«30-2» Inútiles

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Sintió como era levantada del suelo, sus piernas se enroscaron en una cuadrada cintura. Envolvía sus deliciosos labios con los de ella, jaló de su cabello hacia atrás provocando que gimiera sobre su boca. Sonrió satisfecha.

Reparó en que fue movida y terminó recostada sobre la tela del sillón, tenía a Charlie entre las piernas, presionando contra ella. El beso se volvió rápido y desesperado, perdían el aire y lo recuperaban con apenas un moco de distancia entre ellos.

Casi le arrancó la camiseta cuando comenzó a deslizarse de su cuerpo, una sonrisa pícara la invadió y deslizó su mano por el pecho desnudo, libre de tatuajes –comparó inmediatamente-, bajó las manos hasta estremecer la piel del señor Green con su tacto sobre su duro abdomen.

Con una mano en el hombro logró inmovilizarla, se cernió sobre ella besando lentamente desde el cuello hasta el escote del vestido, desatando los hilos de decoración, Alice suspiró sintiendo una mano ascender por su muslo.

—Charlie...—dijo lentamente con los ojos cerrados.

Cuando abrió los ojos volvió a verlo hincado sobre ella con los labios finos entreabiertos, la piel dorada resaltando sus ojos grises, sus cejas finas y morochas fruncidas. Tenía una mano descendiendo desde el tatuaje de lealtad en su cuello hasta el pulpo en su hombro cuando notó a quién tenían encima.

Gritó y empujó el cuerpo sobre ella, Charlie Green había vuelto a ser quien debería y la miraba extrañado desde el suelo. —¿Qué pasó, Alice?

Inmediatamente sus mejillas se tornaron rosadas y se hizo un bollito sobre el sillón, pegando las rodillas a su pecho. —Perdón... No sé qué me pasó, es solo que...

El señor Green se sentó a su lado, dejando una mano sobre sus rodillas. —Tranquila, linda— susurró con voz afectuosa.

—Es qué...— comenzó a hablar atropelladamente. —Por un momento creí ver... creí ver a Roy.

Su rostro se desfiguró y aparató la mano. —¿A Roy? ¿A qué te refieres?

Sentía un amargo gusto en la boca, se le había cerrado la garganta y todo el calor del momento había desaparecido. —Fue como una visión— confesó en un suspiro. —Creo que estoy bajo mucho estrés.

—Por supuesto que sí— dijo amablemente, lucía preocupado y lentamente comenzó a rodear su figura con su brazo, dudando si aquello sería lo correcto.

Sonrió cuando Alice se acostó en su pecho. —Con todo lo que pasó el sábado en el arrabal— dijo débil dejándose consolar por las caricias de Charlie. —Estoy mirando cada paso que dar desde esa noche, no he dormido bien ni comido bien— comentó con los ojos brillosos. Sin embargo, no se sentía triste, más bien angustiada y cada día perdía un poco más de control sobre su vida. Charlie apretaba los ojos con fuerza mientras la escuchaba atentamente, sin detener las caricias en el brazo de la chica.

—Todo terminará pronto— fue lo único que pudo decir, corrió la mirada hacia el ventanal que daba hacia su patio. —Y te prometo que después no volverás a estar triste, nunca más.

Debía asesinar a esos idiotas que asustaron a la pequeña Alice. ¡Inútiles!

Alice cerró los ojos, demasiado cómoda entre los cálidos brazos del hombre mayor. —Creo que debería irme ya...— susurró. —Mi papá debe estar preocupado.

Charlie sonrió de lado, hundiendo sus dedos en el cabello de ella. —Ya me ocupé de eso... le mande un mensaje diciéndole que irías con tu amiguita esa— informó, tomando el cuerpo de Alice y dejándolo sobre su regazo. —Y a tu amiguita le dije que te sentías mal.

No puedo enamorarme (de ti) - CANCELADADonde viven las historias. Descúbrelo ahora