35. Larga vida a la reina

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La mañana del lunes en la que Enzo llegó al trabajo, intentó estar calmado mientras arreglaba sus cosas en la comisaria

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La mañana del lunes en la que Enzo llegó al trabajo, intentó estar calmado mientras arreglaba sus cosas en la comisaria. Kali rondaba por ahí, tecleando en su ordenador, llenando informes e investigando para casos que aún no habían cerrado; alrededor, la vida en el piso de homicidios era tan ajetreada como siempre, Lucas yendo de un lado a otro con su habitual hiperactividad, el capitán gritándole a alguien, policías que iban y venían con criminales...y él se estaba aguantando.

El problema no era su paranoia, el problema era que estaba justificada ¿o realmente si era una paranoia sin sentido?

Enzo no había dejado de mirar su teléfono en todo el fin de semana, las ganas picaban en sus dedos esperando un mensaje de texto o quizás armándose de valor para enviarlo. Y ahora, sentado en su escritorio mientras el tiempo pasaba, se aguantaba las ganas para no bajar corriendo a la morgue y verificar con seguridad que estuviese ahí. Necesitaba verlo, quería verlo. Había descubierto con cierto horror la dependencia que él mismo parecía tener sobre Rezza, unos cuantos días sin él y le dejaban su interior raspando de angustia y desespero, solo con unas ganas alteradas de volverlo a tener entre sus brazos. Quizás se debía a cómo se habían alejado ¿Cuánto durmió? ¿Cuánto sobre pensó? ¿Cuántas pesadillas tuvo, mientras se torturaba con las palabras de Enzo?

Porque Enzo no tuvo pesadillas, solo porque fue incapaz de dormir.

A penas y tenía un tenue bálsamo que no le hacía actuar como un loco y es que, de hecho, Rezza le había escrito al día siguiente. Sólo para calmarlo, lo sabía, y pese a que no habían tenido una conversación más allá de un simple "estoy bien, nos vemos el lunes", Enzo no pudo dormir del todo cómodo sabiéndose lejos, sin tener ni idea de cómo la debía de estar pasando el hada. Al menos contaba con la presencia de Jules cuidándole si algo salía mal, sabía que el muchachito le llamaría si algo raro ocurría y él mismo inclusive se había prohibido llamar a Jules para respetar el espacio que Rezza se merecía.

Pero ahora estaba inquieto y bastante.

—Enzo.

—Dime.

Kali dejó de teclear al llamarlo, la inquietud de su compañero era tan evidente que hasta a ella le tenía estresada tenerlo así.

—¿Puedes ir a verlo, por amor a Dios? —preguntó ya harta de todo —. Yo me encargo de los informes. Un segundo más soportándote así y me mato, o te mato a ti. O a los dos, así que ve.

Eso fue como darle rienda suelta. Ni siquiera contestó, Enzo solamente se incorporó nada más escucharla y su cuerpo avanzó casi por si solo hacia el elevador. Kali sonrió quedamente, los perros eran tan predecibles.

Y por ello Enzo continuó su camino hacia la morgue como su único objetivo, ensimismado en ver luego de un largo y tortuoso fin de semana a su hada, esa que tanto extrañaba y con la que le era imposible vivir si no lo tenía cerca. Un par de mensajes no eran suficientes para calmarlo, debía verlo, por mensajería cualquier podía mentir, pero en persona Rezza era un libro abierto.

El lobo que deseaba salvar a una mariposa herida.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora