Roy Lavrov solía despertarse cuando el sol comenzaba a asomarse entre las nubes, por pura costumbre, e incluso si lloviera o el calor calcinase, corría durante media hora hasta recorrer por completo su barrio. Por las tardes -muy tardes-, después de que todos los mecánicos del taller de Henry desaparecieran, se pasaba otra hora en el gimnasio a un par de cuadras e incluso cuando llevaba demasiado tiempo en el departamento de Babyface, destrozaba un poco más su bolsa de boxeo que lo esperaba en su ex-habitación. Todas las semanas, todos los días, era la misma rutina, que si no era cumplida... nada bueno salía de ellos.
Aquel era el entrenamiento necesario para que Lavrov tuviera la suficiente fuerza y musculatura para poder cargar dos niños sobre sus brazos, uno de siete y otra niña de cuatro y medio, y ninguna mueca de cansancio o fastidio era visible en su expresión.
Por su parte, Alice Roselline cargaba con una mochila de Barbie lila en su espalda que contenía oxígeno portátil y a la niña que lo utilizaba entre sus brazos hacía ya cuatro pisos por escalera y sus debiluchos músculos le pedían que la reposara sobre algún lugar.
—¿Segura que no quieres que la lleve yo?— volvió a preguntar el corredor en voz baja para no despertar a los agotados niños.
—Segura—contestó con una sonrisa.
Los pasillos de las escaleras por las que subían -porque el elevador estaba averiado- tenía el papel de las paredes desgastado y había manchas de humedad en las esquinas. Era la primera vez que Alice entraba a la casa de Roy Lavrov.
—Para la próxima vez que vengas te tendré que entrenar— dijo vacilón en un susurro. —Qué tienes un estado físico terrible.
Alice chisteó, acompañándolo en las risas —Pero bien que te comes este terrible estado físico.
—Y con mucho orgullo— exclamó.
Alice le dedicó la última sonrisa cómplice y se detuvieron frente a una puerta oscura. Lo podía notar cómodo y sereno, sin embargo –por dentro-, Roy sentía que estaba a punto de entrar al campo de batalla. Desarmado.
—Busca mis llaves en mi bolsillo— ordenó con cierta diversión. Alice, que tenía los brazos dormidos por la tensión del simple pensamiento de que Cassie cayera de sus brazos, liberó una de sus manos para meterla en el bolsillo trasero de los vaqueros del chico.
No las tomó sino después de agarrarle el culo con descaro, Roy rio y se alejó de su tacto. Debía aceptar que lo tenía mucho más trabajado que ella.
—Oops— bromeó. —Me confundí.
—Espero que sepas que te la devolveré.
Abrió la puerta de madera oscura y dejó que Lavrov entrara primero con los dos niños. Era una casa de clase media, era evidente, pero tenía cierta belleza bohemia. Las paredes eran amarillas, adornadas con cuadros de fotografías familiares o cuadros artísticos. Podía ver la cocina asomarse por una puerta entreabierta, un living con un sillón marrón y una mesa con seis sillas, una televisión, y muchísimos muñecos repartidos por diferentes sectores.
A un par de pasos un pasillo con puertas que llevaban a cada respectiva habitación. Lavrov entró a una con sus dos primos. Mientras que Alice caminaba sintiéndose incómoda, una extraña en una casa que no la habían invitado.
Alice caminaba en silencio detrás de la figura de Roy, pero se detuvo cuando un enorme animal, petiso y regordete, le gruñó desde el brazo del sillón.
Arrugó la nariz. —¡Dalí!— Roy regañó al gato negro que comenzaba a maullar. —Eh, qué le miras con esa cara— llamó su atención con un murmullo.
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No puedo enamorarme (de ti) - CANCELADA
Acción«Roy sólo amaba dos cosas en su desastrosa vida; los autos rápidos y a ella.» «Cuando el amor termina; la locura comienza»