«19-1» Bestias; Familia

2.2K 132 14
                                    

En esa tarde en especial hacía un indescriptible calor, que traía a todas las personas que rodeaban el taller de Henry York de muy mal humor. Roy Lavrov estaba rodeado por sus dos mejores amigos, lo cual le parecía más molesto que el insoportable calor.

Benjamín, uno de los mecánicos más viejos del taller le había encargado sus tareas debido a que su esposa, nuevamente, se encontraba enferma. La suma de trabajos ajenos más los propios le habían generado un mal humor admirable. La discusión que Babyface y Jess Bell llevaban a cabo no ayudaba en lo absoluto.

—¡Tenes que respetarla más, idiota! — le gritó tan fuerte que algunos mecánicos, e incluso un cliente que charlaba con Henry, se voltearon. Roy apretó los dientes.

—Nuestra relación es así, Jess— revoleó los ojos un Babyface sentado dentro de un Volkswagen escarabajo, tan oxidado como calcinado, con las botas embarradas sobre el tablero. —¿¡Qué mierda digo!? ¡Ni siquiera estamos en una relación!

Roy deseó que aquél viejo auto dispusiera de un techo que aislara las irritantes voces. —Para ella sí lo están— volvió a bramar la morocha, prácticamente roja del disgusto. —¡Roy! — bramó en busca de ayuda.

—Eres un idiota, Durden— apoyó el mecánico mientras volvía a deslizarse sobre la patineta para meterse bajo el Ford.

—¡Pero si no hice nada malo! — volvió a intentar justificarse, aquel hombre con cabellos claros y sonrisa angelical.

—Te acostaste con otra chica— sentenció Jess, quien parecía que le saldría humo por las orejas en cualquier momento. —Yo no te eduqué así, Baby.

El nombrado chasqueó la lengua mientras escuchaba la estruendosa carcajada del corredor. —Tú de qué te ríes, idiota— acusó fríamente mientras se alejaba de la mujer tatuada. —Blair no es nada mío. Siempre se lo dejé bien claro.

El estómago de Lavrov se estrujó ante el recuerdo de la noche anterior con Alice Roselline. Aquel encuentro ardiente lo había perseguido hasta en sus sueños, todavía podía sentir la piel de la castaña bajo su boca, y sus dedos cosquilleaban por volver a recorrerla.

Él tampoco era algo concreto de su Bestia, ¿Acaso ella también se acostaría con alguien más?

—¿Por qué no eres un poco hombre y le dices que no quieres estar con ella? — volvió a escuchar la alterada voz de Jess, ahora más cerca, debido a que seguía los pasos del boxeador.

—¡Porque me gusta pasar tiempo con ella, Jessica! — gritó y su garganta dolió, usualmente no era Babyface el que levantaba la voz. Su personalidad resaltaba por estar siempre sonriente e intentar hacer reír a todo el mundo.

Al escuchar su nombre entero, Jess comprendió que era momento de marcharse. —Que sean una mierda no significan que puedan ir arruinando las vidas de los demás— ladró rabiosa, antes de retirarse del acalorado taller.

—¿Acaso dijo "sean"? — preguntó confuso el tatuado, deslizándose por debajo del automóvil. —¿Yo que hice?

Al enderezarse, con el rostro engrasado al igual que sus manos la entristecida imagen de su mejor amigo lo afligió. Lo observó en silencio, limpiándose las manos en el común trapo sucio.

Babyface estaba recargado sobre el Volkswagen viejo y amarillento, con la mirada perdida en la mugre que rodeaba sus botas verdes. Roy apartó la mirada, sin embargo, una sonrisa comenzaba a crecer sobre ella.

Babyface era pureza y alegría. Habitualmente lo comparaba con una esponja, absorbía todo lo que tocaba, pero al rato lo soltaba, sin importarle demasiado retener nada.

No puedo enamorarme (de ti) - CANCELADADonde viven las historias. Descúbrelo ahora