30. Salmos Pt. II

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La mujer perturbaba a Enzo, tenerla al frente tan callada y serena le enervaba el cuerpo

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La mujer perturbaba a Enzo, tenerla al frente tan callada y serena le enervaba el cuerpo. Si no supiese quien era, diría que le resultaba tan extraño que una mujer que parecía tan pequeña e inofensiva fuese una máquina para matar y que su sola mención hubiese alarmado a Rivershire entero. Pero ni él mismo sabía cómo estaba tan tranquilo frente a ella: quizás porque tenía demasiadas cosas en la cabeza como para pensar en algo parecido a la venganza contra esa mujer. O porque estaba muy ocupado en no derrumbarse para rescatar a Tristán.

Enzo señaló la mesa, cordial, invitando a la cazadora a sentarse, pero ella solo se apoyó sobre ésta. Enzo entonces decidió que tampoco se sentaría. Mejor apoyarse contra una pared y cruzarse de brazos, manteniendo la distancia, no iba a perder de vista ninguna parte del cuerpo de esa mujer, seguro iba armada hasta los dientes. Enzo suspiró, debía vaciar su mente de preocupaciones para poder hablar con ella sin querer clavarle los colmillos en la yugular. Porque no, no se le borraba de la mente las palabras de Rezza aquella vez que Elain pisó la comisaria: porque ella estuvo ahí cuando a Rezza le arrebataron todo. Porque eran astas con hilos dorados lo que vagaban por los sueños de su hada.

Ella arqueó una ceja, expectante.

─¿Y bien? Soy todo oídos, pero no tengo todo el día ¿En qué puedo ayudar?

Enzo arrugó el entrecejo mientras se encargaba de mirarla de arriba hacia abajo, inspeccionándola por completo. La verdad es que se preguntaba que había debajo, y le sorprendía de lo que era capaz pues era menuda (aunque era más alta que Rezza), delgada y tan pequeña que pensaría que podría romperse si la tomaran de la mano con mucha fuerza. La piel que podía ver se notaba tan tersa y delicada, y que decir del brillo en sus ojos, jóvenes ¿Cuántos años tendría? No debía ni sobrepasar los veinticinco, la mayoría de los cazadores eran por normalidad muy jóvenes.

─Tenemos un testigo que logramos salvar de El Artista ─dijo él, comenzado a explicar─. Es un hombre lobo, recién convertido este año, tiene un olfato increíble, incluso más sensible que lo normal. Estuvo en el hospital mientras se recuperaba, y apenas despertó nos dijo que reconocía el olor de su captor en el hospital. Misma persona con la que había salido unos días antes, así que reconocía muy bien el olor. La cosa es que, reconoció el olor en el mismo piso donde estaba alojado, el problema es que al que reconoció no había pisado ese piso por órdenes de nosotros, lo tenía prohibido.

─Pero dices que su olfato es más sensible de lo normal. He visto casos ¿Cuál es el problema en ello? Pudo haberlo olido por la ventilación.

Enzo negó. La seguridad de Elain no le molestaba en absoluto, pero debía explicarle.

─Los hospitales prácticamente nos matan el olfato, señorita ─explicó ─. Es todo el alcohol y desinfectante. Se mete en medio. No niego que su olfato sea sensible, pero las condiciones no eran las adecuadas como para captar un olor desde tanta distancia.

El lobo que deseaba salvar a una mariposa herida.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora