23. En tus brazos siempre estaré a salvo

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Kali abrió las puertas de la furgoneta

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Kali abrió las puertas de la furgoneta. Arrugó el entrecejo cuando el interior desordenado se mostró ante ella, entró sin dudas, con los peritos detrás de ella y Lucas esperando, quien era el que había dado el aviso.

La mujer, con las manos enguantadas, tomó una libreta caída en el suelo de la furgoneta y la hojeó. Números de teléfono, hojas arrancadas, la dejó donde estaba y continuó mirando el sitio. Solo había latas de pinturas por doquier, maquinas y aparatos de fumigación.

—¿Cuánto lleva aquí? —preguntó en voz alta. Lucas, parado fuera con las manos en los bolsillos del grueso suéter de la policía se encogió de hombros.

—No se sabe con exactitud, Detective —anunció el muchacho —. Una señora la vio abandonada hace un par de días, pero fue hoy que decidió reportarla cuando se dio cuenta que nadie venia a buscarla. Nuestras patrullas no han pasado por aquí.

Kali salió de la furgoneta y se sacó los guantes, dejando que los peritos de criminalística pasaran a hacer su trabajo. Debían sacar toda la información que podían de la furgoneta, que tanto tiempo habían estado buscando y por fin, esa mañana, había aparecido como un milagro.

—¿Qué tenemos alrededor?

Lucas miró a su espalda, luego al frente y señaló las calles hacia la Náyade.

—Estamos muy cerca de entrar a la zona industrial, sin embargo alrededor hay un par de fábricas abandonadas o en banca rota —comenzó a contar el muchacho —. No hay cámaras cerca, no tenemos mucho. Espero que los peritos logren sacar algo. Hay muchas cosas ahí dentro.

—Sí, pero si abandonó la furgoneta dudo mucho que nos dejara algo para investigar —Kali se cruzó de brazos, pensativa. Se sentía tan solitaria en el campo sin tener a Enzo, pero le tocaba trabajar por su cuenta mientras el muy condenado obtenía un trato especial por casi morir. Como fuese, no podían descansar, aunque estuviera en cama —. Gracias Lucas.

Lucas le regaló una enorme sonrisa y llevó su mano hacia su propia frente en un saludo militar animado.

—Siempre a su orden, mi señora Mussali.

Kali se despidió del chico y fue al auto para ir de vuelta a la comisaria, tenía que buscar a Rezza ahora que era mediodía. Andrew le había dejado el auto para que pudiera movilizarse por la ciudad, ahora que Enzo estaba en casa y no podía traer y llevar a Kali, así que la náyade lo agradeció bastante.

Cuando puso pie en la comisaria de vuelta y subió hasta su escritorio, le extrañó tanto no tener la presencia de Enzo ahí, fastidiándola, al menos no en fechas en donde no tuviera que ausentarse. Arrugó el entrecejo, esperaba que ese estúpido alfa se recuperara pronto, no le podía dejar todo el trabajo a ella sola. Tomó el montón de carpetas y registros del caso y los metió en su bolso antes de bajar a la morgue, se encontró con el asqueroso olor a putrefacción...y Farra sentado en la oficina comiendo, Rezza a su lado, recogiendo sus cosas.

El lobo que deseaba salvar a una mariposa herida.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora