espera el profesor.

Volví a asentir en su dirección para luego comenzar a caminar. En el umbral me di cuenta de que el profesor estaba de espaldas tomando un té.

—Niall—dijo al sentir mi presencia—. Toma asiento y toma ese té—dijo señalando una taza humeante que estaba encima de la mesa de noche.

—Gracias, profesor—dije cuando me senté y tomé el té. Le di un sorbo y sentí una cierta sensibilidad recorrer mi boca y un gruñido pequeño solamente audible para mí se hizo notar.

—Quería decirte que estaba fabricando una máquina…

— ¿Profesor, puedo hacerle un pregunta si no es mucha molestia?

—Por supuesto, Niall, cualquier duda de su funcionamiento será…

— ¿No tiene aunque sea unas galletas para acompañar el té?

—Aaaah sí—dijo desconcertado el profesor Harries a mi petición ya que yo hablaba de comida cuando él de una máquina que no tenía idea para qué servía—. Helmer.

—Sí, enseguida, traigo unas galletas—dijo Helmer solemnemente desapareciendo de la sala de estar. 

—Bueno—resopló— ¿En qué estaba? —preguntó para sí, con ansiedad comenzó a jugar con sus dedos.

—Aaah—lo miré pero por desgracia no le había puesto atención y eso se dio a notar.

— ¡Ah ya lo recordé! —dijo saltando de su asiento, salvándome de pasar otra vergüenza.

—Aaah sí—dije dándole otro sorbo al té.

—Pues decía que he fabricado una máquina para detectar una serie de cosas que pueden estar presentes en tu organismo. Tengo el miedo de que esos rayos Omega vayan a perjudicar a ti o a otras personas.

Esta vez si lo escuché con atención. Enfoqué mi mirada a su rostro.

— ¿Usted cree? —balbuceé preocupado. Odiaba la posibilidad de hacerle daño a cualquier persona, a Ángela o a los chicos.

— Me preocupa que exista una reacción radioactiva—yo lo miré afligido—. Aunque de todos modos no creo, pero es para descartar.

—Bien—dije dando otro sorbo a mi té. En ese momento entraba a la sala de estar Helmer con una bandeja de plata con bordes tallados, encima de ella tenía una plato con una serie de galletitas de muchas formas, unas eran de color crema, otras eran marrones, que me imaginaba debían de ser de chocolate.

El Chico Detrás del Superhéroe | COMPLETA ✔︎Donde viven las historias. Descúbrelo ahora