Las uñas escarlatas de Alice le lastimaban la piel de la sien mientras presionaba en aquel lugar con fuerza.
—Lo único que digo es que me gustaría que llames más seguido— la regañaba su madre, Laura no era mujer pretenciosa, pero podía llegar a ser muy controladora hasta el punto de volverse odiosa. Como todas las madres, pensaba Alice. —Prometiste que vendrías más seguido. Tienes una hermana pequeña también. ¿No quieres verla? O ya no te importamos.
Rodeó los ojos. —Mamá, estoy ocupada, no tengo mucho tiempo libre—Alice se paseaba de un lado a otro dentro de la cocina, con su teléfono en la mano, asomando la mirada –cada tanto- hacia el sillón de cuero negro, espiando a su padre.
Laura suspiró. —Dime, Alice, ¿qué andas haciendo? ¿En qué está tu cabeza? —Una disimulada sonrisa cómplice invadió el rostro de la menor. —¿Algún noviecito? — volvió a preguntar. —Me gustaría que me lo presentes, antes de cualquier cosa.«Porque ella debe aprobar con quien salgo, por supuesto» pensó.
Alice se preguntó qué pensaría Laura York sobre Roy. La mujer de cabellera larga había huido hacía varios años ya de aquella casa. Alice la recordaba con vaqueros ajustados, con su cabello oscuro y rebelde –ahora claro y siempre lacio-. Solía acompañar las osadas aventuras de su marido, y él acompañaba las suyas. Alice había llegado a la vida de sus padres cuando eran apenas unos adultos de pocos años. Mientras Alice crecía bajo el manto rebelde que Jason todavía perduraba, Laura comenzó a querer una vida más casera, alejándose de Jason y llevándose a Alice con ella.
Elevó sus hombros. —Nadie importante— siguió bebiendo de su café, gozando del calor que este le proporcionaba en sus manos. —Y posiblemente serías la última persona a la que le pediría opinión sobre mis parejas.Lo dijo sólo para molestarla pero Laura, demasiado acostumbrada al carácter de su hija, lo ignoró. —No te creo— canturreó su madre.
—No me importa— contestó de la misma manera.
La mujer revoleó sus orbes oscuros, como los de su hija, para luego torcer la boca seriamente. —Alice, ¿Ya conseguiste un mejor empleo? Recuerda que el favor de los Palmer era temporal.
Alice se sentó con pesadez en la mesa de la cocina. Ella realmente deseaba trabajar de lo que había estudiado por cinco años, pero siempre encontraba una excusa para atrasarlo. Papá me necesita en casa. Aún no estoy lista. Mientras esperaba juntar el valor para crecer, tendría este nuevo trabajo.
Un trabajo nada digno.
—¿Cómo está Maddie? — preguntó la castaña comenzando a jugar con un mechón de su largo cabello. Maddison tenía ya seis años, era una niña risueña de cabello oscuro y enrulado.Laura apretó con fuerza su teléfono desde el otro lado de la línea.
—Extrañándote, obvio—dijo con la voz más baja. —¿Cuándo vas a venir a visitarnos?
—En el primer momento libre que tenga— tragó duro.
—Alice, ¿seguro que estas bien? Te escucho tan desganada, depresiva.
Alice negó, alejando sus manos. No se sentía depresiva, estaba cansada, nada más. —Mamá, no exageres, sólo llamaste en un mal día. Ayer estaba dando saltos por la casa— bromeó.
—Cuídate, Ally
Alice asintió aburrida. —Lo prometo, mamá.
A la castaña le costó bastante poder lograr que su madre colgara el teléfono, después de una larga expresión de su cariño, finalizó la charla.
Apenas la charla terminó se dirigió a su habitación, desplomándose sobre su cama, sin embargo, la tranquilidad no le perduró demasiado cuando su celular volvió a sonar. Número privado.
—¿Hola? — preguntó frunciendo el ceño.
—Rosie— murmuró aquella voz tan grave como peligrosa. Alice se enderezó con rapidez, sintiendo la piel de su cuello erizarse, hacía varias semanas que el señor Green no contactaba con ella.
—¿Qué quieres? — murmuró.
—Primero, que hables con un poco más de respeto— Green la retó, sin embargo, la osadía de la menor era algo que le fascinaba. —Segundo, te tengo un nuevo trabajo.
Alice retuvo el aire en su pecho mientras esperaba que dijera algo.
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No puedo enamorarme (de ti) - CANCELADA
Acción«Roy sólo amaba dos cosas en su desastrosa vida; los autos rápidos y a ella.» «Cuando el amor termina; la locura comienza»