8. Seres de manada

6.3K 867 437
                                    

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.


Kali trastabilló en cuanto entraron a la morgue, Enzo la sostuvo lo más fuerte que pudo y observó por el rabillo del ojo como Rezza corría entre las camillas y se lanzaba sobre su escritorio, abriendo los cajones y sacando quien sabe qué cosa. La náyade se le aferró al brazo y reprimió un jadeo, y a Enzo se le movió todo el mundo al verla casi desvanecerse entre sus brazos.

—¡Sobre la camilla! ¡Ponla sobre la camilla!—gritó Rezza, sus manos moviéndose rápidamente entre frascos y envases.

Enzo obedeció, demasiado preocupado por Kali como para hacer algo más que no fuera ayudarle. Vio a Rezza acercarse a ellos, con las manos temblorosas y un frasco de cristal entre ellas. No dijo mucho, solo abrió el frasco y se lo hizo beber, Enzo no preguntó algo al respecto, confiaba lo suficiente como para dejar que un hada le diera de beber contenidos desconocidos a su mejor amiga. Kali lo bebió todo y hasta se atragantó, tosió empujando el frasco y a Rezza lejos y el hada solo alcanzó a dar un par de pasos, pero el frasco se hizo añicos en el suelo al caer.

—¡No lo escupas! —le ordenó, y Kali se mordió los labios.

—Joder, es asqueroso.

—¡Me hubieras avisado antes que lo tocaste y nos ahorrábamos el mal sabor! —siguió quejándose Rezza, acercándose de nuevo a la camilla.

—¿Estás bien? —preguntó un preocupado Enzo —. ¿Es esa dosis suficiente? ¿Va a estar bien?

—El veneno de las gancanaghs no es la gran cosa, al menos en comparación a otros, y su antídoto es muy fácil de hacer. —afirmó el hada para calmar al lobo—. Solo necesita descanso, estará como nueva mañana.

—Oh, menos mal, porque toda la habitación me da vueltas —gimió.

—Debo prepararlo para el resto de la estación —agregó Rezza —. Los oficiales que lo tocaron...

—¿Cómo vas a dárselos a todos? —preguntó Enzo, aun sin despegarse de Kali. Cuando la náyade comenzó a presentar los síntomas del envenenamiento de camino a la comisaria, todo su mundo se vino de lado. Quería tanto a Kali que verla mal le acongojaba.

Mentirían si dijeran que no los había tomado por sorpresa, pero entre el arresto y toda la situación, quizás se olvidaron de algo importante: el veneno. No fue hasta mitad de camino que Kali comenzó a sentir los efectos sobre ella, y cuando llegaron a la comisaria le era casi imposible caminar derecha o enfocarse. Enviaron a Farra bien cubierto a llevar al criminal a encarcelar, mientras el resto ayudaba a Kali. Podría no ser un veneno peligroso, pero actuaba lo suficientemente rápido como para ser preocupante.

—¿Café y pastelitos para todos? —Se encogió de hombros—. Ya estaba preparado para esto, tengo suficiente antídoto para toda la estación.

—Con ese mal sabor nadie va a tomárselos...—protestó Kali. Enzo le dio un ligero toque en la frente.

—Tu cállate y recupérate, Rambo.

El lobo que deseaba salvar a una mariposa herida.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora