33. Hombre muerto caminante

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—¿Dónde está el cuerpo?

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—¿Dónde está el cuerpo?

La voz del capitán sonó tan severa como se veía su expresión, haciendo que tanto Enzo como Kali pasasen saliva y se rascasen la nuca.

El capitán arqueó la ceja, parado en medio de la sala de estar de la escena del crimen y mirando con esa peculiar y única mirada juzgadora que él tenía a los detectives. En el centro de la sala, desordenada y destrozada, llena de manchas de sangre por doquier, estaba la marca en el suelo de la silueta de un cadáver que no estaba.

Rezza, al lado del capitán, les miraba de la misma forma. No era decepción, no: era rabia e incredulidad. Eran ganas de matar a alguien.

—¿Fui llamado...y no hay cuerpo?

—Cuerpo hay —dijo Kali, carraspeando —. Solo que no está aquí.

Sutton se llevó una mano a la cara, respiró hondo, se presionó el tabique de la nariz y decidió no decir nada. A Enzo le hubiese dado mucha risa que Rezza también hizo lo mismo y se vieron como dobles muy distintos.

Al fondo, en otra estancia de aquella casa ubicada en unos calmados suburbios de Rivershire, otra pareja de detectives estaba anonadada mientras Lucas intentaba hablar con ellos sobre que "todo había sido una mala pasada, que nunca hubo un cuerpo"

Solo que si lo hubo.

Esa era la cuestión: los detectives Enric y Méndez habían sido llamados por unas cosas de un caso que ya investigaban, una pista que los llevó hasta esa casa y ahí al llegar y ver que nadie respondía a la puerta vieron por la ventana el desastre del interior. Al entrar, el cuerpo muerto de un hombre con demasiados disparos de bala estaba en el suelo. Habían salido, llamado al capitán, al cuerpo policial, al forense.

Y, al llegar todos: no había nada.

Habían quedado como locos. Solo que para el capitán aquello no sonaba tan loco como podía sonar, así que su mejor decisión fue una: llamar a sus mejores detectives sobrenaturales. Porque a menos que alguien hubiese entrado a esa casa mientras los detectives estaban ahí esperando por el personal, era imposible que un cuerpo desapareciese así como así. Solo tenía dos posibilidades. Y ahora, solo ellos y otros cuantos miembros sobrenaturales del cuerpo estaban en la escena, el resto había sido despachado de vuelta.

A ver, yo no entiendo por qué nosotros nos tenemos que llevar su regaño si fueron ellos los que perdieron el cuerpo —acusó Enzo, incrédulo ¡Era la única verdad! Ellos solo habían sido llamados, los que habían perdido el cuerpo habían sido otros — ¿Por qué yo soy el que recibe la mirada de odio?

—A mí me importa un pepino quien perdió el cuerpo —acusó Rezza, rojo y no justamente de vergüenza —. Pues a mí me encantaría saber cómo se pierde un cadáver ¿Se paró y se fue caminando acaso?

El lobo que deseaba salvar a una mariposa herida.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora