Capítulo uno.

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"El clima en Zurich era bastante templado en este momento, y era agradable.  Una chaqueta cubría mi cuerpo, junto con unas
botas y un leggins color negro; mi ropa solía ser oscura, como lo era mi vida en la mayoría de ls veces.

Una ráfaga de viento azotó contra mi rostro y supe que el clima cambiaría a uno más helado, como siempre era aquí.

Intenté caminar más rápido para llegar a mi escuela, la cual era una de las mejores en Zúrich, y a decir verdad, la realidad de ella era totalmente diferente a la mía.

Mi casa estaba ubicada prácticamente en un basural, pero no me quejaba, al menos teníamos donde vivir.

Siempre habíamos sido una familia de pocos recursos, pero con la muerte de mi padre todo se complejó más, y aunque el amor sobraba, las necesidades eran tan visibles como el sol. La casa era de un piso, construida con básicamente madera, y era la única cosa buena que mi padre había dejado; además de recuerdos más o menos tormentosos.

Y la verdad era que mi educación sólo era fruto de mis buenas calificaciones, porque a decir verdad si no fuera por aquello, jamás podría haber ingresado a la escuela en la que hoy estoy. Siempre pensé que; si al menos mi madre no podía sacarnos adelante, debía hacerlo yo.

No me consideraba una persona ambiciosa, pero cuando te falta de todo en casa las cosas cambian; deseaba sacar a mi madre de la pobreza como fuera; y aunque sabía que esto no implicaba comenzar a vender mi cuerpo o cosas por el estilo, sabía que debía comenzar a generar dinero de alguna forma.

El paso hacia la escuela fue frío, lleno de pensamientos acerca de mi vida; no sabia cómo mejorarla, no sabía cómo ayudar a mi madre a salir adelante, no sabía como ayudarla con dinero si yo aún era menor de edad.

Lo único que realmente quería era cumplir dieciocho y poder salir adelante con todo.

—Hola, Leah—saludaron Nina y Cristal, ambas mellizas y eran bastante conocidas aquí en la escuela, su realidad solía ser similar a mi mía hasta que comenzaron a meterse en un mundo que no es bastante bueno, a decir verdad.

—Hola Nina, hola Cristal—les sonreí, adentrándome en la escuela, dejándolas atrás.

Y aunque su reputación en la escuela era un asco, nadie podía negar la belleza de estas chicas, y a pesar de ser mellizas, estas eran muy diferentes.

Cristal era un tanto baja, tenía el cabello larguísimo y liso así como algunos problemas a la vista, pero usaba lentes de contacto. Nina era alta, tenía el cabello ondulado y su piel era un poco más morena que la de su hermana.

A pesar de que físicamente ambas eran muy diferentes, psicológicamente eran iguales; ambiciosas y manipuladoras.

Y no era un secreto para nadie lo que ellas hacían, lo comprobé yo misma cuando en el baño de la escuela me preguntaron qué tanto quería salir dd esta asquerosa pobreza, les dije que lo necesario, pero no sobrepasando mis límites; ellas dijeron algo sobre prostitución y salí huyendo del lugar.

Había que tener mucho cuidado con estas chicas. Era muchísimo mejor tenerlas de amigas que de enemigas. Y a pesar de que vivían bastante cerca de mi casa, hace unos años atrás su realidad dejó de ser la mía.

Abrí mi casillero y un montón de papeleo salió disparado, maldecí en voz baja por mi mala suerte y comencé a recoger todo.

CRUELDonde viven las historias. Descúbrelo ahora