13. No te ocultes

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La luna estaba preciosa sobre ellos, y aunque el desespero y la necesidad picaban en el lobo solo por la cercanía de la luna llena, junto a Rezza aquel paseo se hacía agradable y llevadero. La comida había sido animada, tan buena con la charla que compartieron mientras comían y bebían, y al terminar Enzo le había invitado a caminar por el parque cercano; lleno de verde, iluminado por las farolas de la calle y la luz de la luna sobre ellos, habían poco transeúntes y ciclistas andando por ahí, serían ya más de las ocho de la noche, no tenían ni idea puesto que no habían mirado sus teléfonos o relojes. No había necesidad.

La luna llena llegaría dentro de poco, en apenas unos días, y Enzo sabía, sabía que ese mes sería algo distinto...pero contaba con poder controlarse. Tal y como lo hacía en aquel momento con sus ganas de querer rodear el pequeño cuerpo de Rezza con sus brazos, caminar tocando su piel. Pero se controlaba. No podía decir que respiraba hondo para hacerlo, porque sería peor, pero el hada a su lado parecía tan calmada y relajada en la oscuridad de la noche que era suficiente.

—¿Puedo preguntar algo? —aventuró Rezza, temeroso de abrir la boca, rompiendo el silencio que entre ambos se había instaurado en la conversación. Tenía las manos cubiertas por las mangas de su suéter.

—Por supuesto ¿Qué pasa?

Rezza esperó un momento, quizás pensando en sus palabras. No sabía si debía preguntar...la verdad, no era nada malo, pero era él mismo pensando demasiado, quizás tan solo se hacía mentes, quizás tan solo era mucho, pero debía estar seguro.

—¿Qué hay de el elfo amigo tuyo? ¿Tristán?

Enzo esperaba cualquier cosa menos esa pregunta, lo tomó desprevenido. Lo que menos esperaba escuchar era el nombre de Tristán en esa salida, trastabilló un poco por la sorpresa y se rascó la barba, curioso además.

—¿Qué pasa con él?

Rezza arrugó la cara, como si la contra pregunta le molestara.

—Te acuestas con él —dijo sin filtros en la lengua —. Eso es lo que pasa.

Oh, eso.

Enzo se atragantó. Vale.

Pues.

Eso no lo esperaba.

Rezza a veces era tan callado y tranquilo, tímido, y otras veces tan...bueno. Tan él.

—Es un amigo —respondió.

—Te acuestas con él —repitió Rezza.

—Es un amigo con derecho —ahora estaba tenso, porque...que difícil era explicarle a otros lo que tenía con Tristán, y por alguna razón eso le daba nervios, explicarle a Rezza —. Fuimos pareja. Hace muchos años, cuando nos conocimos.

Rezza, por dentro, despertaba los celos en él, pero no deseaba demostrarlos. Tan solo apretó los labios y escuchó.

—En resumen, terminamos porque, bueno. Tristán me engañó —admitió, y vale eso se escuchaba súper raro dicho en voz alta —. Pero creo que con el tiempo limamos esas asperezas y terminamos como buenos amigos.

El lobo que deseaba salvar a una mariposa herida.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora