2. De Infieles está lleno el mundo.

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Muy temprano en la mañana, Enzo llegó al trabajo como de costumbre

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Muy temprano en la mañana, Enzo llegó al trabajo como de costumbre. Su rutina de todos los días: café en mano, esperando por Kali con su caja de donas o de panecillos, aunque ese día llegó con baguettes, la charla acostumbrada por ambos antes de ponerse a trabajar. Aproximadamente a las ocho y cincuenta, Enzo decidió bajar a la morgue por su informe de autopsia, mirando su reloj y muy seguro de si mismo, con una sonrisa gigante en el rostro ¿por qué estaba feliz? Simplemente era un día bonito, soleado, cálido, nada dañaría ese día.

¡Buenos días! —saludó a los trabajadores de la morgue con su sonrisa. No estaba muy agitado ahí abajo ese día, un par de pasantes observando a Rezza realizar una autopsia, no veía al asistente, Farra, por ningún lado.

La cosa estaba en que en el momento que Enzo saludó, los pasantes levantaron la mirada y una pizca de temor apareció en sus ojos mientras le saludaban. Rezza ni siquiera se apartó del cuerpo. Demasiado concentrado en su trabajo, por supuesto.

¿Qué hora es?—preguntó el hada, tenía sus manos en el interior de un cráneo, estaba medio agachado para alcanzar la cavidad.

Enzo revisó su reloj. Tenía esperanzas de que ayer hubiese sido un mal día para el nuevo forense, que solo haya sido un gruñón por estrés...Sí, era eso, ese día seria distinto, Rezza sería amable con él y Enzo también. Se llevarían bien y no con odio, rabia y pedantería.

Las...ocho y cincuenta y seis minutos.

Rezza se apartó del cuerpo, sacando el cerebro del cráneo. Los pasantes se volvieron a fijar en las acciones del joven, más interesados en eso que en Enzo ahí parado.

Dije luego de las nueve —dictó —. Luego. Y que tocaras la puerta ¿Acaso se te ha caído esto?

Quizás era la bruma de la mañana la que lo llevó a pensarlo más de lo necesario ¿lo acababa de insultar con un cerebro en manos? ¿que le hacia falta uno? Oh, wow. Enzo no esperaba brusquedad tan temprano por la mañana. Eso era nuevo. La sangre ya le estaba comenzando a hervir. El beneficio de la duda que le había dado a Rezza se esfumaba y ahora, Enzo solo tenía en claro una cosa: ese muchacho era un altanero de primera.

Necesito el informe de la autopsia —dijo Enzo, reprimiendo la molestia. Rezza colocó el cerebro en una balanza y se mostró más interesado en el peso del órgano.

1385 gramos —bramó Rezza. Los pasantes anotaron. —. Peso promedio.

Necesito-

El informe de la autopsia —Dijo Rezza con aspereza, sacando el cerebro de la balanza — ¡Bandeja! —uno de los pasantes le llegó con lo pedido, y Rezza dejó el cerebro ahí —. Ya te escuché la primera vez. No necesitas ladrarme.

Se sacó los guantes y los depositó en una papelera, no sin antes murmurarle a los pasantes que se encargaran de examinar el cerebro mientras él se encargaba de otros asuntos. Observó a los jóvenes estudiantes reunirse alrededor del cerebro, mirando con detenimiento.

El lobo que deseaba salvar a una mariposa herida.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora