38. Los acuerdos

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¿Podría hablarse de silencio si aunque nadie hablase en realidad, el ruido de la vida los envolviese? Nadie era capaz de decir ni una sola palabra, pero la habitación estaba llena de ruidos que hacían más tensa la situación

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¿Podría hablarse de silencio si aunque nadie hablase en realidad, el ruido de la vida los envolviese? Nadie era capaz de decir ni una sola palabra, pero la habitación estaba llena de ruidos que hacían más tensa la situación. El cantar de los pájaros, las risas amortiguadas, el "tic-tac" de un reloj de pared, aunque nadie en ese lugar se había fijado que por mucho que sonase el reloj no avanzaba jamás, que en realidad, en esa habitación ningún reloj se movía y que el vaso que Enzo había soltado y debía caer, se mantenía flotando en el aire, sin moverse un centímetro.

O quizás sí, y todos preferían pasarlo por alto para no buscar explicaciones donde no las había, o porque había algo más que les había dejado boquiabiertos.

Una mujer de cabellera platino, de ojos de ensueño y con una sangre tan peligrosa como importante.

Una hija de Hestia.

—Imposible.

Elain fue la primera en romper el silencio, los ojos detrás de la máscara mostraban tanta confusión como el resto, y sus labios fruncidos buscaban las palabras correctas para pedir explicaciones sin que sonasen como la amenaza que media habitación quería decir.

—No, claro que no lo es —dijo Aurea, encogiéndose de hombros —. Todos saben que Hestia ha tenido seis hijos. Que el príncipe Aenden murió, y que al resto no se le conoce salvo excepciones.

—Ninguno ha salido hasta ahora —expresó Loa, hastiada.

—Y no deberían salir tampoco —murmuró la vampiresa —. Si saben lo que les conviene. Si quieren seguir vivos.

—No les conviene hacerlo...—agregó Philips, carraspeando —. No tiene sentido.

Ohana rechistó, negando. Era un hombre tosco y amargado, expresivo cuando se trataba de enunciar su descontento.

—Es una mala broma. Ustedes los famosos se toman todo a la ligera.

Rex Gold bufó, o más bien pareció un gruñido pero no dijo nada al respecto, prefirió entretenerse con su trago.

—Estará mintiendo —dijo por fin Moonstone, uno de los cazadores —. Bien podría ser cualquier hada aclamando ser su hija.

—O podría ser una jugarreta de Hestia —espetó Allen Ravensight —. Saben que la están buscando, enviar a alguien aquí seguro es otra de sus malos juegos ¿¡Pero como demonios se entero!?

—Alguien abrió demasiado la boca como para que Hestia se enterase de esta reunión —acusó Ohana.

Una discusión se abrió paso, Ohana acusó a medio mundo en esa mesa en especial al pobre Zhivko que no sabían en dónde meterse. Miradas filosas, palabras asesinas y amenazas fueron y vinieron sin control, y Enzo seguía incrédulo. Entre Audrey Beckett y el vaso que aún no caía. Arrugó las cejas, tomó el vaso de vuelta y éste cedió sin problema para ser tomado, como si nada hubiese pasado, y luego miró hacia la mujer que aclamaba ser la nueva reina de las hadas. Aurea Blackwood, segunda hija de Hestia...hermana mayor de Rezza.

El lobo que deseaba salvar a una mariposa herida.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora