«6» Temperamento

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Alice Roselline estaba de muy mal humor.

No se consideraba que era de esas personas que el mal humor pudiera durarle un día entero, incluso una semana. Sí, se fastidiaba con facilidad. Sí, tenía mal carácter. Pero no creía que era necesario desperdiciar un día por estar de mal humor. Sin embargo, hoy —como pocas veces— era la excepción.

El viernes había sido un lindo día. Sí, el sol no brillaba como en pleno verano, pero podías pasear tranquilamente por la ciudad; hoy era todo lo contrario.

Llovía a cantaros. El sol parecía haberse divorciado del cielo. La humedad había convertido su cabello en un nido, no para aves, sino para águilas de lo enorme que era. El día estaba pesado.

Alice no solía trabajar los sábados, pero ese día su jefe, el Señor Jackson, la había citado para una importante reunión. Ella no solía asistir a reuniones. Se observó en el espejo del ascensor mientras esperaba llegar al piso de su jefe. Su falda negra hasta las rodillas contorneaba todo su cuerpo, mientras que la blusa color hueso era más holgado. Los zapatos de tacón le dolían.

Cuando escuchó la campanilla del ascensor, marcando que ya había llegado a su destino, caminó por el pasillo. Algunos de sus compañeros estaban en sus respectivos escritorios, cada uno concentrado en sus tareas, algunos la saludaron, otros fingieron que ella no estaba.

Golpeó la puerta de madera con la placa que indicaba "Sam Jackson". —Adelante.

—Buenas tardes — se presentó Alice, aferrando su pequeño bolso a su pecho.

Sam se tomó varios minutos antes de prestarle atención. Al mirarla, le sonrió con dientes caros y alineados, peinando su cabello engomado. —Oh, Alicia.

Se esforzó por no rodar los ojos. Realmente detestaba a ese hombre.

—Qué bueno que llegaste a tiempo, ya me estaba por ir — comentó mientras tomaba unos cuantos papeles y los metía en su portafolio. —He tenido un día agitado hoy buscando tu remplazo. Pero no te preocupes, encontraré alguien que lo haga tan bien como tú. Aunque eras un poco floja, debes aceptarlo.

Su estructura casual cambió de repente, se enderezó en los tacos altos y parpadeó varias veces.

—¿Disculpe? — dijo. —¿Remplazo?

Sam la miró con las manos alzadas, como si fuera obvio. Y, en parte, lo era. —Esta despedida.

Su cabeza tembló luego de quince segundos apretándose la lengua contra las muelas. Alice había tenido tres trabajos sencillos como ese; había sido un favor de los padres de Blair. Sólo debía preparar su agenda, ocuparse que las parejas a las que ayudaba a divorciarse no se encontraran demasiadas veces en los pasillos y terminando las tareas de sus hijos.

Pero Jackson se había encargado de volver una verdadera tortura.

Alice soltó su cartera, la cual quedó colgando de su muñeca. ¿Realmente acaba de decirlo? ¿Despedida? — repitió anonadada.

Jackson asintió. Podía matarlo. Realmente lo mataría.

—Sí — dijo con desinterés. — Se comunicó conmigo ese hombre. ¿Cómo era su nombre? Algo de señor Gris, ¿Green, tal vez? Tú sabrás. Me informó sobre tu nuevo trabajo con él y estaba preocupado porque tu tiempo no llegara a alcanzar. Por lo que se ofreció a pagar tu indemnización. También me mandó a tres chicas para ocupar tu lugar, así yo no debía preocuparme por encontrarlas. Unas preciosuras, entre nos.

Charlie Green.

Su cuerpo sufrió una fuerte pérdida de calor. Sus manos temblaron y tuvo que apartarse con fuerza los mechones de la frente.

No puedo enamorarme (de ti) - CANCELADADonde viven las historias. Descúbrelo ahora