Los pitidos sonaban y sonaban sin que nadie contestara el teléfono. Ally golpeteaba su pie sobre el suelo de su cocina, mordiendo sus uñas.
—Habla Harry— contestaron.
Alice bufó. —Hola idiota. ¿Dónde tenías el celular? ¿En china?
Escuchó su pequeña risa. —Alice, estoy trabajando.
Revoleó sus ojos marrones. —Como siempre. Seré rápida. ¿Recuerdas cuándo rompiste el jarrón hindú de la mamá de Blair y me echaste la culpa?
—Eeeh...sí, lo recuerdo. Fue hace como diez años ¿No?
—Quince. Jamás me pediste perdón.
Harry lamió su labio del otro lado de la línea telefónica. —¿Perdón?
—Disculpas no aceptas. Estuve castigada por tres meses.
Alice siguió moviéndose por alrededor de la isla de mármol de su cocina.
—¿En serio me estás reprochando algo que pasó hace quince años? —su profunda voz tenía un extraño efecto de eco.
Alice rió. —¡No! ¡Idiota, cómo crees que te reprocharía por eso! — dejó un mechón detrás de su oreja. — Quiero cobrarme el favor.
—Ally, estoy trabajando— le recordó.
—Necesito tu moto.
—¿¡Qué!? Sí, seguro. Divertida broma, Ally. Mándale un saludo a Blair.
Incluso si Ally sabía que era casi imposible que su amigo, Harry Palmer, le prestara su motocicleta a cualquier persona en este mundo sabía, también, que el hombre siempre cumplía su palabra y devolvía lo que hacían por él.
Alice estuvo guardando este favor por quince años. Esperaba que Roy Lavrov lo valorara.
—Quiero tu Harley, Harry. Me la debes— insistió, mirando su reloj de muñeca.
—¿Y tú scooter, Alice? ¿Para qué la quieres?
Ella gruñó fastidiosa, rompiendo la uña de su meñique. Miró el lugar afectado con dolor. La mención de su Honda completamente destruida dolió más. —¡Dios, Harry! La mía está en el taller. ¿Puedes por favor mover tu maldito trasero aquí y traerme tu puta motocicleta? — le gritó a la bocina del celular.
—Ya voy.
Sonrió satisfecha. —Te espero, cariño.
Alice no podía hacer nada más que respirar de manera irregular. No era una chica de pedir perdón, no porque creyera que siempre tenga razón; sino qué jamás hacía cosas que perjudicaran a los demás.
Sin embargó, allí estaba.
Frente al taller de su tío Henry. Montada sobre la iron custom de Harry, con el casco negro ocultando su identidad.
Desde su lugar podía observar, a través del espejo polarizado, como Lavrov reparaba a la intemperie del taller un oxidado camión. Se deslizó fuera del asiento de cuero, quitó las arrugas inexistentes de su short militar y caminó hacia Roy.
También estaba Jess, con su azabache cabello negro, sentada sobre el techo del camión. Hablándole a Roy de un sinfín de problemas que no le importaban en lo más mínimo.
Fue ella quien percibió la tercera presencia. Con un movimiento carente de disimulo, pateó el hombro del chico para que la viera.
—¡Estoy escuchando! — jadeó Roy, y Jessica le hizo una mueca hacia ella.
El mecánico se volteó para mirarla de arriba abajo.
—Bueno—dijo Jess, bajándose de un salto. —Iré a lo de Flor.
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No puedo enamorarme (de ti) - CANCELADA
Aksi«Roy sólo amaba dos cosas en su desastrosa vida; los autos rápidos y a ella.» «Cuando el amor termina; la locura comienza»