34. Detrás de la máscara

6.7K 645 765
                                    

Estaba nevando

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

Estaba nevando.

Rivershire había amanecido con el frío más intenso que nunca y un cielo que les saludó temprano con copos de nieve que poco a poco cubrieron las calles conforme las horas pasaban. Rezza las miró caer a sus pies, cubriendo la escalinata de la corte; como un niño tímido se puso a jugar con los montones que se acumulaban en el suelo con la punta de sus zapatos de vestir nuevos, un poco incomodos, pero Enzo le había hecho comprarse unos y botar los viejos.

Se había cubierto con un enorme abrigo para contrarrestar el frío, pero juraba que era tan agresivo —o quizás eran los nervios— que ni eso era capaz de calentarlo. No había sido tan malo como imaginó, pero nunca pensó que iba a estar sentado en una corte, testificando no solo como forense, sino como víctima también. Enfrentarse a la mirada de El Artista no le había afectado como pensó, así que todo estaba bien y quizás se debió a tener a Enzo a otro lado de la sala, atento a él en todo momento.

Aunque ambos sirvieron de calma para el otro, si debía ser sincero. No le pasó por alto lo alterado que Enzo se vio cada vez que el abogado defensor de Jacobson daba un argumento o cuando le hizo preguntas personales al hada sobre su relación con Jacobson. Fueron ataques muy directos pero pudo con ello. Pudo soportar una buena ronda. Así que ahora, cuando el juicio se había ido a descanso, Rezza huyó de ahí a respirar.

Elevó la mirada, tan solo de reojo cuando escuchó pasos acercarse a su lado. Julius se acercaba a él, encogido en su buen abrigo. El pobre muchacho era el que peor se la había llevado en la corte, el abogado defensor había intentado por todos los medios desestimar sus testimonios, poniendo mil y un excusas sobre que las palabras de un muchacho drogado, que huyó de casa y lleno de libertinaje como él no podían ser tomadas en serio, que pudo haber sido cualquier persona. Y del mismo modo, el ataque contra Rezza era casi el mismo:

Usted fue por su propia cuenta ¿por qué haría algo así?

La de arañazos que quiso darle en la cara en ese momento a ese imbécil.

—¿Estás bien? —preguntó Rezza, girándose hacia el silencioso Jules. El cachorro atendió con rapidez a su llamado, Rezza juraba que de tener orejas de can, Jules las hubiese elevado con emoción como un perro ateniendo a su dueño. Cómo Enzo cuando le llamaba —. Espero no estés pensando en mearle las llantas del auto al defensor.

Jules explotó en risas aunque Rezza solo elevó un poco la comisura de sus labios.

—Repentinamente tengo hambre, como que se me antoja corazón.

—¡Julius Alexander P-¡

—¡Ya, ya! —Julius le calló mucho antes de que el hada terminase el regaño. Su rostro había cambiado de inmediato a una indignación que hizo al cachorro lanzarse sobre él para callarlo con sus manos, aguantando la risa —. ¡Deberías de apoyarme!

A Rezza le costó ocultar la sonrisa, Jules era uno de los que lograba sacarle unas buenas ahora. La cercanía entre ambos había crecido desde aquella charla en el salón de casa de Enzo hace ya un tiempo, y gracias a la terapia que aún le daba duros golpes Rezza se esforzaba en poder abrirse con la gente en la que podía decir que confiaba...un poco. Jules se había ganado el puesto haciéndolo molestar, era un buen niño. Se lo merecía.

El lobo que deseaba salvar a una mariposa herida.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora