4. Tregua

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—Solo digo que te hace falta relajarte un poco.

Tristán tenía razón, Enzo lo sabía, pero no conseguía tiempo para hacerlo. La seguridad era primero, y más que nada: las órdenes de su alfa, así que no era tan fácil como el elfo lo hacía ver. Tristán vaciló, sirviéndose un vaso de café y sentándose junto a Enzo en el sofá de la sala, el rubio le estaba dando un buen regaño ese fin de semana, pero entendía el porqué lo hacía.

Lo sé, lo sé, pero sabes que el viejo nos prohibió hacerlo, Tristán —no era una excusa, era la realidad. Órdenes que no podían desobedecer —. Si el alfa lo dijo, hay que hacerlo.

Oh, genial. Y en el camino que se te atrofien los músculos y seas una bomba a punto de explotar —chilló Tristán —. El viejo Andrew es un idiota.

¿Entonces prefieres que me transforme, deje a mi lobo salir a mitad de la ciudad y que luego los cazadores acaben conmigo? —Tristán palideció con el simple pensamiento de perder a Enzo, y el pelirrojo asintió —. Exacto. Nadie quiere, así que obedezcamos al alfa.

¡Tienes que dejar salir a tu lobo! Anoche casi me arrancas el cuello. Además esto es una tregua ¿no? Deberían tener oportunidad de salir.

Enzo suspiró, los gritos de Tristán lo estaban molestando. Se masajeó el puente de la nariz como método para liberar tensión, no lo logró del todo. Últimamente todo le molestaba tanto, quizás era el estrés del trabajo, las personas molestas a su alrededor...o quizás, solamente quizás, era su lobo deseando salir, rabioso por estar tanto tiempo escondido. Enzo no recordaba la última vez que tardó tanto en transformarse.

Estabas siendo molesto —contestó el pelirrojo en defensa. —. Como ahora.

—No me lances la culpa a mí. Cualquier provocación te altera.

Enzo bufó.

No cualquier provocación —dijo —. Las tuyas en general.

Estás siendo maleducado.

Y tu una gran molestia.

Tristán refunfuñó, a veces simplemente no podía soportar a Enzo, mucho menos cuando tenía tanto estrés encima que su rabia la pagaba con cualquiera. ¿En serio su amistad valía para tanto? Porque dejarlo a su suerte e irse a su casa era una oferta más tentadora que aguantarse a un lobo de mal humor.

¿Podrías al menos intentar razonar con el viejo hoy?—pregunto Tristán, la taza de café había quedado olvidada, en esos momentos sus intenciones eran ayudar a su amigo...aunque la opción de largarse seguía flotando en su cabeza —. Todos deben estar igual. Él tiene que entender que es mejor arriesgarse un poco.

—No prometo nada ¿bien? —Enzo sabía una cosa: Tristán no dejaría de molestarlo con el tema hasta que le asegurara que lo intentaría. Si algo que aquel viejo elfo había aprendido de los humanos era la perseverancia, algo que los elfos no parecían tener por naturaleza —. Pero recuerda, es por...

El lobo que deseaba salvar a una mariposa herida.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora