«35-2» Madame

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Alice se detuvo frente al espejo en el corredor. Parecía más alta de lo que realmente era (y era gracias a esos dolorosos tacones), el escote que el vestido de seda crecía por su espalda la hacía lucir más delgada y agraciada, su cuello se veía más fino bajo el collar de rubíes que Charlie había dejado en su tocador.

Pero lo más impresionante que el reflecto provocaba no era lo bonito que le quedaba el vestido verde pino, sino lo diferente que parecía con aquella peluca por sobre los hombros color negro azabache.

—Tranquila, querida— dijo Betty por detrás, mientras Alice toqueteaba su flequillo con las uñas escarlatas. —No se caerá, ni se moverá. Lo prometo.

—Espero que Blancanieves no me pida derechos de autor.

Betty chisteó. —Estoy segura que harán una nueva estrella para ti.

Asintió nerviosa, susurrándole agradecida por su ayuda y se encaminó hacia las escaleras.

Charlie Green subía ellas observando su celular, se había cambiado la arrugada ropa y ahora desfilaba en un traje de tres piezas color sangría. Alice retuvo su respiración al pie de la escalera, esperando que levantara la mirada.

—Betty, ¿crees que le faltará mucho más a la señorita...?

—¿Qué? — se apresuró a decir, -ahora- no tan confiada de cómo le quedaba ser morocha y de pelo corto. —¿No dirás nada?

Había detenido su caminar en el descanso de la escalara y todavía los separaban otros diez escalones, movió la boca un par de veces, buscando las palabras que pudieran ayudarlo. Al final de un par de segundos, se mantuvo callado con una sonrisa de lado.

—Eres una criatura magnifica— dijo por fin, con los ojos brillando le tendió su mano. —Está maravillosa, señorita Alice.

Tomó su mano, fingiendo que sus mejillas no combinaban con su traje. —Usted también se ve como todo un... espécimen, señor Green. ¿A dónde vamos? — preguntó cuándo, en vez de bajar, Green la guio por el pasillo.

Esperaba que el uso de la peluca y el vestido del millón bastaran para hacerlos abandonar la casa. Alice se había descubierto deseosa de poder encontrarse con Charlie en alguna situación diferente a las anteriores, lejos de su cabaña frente al lago y lejos de.... el mundo de Lavrov.

—Sé que lo haces de manera juguetona, Rosie, pero no puedes llamarme señor Green a donde iremos— explicó mientras abría una puerta blanca al final del pasillo. Extrañada, Alice se asomó antes de pasar; una escalera en caracol no parecía demasiado seductor para sus zapatos de tacón. —No es por nada que te haya dado la peluca.

—Entonces, cómo debería dirigirme a ti. ¿Y adónde es que iremos? — volvió a preguntar.

—Pues, puedes llamarme Charlie. O puedes llamarme cariño, de igual forma— gesticuló coqueto, Alice se detuvo por un instante y se volvió para mirarlo.

¿Podría llamar de esa forma a quién había torturado a su padre hace casi tanto como tenía memoria?

Se volteó, retomando su subida. —¿Y tú como me llamaras a mí?

—Bueno, si alguna vez de niña has jugado a ser otra persona, éste es el momento de usar ese nombre.

—Algo así, ¿cómo Lady Brillantina?. Tal vez, Reina Elizabeth o Princesa Aurora— se burló. —Aunque siempre he sido más admiradora de la Bella y la Bestia.

Charlie rió. —Aunque en serio te veas como una princesa, Rosie, preferiría que sea algo más serio.

Se detuvo cuando las escaleras terminaron, frente a una puerta oscura que no se atrevió a tocar, esperando que él la alcanzara. —Parezco más la mala de la peli.

No puedo enamorarme (de ti) - CANCELADADonde viven las historias. Descúbrelo ahora