«34-1» Pesadilla

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Para su desagrado, la mesita de café -frente a uno de los sillones- estaba cubierta por todo tipo de cigarrillos a medios consumir, una botella casi vacía de Stolichnya y toda variedad de snacks basuras.

Alguna vez Alice le había dicho –a modo de secreto- que Roy Lavrov había nacido en Rusia. Harry no había creído ni una palabra de todo aquello dada la falta de acento en su voz. Lo acreditaba, más que nada, a su intento de querer parecer más duro de lo que era.

Se mordió el labio, cubriéndose los oídos, apoyado en la barra de la cocina mirando al hombre tirado sobre el sillón comiendo doritos. El solo de guitarra que sonaba por los altavoces le perforaba los oídos, e intentaba no reír ante un Lavrov fingiendo tocarla.

—¡SINCE I DON'T HAVE YOUUU! — cantó tan fuerte que Harry temió que los vecinos fueran a quejarse.

—Oh, dios mío.

—¡And I don't have happines! — Volvió a vociferar y metió otro dorito a su boca —and I guess I will never love again.

Harry dejó caer su cabeza de entre sus manos cuando Babyface entró a la habitación, solamente rodeado por una toalla celeste. —Veo que ya terminó con Sinéad O'Connor.

—Nunca volveré a escuchar Nothing compares to you.

Caminó hacia los parlantes junto al televisor y bajó su volumen al máximo. Casi al instante Roy abrió los ojos. —Qué... ¿Qué mierda haces, idiota?

Subió el volumen desde su celular pero el morocho volvió a bajarlo. —Me estás aturdiendo.

La boca del corredor se abrió al mismo tiempo que se sentaba correctamente en el sillón. Harry se cruzó de brazos; Baby se mantuvo callado.

—Son los Guns— dijo como si aquello pudiera importarle, volvió a subir el volumen. —Muestra un poco de respeto.

Harry finalmente desconectó el aparato, llevándose todos los insultos que la boca ocupada de Roy pudo darle. —¿Engordar es parte del duelo? — intentó molestarlo. —¿Te quedarás a cenar o qué?

Roy se tomó unos segundos para observar al patán frente a él. Si seguía apretando la lengua contra las muelas le sangraría. Respiró con fuerza, mirándolo fijamente.

—¡Baby! Tu prostituta quiere darme órdenes. ¡En mi propia casa!

Aquella era su realdad ahora. No hacía más de una semana que Alice le había echado en cara lo evidente; no estaban hechos para estar juntos.

Lo había supuesto; que la extrañaría muchísimo. Pero ahora, que no tenía a quién vigilar de reojo mientras jugaba al pool en el Arrabal, ahora que no lo interrumpían en el taller, que no le metían las manos por debajo de la camiseta en busca de quién sabe qué, y ahora que no tenía nadie que se metiera en líos en el Atracón notaba lo mucho que lo había afectado. La forma en la que había interrumpido su normalidad.

No la extrañaba; la deseaba. Deseaba con demasiadas fuerzas el volver a verla, a tocarla, incluso a oler su cabello recién salido de la ducha.

Incluso dejaría que le preguntara todo lo que quisiese sobre su vida pasada con tal de que lo dejara volver a llamarla Bestia.

También, no sólo la extrañaba a ella sino que extrañaba lo que había tenido hace unas semanas. Descubrió que su mejor amigo desde la infancia había vivido casi trece días con un policía, que tenían la mitad de sus cosas mudadas a la tercera habitación de la casa y se ponían de acuerdo en quién cocinaba y quién limpiaba. Justo como hacía con él cuando tenía el lujo de vivir donde quisiera.

No puedo enamorarme (de ti) - CANCELADADonde viven las historias. Descúbrelo ahora