24. Solo mi nombre

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—Todavía no se qué haces aquí —bramó Kali

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—Todavía no se qué haces aquí —bramó Kali.

—No puedes vivir sin mí —le contestó Enzo.

Y era verdad, a Kali le costaba tanto andar por ahí sin tener a Enzo, se sentía incompleta sin su compañero, aunque solo era cuestión de acostumbrarse. Pero le era peor saberlo débil y caminando por ahí, por suerte ahora solo se encontraban en la estación, frente a sus escritorios con un montón de papeleo con ellos. Ni loco le permitían trabajo de campo. Enzo se había hartado de descansar todo ese tiempo, y en realidad se sentía mucho mejor así que se había escapado de casa cuando Rezza no veía. Aunque para ese momento ya Rezza sabía, y ya se había ganado el regaño. Pero Enzo necesitaba trabajar en el caso a tiempo completo, no en estar encerrado en casa.

El caso de El Artista los había llevado a comprobar persona por persona de los que aparecían en la lista de compras que Chënnai y la tienda de especias le habían entregado. Llevaba días llamando a cada uno de ellos para asistir a la comisaria y comprobar coartadas y razones de compra. Sorprendentemente, muchas personas compraban veneno sintetizado. Eso era preocupante. Más preocupante era saber que lo usaban para usos cosméticos.

Kali suspiró y levantó el teléfono para llamar a otro número, enfrascándose en una conversación que cuando terminó colgando, lanzó el lapicero que tenía en su mano a un lado, frustrada.

—Ese es otro fallido —dijo —. Coartada perfecta. No encaja con el perfil.

Enzo tomó la lista de personas para tachar el nombre de esa persona, uno menos.

—¿Cuantos nos faltan?

Kali alzó la vista, exhausta, mirando por encima otra lista y luego echándola hacia un lado, no deseaba saber mucho más.

—Unos...cuatro. Y si no conseguimos nada, estamos hundidos...otra vez.

—¿Ya se llamaron? —preguntó. Kali asintió —. Vale, entonces descansemos un rato mientras llegan. Digo ¿es normal que tantas personas compren veneno? ¿En serio? ¿Por qué esto no puede ser como CSI en donde los compradores son solo dos de algo sumamente extraño?

—La vida no es tan fácil, Enzo.

Enzo alzó las cejas, no muy a gusto.

—Pues debería.

—No sé que estén hablando ustedes dos, pero tienen que escuchar esto —la presencia de Lucas los tomó desprevenidos, el muchacho llegó trotando desde la oficina del capitán, con su tableta en manos y apoyándose luego en el escritorio.

No dijo mucho, tan solo tendió la tableta sobre el escritorio para mostrarles a los detectives quienes, sorprendidos, alzaron la mirada.

—¿Qué estamos viendo? —preguntó Kali. En la pantalla estaba el rostro de un hombre, caucásico, algo mayor, nada resaltante.

El lobo que deseaba salvar a una mariposa herida.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora