«31-2» Amenaza

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Se levantó velozmente cuando el sonido de golpes suaves contra el vidrio de la ventana sonó. Una atractiva sonrisa de lado la miraba desde el exterior.

Le tomó su tiempo reconocer el lugar donde se encontraba; con el asiento reclinado en su máxima capacidad, había estado acurrucada cubierta con el buzo negro de Lavrov.

Roy abrió la puerta. —Hola, Medusa.

Alice no se molestó en observar su reflejo en alguno de los espejos, simplemente se ató el cabello en un desprolijo moño mientras se enderezaba. Al ver a su alrededor notó que la carretera estaba un poco más poblada que la noche anterior, los autos escapaban velozmente sin preocuparse por el Dodge Charger parado en el descanso. ¿Habían dormido toda la noche allí?

—Ten, Bestia— dijo reteniendo una ricita, le tendía una botella de agua. Alice la aceptó con un bostezo. —Cuidado, tonta— la mano de Roy había impedido que la tela gruesa de su buzo negro descubriera su desnudes.

—¿Por qué no volvimos anoche? — comentó dándole un largo sorbo a la botella.

Roy la veía desde su diferencia de altura, apoyado contra el costado del auto. Era un completo desastre, sentada tranquilamente sin preocuparse por cómo se veía, con el cabello despeinado y los ojos achinados por el sueño pero nunca había lucido más radiante (el que estuviera montada en el Charger duplicaba su natural deidad). —No quisiste— informó con una sonrisa. —Te quedaste dormida como dos segundos después.

Alice hizo un buche y escupió sobre la arenosa carretera. —Diag, como un viejo de cuarenta.

Roy chisteó. —Nah. Un viejo de cuarenta habría llegado a ponerse las bragas. Lo que deberías hacer, nena. Sigues desnuda.

—Espera— dijo bostezando, todavía abrazada a la prenda. —Qué lindo está el día— el cielo estaba libre de nubes y se podía sentir las altas temperaturas, con un liviano viento refrescante.

Roy asintió riendo, se adentró al auto por encima de ella y le tendió la tela rosa que estaba abandonada en el otro sillón. —Me estás poniendo nervioso — se agachó frente a ella, subiendo la prenda por sus piernas, el resto lo terminó ella.

—Que caballero— comentó cómica, se decidió a terminar de vestirse con el buzo de Roy y el pantaloncillo corto de pijama. Él se había cerciorado de cubrir el cuerpo de la castaña con el suyo propio y la puerta —¿De dónde sacaste el agua? — preguntó mientras se ataba las zapatillas.

—Hay una gasolinera a unos kilómetros. ¿Quieres ir a desayunar?

Alice asintió alegre, dejándose guiar bajo el brazo tatuado del corredor. Le beso el cabello. —No eres muy buena por las mañanas, ¿no te parece?

Rodeó los ojos. —No sé qué puedes esperar de mí, Roy. Son como las diez de la mañana.

Lo escuchó reír cuando se adentraron a la cafetería de la gasolinera. Todo era una mezcla de colores acules y blancos, con pequeñas mesas de metal y una amplia variedad de cosas dulces dentro detrás de la vidriera. —Oh, eso se ve riquísimo.

Se sentaron en una de las mesas junto a la ventana, a Alice le pareció divertido que fuera la única que dejaba ver de lejos el Dodge Charger deslumbrando bajo el sol.

—¿Qué quieres desayunar, Bestia? — dijo Roy observando el menú.

—Lo que más grasas tenga— dijo jovial, el corredor elevó la mirada disimuladamente para observarla analizar la carta plastificada.

Ella muy bonita. Tenía varios mechones de cabello que escapaban de su peinado recogido y movía la cabeza lentamente a ritmo de la música que sonaba tenuemente por los parlantes.

No puedo enamorarme (de ti) - CANCELADADonde viven las historias. Descúbrelo ahora