17. Ahogar o prevalecer

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Enzo pudo sentir el aroma del hada a todo su alrededor incluso antes de abrir los ojos por completo

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Enzo pudo sentir el aroma del hada a todo su alrededor incluso antes de abrir los ojos por completo. Hundió su nariz en la colcha, aspirando hondo y sonriendo por aquella mezcla de olores, como la esencia de Rezza se fundía tan bien con la propia. Ahí se quedó un largo rato, sin importar que la alarma sonara estruendosa a su lado, así que luego de su ensoñación abrió los ojos y se encontró solo en una cama vacía. Sin embargo, podía escuchar a Rezza en la sala, no...no estaba en la sala, esos ruidos eran de la cocina. Enzo afinó su oído, claramente estaba en la cocina, así que no lo pensó mucho antes de ponerse de pie y arrastrarse hacia su destino y lo que encontró fue una visión divina. Algo con lo que ahora deseaba encontrarse siempre, y ese era Rezza haciéndole el desayuno, vistiendo solamente su sudadera borgoña. Enzo salivó, tan temprano y ya con esos calores por encima, se apoyó en el marco de la puerta y observó atento, las piernas largas y blancas de Rezza que se movían de aquí para allá mientras sus manos expertas hacían quien sabe que sobre su cocina. Estaba tarareando, muy por debajo, Enzo pudo identificar la canción, Walking on the sunshine. Adorable. Precioso. Y la luz de la mañana que entraba por la ventana intensificaba la iridiscencia del muchacho. Dioses, Enzo estaba tan derretido ahora. Que ganas de besar esa piel.

—Buen día.

Decidió saludar por fin, ganándose un brinco sorprendido de Rezza quien alarmado se giró cargando un tenedor en la mano y un pedazo de tocino en la boca. Enzo se echó a reir, apartándose del marco para acercarse al refrigerador por algo de agua.

—B-buen día.

—No te veía del tipo hogareño —dijo Enzo, cerrando el refrigerador luego de servirse su vaso.

Rezza lo observó con atención, una especial que se centró en su pecho desnudo y en su cabello pelirrojo despeinado. Qué vergüenza sentía, de pronto el recuerdo de la noche lo atacó y la vergüenza pegó en él, obligándolo a girarse de nuevo a la cocina en un vano intento de escape. Una cosa era la noche, y la otra era el recuerdo en pleno día ¿tenía sentido? Para él sí.

—No tenías mucho en las despensas —comenzó a decir, nervioso —. Pensé que...pensé que luego de todo lo que has hecho por mí, debía recompensarte con...no sé, algo.

—Así que decidiste levantarte temprano y hacerme el desayuno —inquirió, arrastrando una silla lejos de la mesa para poder sentarse —. No tenías qué, podíamos comprar algo de camino.

—Es lo menos que puedo hacer. De todas formas, no dormí mucho, estoy levantado desde las cuatro.

Enzo arrugó la cara, dejó el vaso sobre la mesa.

—¿Pesadillas otra vez? ¿Por qué no me despertaste?

—No, no, no nada de eso —Rezza se giró de nuevo, alarmado de que Enzo se preocupara de más—. Dormí bien, no hubo malos sueños. No luego de...—calló, rojo como un tomate. El recuerdo hacia que los labios le picaran—. Es solo que simplemente desperté. No es nada malo. En serio.

El lobo que deseaba salvar a una mariposa herida.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora