«18» Roto.

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Se encontraba acostada en el sillón del living, luego de la cita que había tenido con el señor Green, comenzó a sentirse demasiado enferma, su cabeza comenzó a doler y los ojos empezaron a arderle, durmió la mayoría del tiempo, abrigada bajo una manta, sin descubrir, todavía, qué era lo que la había enfermado

Fue alrededor de las seis de la tarde, cuando el sol comenzaba a esconderse y una luz enrojada se filtraba por las ventanas del living, oyó como tocaban el timbre.

De pie en ajustada ropa deportiva, Roy Lavrov presumía su fornida figura, apoyado contra el marco de la puerta, con la frente marchita. Cuando la miró el contorno de sus ojos grises estaban casi ennegrecidos perdiéndose con sus hermosos ojos, los cuales estaban tan rosados como la punta de su nariz. Su cabello, ahora largo, estaba despeinado.

Alice sólo pudo observarlo del otro lado de la puerta, sosteniéndola con fuerza.

«Lucía tan triste.

Tan roto».

Vio como sus labios ciertamente violáceos se movieron para hablar, pero ninguna palabra salió de ella, como en la noche anterior. Roy quería excusar el hecho de que estaba vestida, solo por una remera amplia y unas medias arrugadas de colores.

Se lamió los labios sin apartarle la mirada. —¿Sirve de algo que te pida perdón?

Sus uñas rojas dolieron cuando las quitó de la puerta, retrocedió cuando Roy se adentró a la casa, solamente dio un paso.

Alice agachó la mirada. No sabía si debía siquiera actuar que lo perdonaría, pero sí sabía que el hacerlo era una orden. Una orden puesta por Green y que debía cumplir. No se dio cuenta que se sostenía la muñeca que él había golpeado hasta que la tomó entre sus dedos tatuados y se la llevó a su boca.

Roy le besó el dorso de la mano, depositando sus labios por varios segundos más, luego la pegó a su mejilla. Alice pudo ver el dolor brillar en lo gris de sus iris.

—No puedo sacarte de mi cabeza, Bestia— murmuró tan bajo que pensó que lo había imaginado. —Yo tampoco me perdonaría si fuera vos.

Se permitió dar un diminuto paso hacia él, todavía se sentía abrumada por todo lo que había pasado la noche anterior. Al notar su movimiento, poco tardó el mecánico en acercarla a su cuerpo y rodearle la cintura con su mano libre y apoyar la frente en su hombro.

Fue un movimiento casi instintivo de parte de la menor, llevar una mano a su cuello, donde el cabello rapado comenzaba a crecer. —¿Por qué estabas así?

Así; así de agresivo, de ido, perdido en sus pensamientos.

Su cuerpo se hinchó cuando tomó mucho aire y la apretó un poco más, pero dejándole cierto espacio para que se apartara en el momento que quisiera.

Sentía que por primera vez en la semana estaba tocando algo real. Esperó varios segundos en volver a hablar.

—No me hagas mentirte, Bestia, por favor— rogó con el tono de voz ronco, como si tuviera un arma en la sien. Alice pensó que tal vez era ella quien la tenía y no podía ver bien quien estaba a punto de apretar el gatillo. Lavrov sería el principal sospechoso después de que se enterase lo que le estuvo haciendo.

—No lo hagas— sugirió con simpleza.

Comenzó a caminar hacia atrás, tirando de la chaqueta deportiva de él junto a ella. Roy la siguió como un animal domesticado, manoteando la puerta para cerrarla.

Se sentó sobre el brazo del sillón y Roy le dejó su espacio. Su cabello castaño con hebras rubiales entre ellos, tenía sus bucles mucho más desordenados que siempre. Tenía las mejillas sonrojadas y los ojos cansados, parecía enferma. Casi tan rota como él.

No puedo enamorarme (de ti) - CANCELADADonde viven las historias. Descúbrelo ahora