Titulada de medicina, quien diría que alguien como yo, que nunca fue buena en la escuela, ni un cerebro de biblioteca, lograría estar donde estoy, trabajando en una clínica, como jefa del departamento de oncología. Cuando recuerdo todo lo que pasó en mi juventud, a veces sonrío, a veces me apeno, momentos buenos y momentos malos fueron los que viví, rio cuando pienso en ese loco sueño, que luego volvió a ocurrir solo que, de una manera distinta, me apeno al recordar todo lo que pasó mi madre, que aún sigue viviendo sana y salva, como una abuela tierna y cariñosa. Hoy es el cumpleaños número 7 de mi hija, vinimos al parque como se lo había prometido, ahora mismo la estoy observando, mientras juega con sus muñecas en el pasto, con una amiguita suya, es la niña más linda que puede existir, y no lo digo porque sea mi hija. Sus ojos verdes heredados de su padre, combinan a la perfección con su piel color canela, su cabello largo y negro azabache, siempre recogido en una cola, con su moño favorito color rosado, una sonrisa hermosa. Es una chica traviesa, que le gusta conseguir lo que quiere, aunque nunca ha codiciosa, siempre cariñosa con sus abuelos, y la mayoría del mundo, por eso la cuido mucho, me siento muy afortunada de tenerla.
—Negrita! –escucho la voz profunda de mi esposo.
—Mi amor –lo beso en los labios cuando se sienta a mi lado en el parque —No te demoraste tanto en llegar.
—Hoy no había tráfico, un milagro –me dijo mientras se estiraba —Dónde está mi princesa?! –gritó poniéndose de pie, y estirando los brazos para recibir a nuestra hija que venía corriendo al encuentro con su papá.
Mi querido esposo, lo conocí en la universidad, su nombre es David, es un año mayor que yo, estudió Arquitectura, nos conocimos en una fiesta de la universidad, donde todas las facultades estaban juntas, podría decir que fue amor a primera vista, pero no lo fue, ya que él era amigo del chico que me atrajo de la fiesta, y al no lograr conquistar a su amigo, él me logró conquistar a mí, llevamos 3 años casados, es alto, de contextura gruesa, cuando lo conocí era delgado pero ya tiene un poco de sobrepeso, tiene el cabello colorín y ojos verdes, los mimos que nuestra hija, y la piel blanca. Es reservado, tranquilo, muy inteligente y todo un artista, aunque cuando toma un poco de alcohol se transforma, se vuelve en el alma de la fiesta, baila sobre la mesa volviéndose loco, y al día siguiente no recuerda nada.
Hoy en la tarde tenemos la fiesta de cumpleaños de nuestra pequeña, esta vez ella quería hacerlo en grande, invitamos a todos sus compañeros de colegio, primos y familiares, todos vendrían, así que había mucho que preparar.
Nos devolvimos a la casa y con David comenzamos a enlistar las cosas, la casa la habíamos dejado ordenada la noche anterior, así que solo había que preparar los bocadillos. Una vez listos, ya habían llegado varios amigos y amigas, algunos junto a sus padres, yo estaba preocupada de atender a los invitados, David estaba con sus amigos. Comencé a ordenar un poco las cosas que estaban en la mesa, cuando siento el timbre de la casa sonar.
—Querido puedes ir a ver quién es –dije a mi esposo.
—Ve tú, yo estoy ocupado –dijo un poco acomplejado, ya estaba medio borracho, grandioso.
Deje de ordenar y mientras me limpiaba las manos me dirigí a la puerta, al abrirla no pude evitar gritar de emoción junto con la persona que estaba del otro lado, era Sara, mi querida amiga, que no veía hace dos años en persona, ya que ella estaba viviendo en California, con su esposo, quien era además mi querido hermano Chen, así es, este loco no pudo resistir el no hablarle a mi amiga, así que continuaron en contacto durante muchos años, se juntaban cada vez que podían, mantuvieron una relación a distancia, hasta que hace cuatro años, se casaron, y ahora son una pareja hermosa que viaja constantemente por todo el mundo.