«1» El cegador.

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Estoy en mi casa en las colinas con el segador. Y me pregunto si sabe lo que he hecho. Tengo las llaves y me voy al fondo. No duele cuando lo haces por diversión ¿Estoy en tu camino?


En el momento que Alice Roselline detuvo su scooter sobre el jardín de su casa supo que ese día no sería como los habituales. Se sacó el casco negro sin apartar la mirada del lujoso auto que se encontraba estacionado frente a su casa.

Los vecinos caminaban con la cabeza doblada hacia el vehículo poco usual que brillaba con discrepancia en ese barrio modesto. Mientras tanto, Alice se preparaba –con el corazón entre las manos- para lo que esperaba dentro.

Cuando entro no tardó en visualizarlo; Charlie Green estaba sentado en la mesa del comedor, con uno de sus habituales trajes carísimos. Alice ahogó su respiración mientras se acercaba a él con un caminar tímido aferrando el casco contra su barriga.

Visualizó con una mirada fugaz su cocina, porque había puerta que daba al patio trasero, podría escapar por ahí si era lo suficientemente rápida. Pero no lo era. Había un ventanal grande en el living por el que podría saltar; pero tardaría en abrirlo.

Estaba atrapada.

Ella sabía que ese día llegaría; donde su trabajo cómo secretaria no alcanzaría para pagar las deudas de Jason, que en algún momento vendrían a buscarla.

—Por favor, Rosie, no me mires con esos ojos — la voz gruesa del peligroso hombre frente a ella hizo eco en la habitación.

Una habitación completamente vacía. Alice arqueó una ceja.

—¿Y sus hombres? — preguntó cada vez más cerca de él, sin embargo, no se arriesgaba a que pudiera tocarla.

—¿Para qué los necesitaría?— una falsa sonrisa incrédula gobernaba su rostro, ojos burlones que le atemorizaban.

—Puedo poner resistencia.

Charlie carcajeó. —Con lo chiquita que eres — remojó sus labios. Carraspeó. —Vine a hacer negocios.

Alice le creyó. No había otra razón por la que quisiera hablar con ella y no con su padre. Fue sentándose lentamente en una de las sillas más alejadas de él alrededor de la amplia mesa.

—¿Y mi padre?

No le gustaba la forma con la que la miraba, como si fuera tan dócil y fácil de manipular.

—Emborrachándose en algún bar. Gastándose tú sueldo en algún casino. No lo sé. Si no lo sabes tú, como puedo saberlo yo.

Bufó lo más parecido a una risa, apartando la mirada. —En realidad, sí lo sabes —volvió a atacar, dejando el casco sobre la mesa pero sin perder de vista lo único con lo que podía llegar a atacarlo.

El señor Green sonrió filoso, llamando su atención. Se sentía intimidada por sus ojos verdes y su ceja rubia arqueada. Esos ojos la perseguían desde la primera vez que fue a cobrar una deuda de Jason.

Green podría estar tocando los treinta y algo, sin embargo, era un hombre atractivo con su perfecta barba delineando una mandíbula cuadrada, una nariz recta y sutil. No era el rostro que creerías ver en un matón.

Porque no lo era.

Charlie Green era el jefe. Y si el jefe se presentaba en tu casa al anochecer, y te ofrecía hacer negocios, tú te sentabas y escuchabas.

—¿Qué negocios? — preguntó la castaña. Tronó sus dedos.

Charlie sacó una de sus manos debajo de la mesa. El corazón de Alice se detuvo por un momento y retuvo su respiración.

Un arma. —¿Conoces a Roy Lavrov?

Pero no lo era. Lo que había asustado tanto a la joven no era un arma ni mucho menos algo peligroso. Era una fotografía.

Se notaba que había sido tomada al vigilo; un chico que rondaba los veintitantos de hombros cuadrados, pantalones de cargo, y una leve capa de cabello rasurado, tenía la mirada más acechante y aguda. Pero lo que más llamó la atención de Alice, fue la curiosidad por saber cuánto se habría gastado en los tatuajes que adornaban todo el largo de su brazo y se escapaban por el cuello de su camiseta.

—Me suena — comentó. Lo conocía, en realidad, lo había visto en el taller de su tío Henry. Era mecánico. —Es mecánico.

Charlie sonrió de costado, tocando su labio inferior con sus dedos. Alice dirigió su atención al anillo de calavera que tenía en su dedo anular. Al oír sus palabras hubo mucha más satisfacción de la que debería.

—En realidad, es corredor. Corre en el Atracón

Alice negó con la cabeza. —No sé qué es eso.

—Veras, dulce. Sabes que lo mío no es estrictamente la legalidad —la miró fijamente, Alice aparto la mirada. —Tú y tu padre lo saben muy bien. Pero también me gustan las carreras, digamos que soy un aficionado a ellas. El Atracón es un lugar hermoso, lleno de pobres infelices que lo único que les importa es correr — lamió sus labios. —Pero no siempre hay dinero, tú sabes de eso. Lo mío es brindarle cierta ayuda. Cuando se rompe un auto, ahí estoy yo. Si te lo roban, ahí estoy. Si no tienes...también estoy.

—Y todo esto lo hace por caridad, ¿verdad? — habló sarcástica. —Por amor al deporte.

Charlie prendió uno de sus cigarrillos sin molestarse en preguntarle antes a la dueña de la casa. La apuntó con éste en medio de sus dedos. —Eres muy boquita floja. ¿Te lo dijeron? Cualquiera te podría meter un tiro si te pasas tanto.

Reaccionó a sus palabras de la forma que él esperaba, riendo ante su nerviosismo. —Pero tú tranquila que, por mi parte, me encantas —le sonrió, Alice sólo se dedicó a mirarlo. —Pero no te fíes, eh.

—¿Por qué me habla de Roy? — preguntó impaciente y preocupada.

—Porque será tu futuro novio.

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Espero que les guste la nueva dirección de la novela... no se olviden de darle ♡ y comentar, que se vienen cosas buenas!!

No puedo enamorarme (de ti) - CANCELADADonde viven las historias. Descúbrelo ahora