18. Lucifer desciende

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Despertó sudoroso

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Despertó sudoroso. Agitado. Con miedo.

Pero cuando abrió los ojos, fue la oscuridad de la sala de estar de Enzo lo que lo recibió. Las pesadillas no se detenían, ni con el olor del lobo en la sudadera con la que ahora dormía cada noche, ni en sentirse seguro ahí. Ni así se detenían. La cosa es que ahora no solo eran sobre esa noche, sobre sus alas, sino que ahora el rostro de Hestia aparecía en ellas, torturándolo día y noche como a un esclavo, recordándole a quien le debía lealtad. Ahora eran peores, mucho peor. Se restregó la cara, espabilándose, los ruidos a su alrededor no eran más que el sonido de la noche en la ciudad, el rumor de una ciudad dormida del otro lado de las ventanas, algunos pocos sonidos de parte de los vecinos, algo muy lejano que en el día común quizás no se escuchara pero con el silencio nocturno podía detallarse...y los ronquidos de Enzo al fondo del pasillo. Eso le hizo reir un poco. Pero no olvidaba la pesadilla y lo agitado que le dejó.

Se sentó, se revolvió el cabello y estiró hacia la mesa ratona para tomar sus anteojos y su móvil, limpió los cristales antes de ponérselos y miró la hora. Dos de la mañana, excelente, y ya no había sueño, y además era Sábado. Bien.

La semana había pasado...bien, calmada. Al fin y al cabo habían sido como solo tres días desde que estaba en casa de Enzo y el trabajo los consumía tanto que llegaban tan exhaustos a casa que a lo mucho cenaban y charlaban un poco antes de dormir. Rezza dormía, eso era un avance aunque a mitad de la madrugada ya estaba despierto, lo cual no era extraño a ese punto de su vida, así que mucho tiempo para pasarla juntos en casa no había. Rezza no iba a negarlo, eso de estar encerrado en la misma casa con Enzo le ponía ligeramente nervioso, porque de vez en cuando Enzo conseguía acorralarlo y atraparlo por ahí para llenarlo de besos y a Rezza aun le picaban los labios de la noche anterior, cuando Enzo como quien no quería la cosa se había sentado en el sofá junto a él y de pronto ambas bocas estuvieron ocupadas en una sesión de besuqueos que lo dejaron perturbado cuando Enzo le deseó las buenas noches.

Se tocó los labios como si eso le trajera los recuerdos de anoche, Enzo había llegado con calma, con una taza de té en manos y se había sentado a su lado, no recordaba de que habían hablado antes, tan solo recordaba como Enzo le había pasado un brazo por los hombros para atraerlo hacia él y de pronto ambos estaban besándose con ganas. La taza de té olvidada totalmente en la mesita, pero el característico sabor a manzanilla estaba aún prendado en los labios del hada cuando Enzo chupó de ellos con gusto, arrancándole un suave y avergonzado jadeo al contrario. Y no se detuvo ahí, al contrario, Rezza le había rodeado el cuello con sus brazos y enterrado sus manos en la espesa cabellera roja, jugando con sus largos mechones, estuvo a solo segundos de repetir lo que había hecho en la habitación la primera vez que se besaron, el sentarse sobre él, pero para cuando su cuerpo se alzó, Enzo se había separado de él con una sonrisa traviesa y le había deseado las buenas noches.

Rezza había quedado...turbado. Abrumado.

Nunca imaginó que le iba a gustar tanto besar a alguien. No era la primera vez que acariciaba otros labios con los suyos, era un hada después de todo y aquello de que las hadas amaban seducir no era una mentira. Quizás era lo único que de verdad Rezza hacía como buena hada...o bueno, que hizo hace bastantes años. Muchos. Demasiados. Pero Enzo era el primero luego de tanto tiempo y más importante: el primero al que él no había buscado. Eso era especial. Y eso lo llevaba a su siguiente pensamiento ¿Qué demonios harían ahora que era fin de semana y era día libre? Antes se distraían con el trabajo, pero ahora era un día libre totalmente para ellos, así que Rezza estaba bastante nervioso, si.

El lobo que deseaba salvar a una mariposa herida.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora