«32-3» Misericordia

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Roy había vivido guerra y paz, donde había ganado casi tanto como había perdido. Sabía por qué cosas vale la pena pelear y por cuáles no. El honor y el valor son cuestiones de fondo; si un hombre está dispuesto a matar por algo, en ocasiones también estará dispuesto a morir por ello.

Ahora, cuando todos estaban reunidos en su sala y la ausencia de Alice evidente, era cuando concluía que por ella volvería a caminar a través del fuego.

Lucy había rebuscado por todas las alacenas de su cocina la cantidad necesaria de tazas para servirle a cada persona un café que tranquilara los nervios.

Roy, apoyado contra el marco del pasillo principal, observaba a cada uno de sus amigos.

A Bruno Wells lo había conocido como un participante en el atracón, luego de haber forjado una amistad con el boxeador y él, siempre se había proclamado noble y leal. Nunca lo había hecho dudar de su devoción.

En ese momento estaba reclinado en uno de los sillones individuales, tenía la taza de Spiderman en sus manos y miraba de reojo el balcón de la casa de Lucy.

En la cocina, intentando apaciguar a la indignada madre de los pequeños Downie, estaban los mellizos Barnaby; Arthur y John. Tanto Roy como Babyface, que habían sido criados bajo las mismas normas, sabían que todo equipo necesitaba sus soldados. Los siameses sirios habían sido la mejor opción; lo que fuera más allá de sus intereses financieros, no les repercutía. Si se quedaban ahí, esperando noticias de Roselline, era por mero respeto a Lavrov.

Jessica Bell, para él, era verse en un espejo. Si bien era la más serena e inalterable de todos ellos, bajo mucha presión, su sangre caliente la llevaba por los peores instintos. Y quien en caliente batalla, amanece tostado decía su padre. Jess era como caminar descalzo sobre carbón caliente; puedes soportarlo pero dejará marca... Aunque tenía una gracia envidiable.

Recostada sobre su regazo, Blair Palmer, daba lo mejor de sí misma para no llamar la atención con su llanto. Roy siempre la había considerado demasiado ruidosa y entrometida, sin embargo, el cariño que sentía por su mejor amigo lo doblegaba. También, existía esa forzada tolerancia que debía tenerle por ser una de las personas a las que Alice Roselline más adoraba.

Ahora era la mira más cercana donde Roy podía descargar sus miradas de odio, luego que intentara alejarlo de la castaña.

En otra esquina, alejado de la tensión pública estaba Adam Durden, sentado en el suelo con las rodillas hincadas hacia arriba y la cabeza entre ellas, se lamentaba sin consuelo. Roy supuso que estaría culpándose así miso.

Pero nadie podía odiarse más fuerte de lo que él se odiaba así mismo en ese momento.

Blair se sentó correctamente en su lugar, sorbiendo por la nariz. —¿Quién era ese sujeto? — ordenó saber, siendo la primera en hablar desde que habían llegado al departamento.

Roy no quiso ni mirarla.

—Hace un año más o menos— comenzó Bruno, sabiendo que sus amigos no dirían ninguna palabra. —Roy rebasó un auto en el Atracón. Eso provocó que otros dos autos chocaran. Fue un desastre... un poco grande.

—Supongo que él estaba en uno.

Jess asintió lento, acariciando la espalda de la chica. —Sus cinturones fallaron y no pudo salir... se le quemó como el 70% de su cuerpo.

Roy exhaló. —Él me culpa por eso... y con toda razón.

— Siempre fue un loquito— juzgó Babyface, poniéndose de pie y aceptando los brazos de Blair cuando se sentó a su lado en el amplio sillón. Roy notó justo cuando Jess rodeó los ojos. —Le gusta jugar con el ácido, así le quedó el cerebro; fundido.

No puedo enamorarme (de ti) - CANCELADADonde viven las historias. Descúbrelo ahora