PRÓLOGO

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Las puertas se abrieron ante él, sigilosas y dóciles como lo hacían todas y cada una en sus asaltos; tenía esa particularidad, esa seguridad que lo despojaba de sus miedos e incertidumbres y doblegaba cada situación que lo amenazara

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Las puertas se abrieron ante él, sigilosas y dóciles como lo hacían todas y cada una en sus asaltos; tenía esa particularidad, esa seguridad que lo despojaba de sus miedos e incertidumbres y doblegaba cada situación que lo amenazara.

Colocó sus manos en los bolsillos con naturalidad asomándose en la penetrante y escandalosa oscuridad y convirtiéndose prácticamente de la misma en una cínica sonrisa.

—Pasen muchachos, no tenemos toda la noche.

A pesar de que debía guardar silencio y debía ser precavido en sus movimientos, Kyle Kovak era sumiso de su arrogancia y temerario carácter.

Sus hombres lo siguieron a través de la habitación, fieles a sus movimientos y conocedores de sus dotes en el trabajo.

—Matt, la habitación. Ronnie, su oficina. Debemos encontrarla antes de que regrese.

Nuevamente sus órdenes eran acatadas al instante en que su confiada voz se emitía. Sus colegas llevaban tiempo con él, conocían sus intereses y comprendían el papel que se les otorgaba en cada misión; era importante el entendimiento y el sigilo tanto como la destreza en todo momento.

Uno de sus dedos, bajo un grueso guante negro, se paseó por una fotografía familiar sobre la chimenea; un hombre no más de cincuenta años mostraba efusividad en un único contacto con sus hijos; no había esposa que lo acompañara, tan sólo dos varones y su padre posando alegremente frente a un estadio de fútbol.

Kyle sonrió con vehemencia dibujando nuevamente esa sonrisa presumida en las comisuras de sus labios.

—¡Kyle!

Ronnie apareció de improviso.

—¿Lo hallaste? —preguntó él, sin apartar la mirada de las fotografías.

—No está en su oficina.

—Busca en la sala, en la biblioteca, en el garaje, Ronnie, no lo sé. Pero encuéntrala cuanto antes.

No escuchó el momento en que su compañero lo abandonó nuevamente, pero no le importó demasiado la dirección que había tomado, sus vehementes ojos verdes estaban inmersos en la clase de debilidad que abducía su sentido más racional; una mujer.

Su cabello rizado en pequeñas ondas rebeldes caía alrededor de su rostro, la pálida tez que resaltaba sus hipnotizantes ojos azules y aquellos labios carnosos que se desdibujaban en una deslumbrante sonrisa eran todo lo que necesitaba para perder la cabeza una vez más por otra criatura divina. Había sido víctima muchas veces de los delirios que las mujeres podían causarle, se apoderaban de sus pensamientos con tanta facilidad que no podía controlarse, las amaba.

—Es aterradoramente injusto que no nos hayan presentado, nena.

Humedeció sus labios idealizándola en sus pensamientos, imaginando ese destello fugaz de diversión en sus ojos azules cuando tuviese la oportunidad de deslumbrarla en sus juegos.

—Kyle, no está en su habitación.

—¿Acaso son principiantes, malditos? ¡Saben qué hacer! —rugió con enfado. Por lo general, sus asaltos eran con fines lucrativos, pero esa vez todo dependía de ello, su trabajo, su reputación, la glamorosa vida que la pandilla llevaba dependían de inspeccionar la casa y hallar la computadora de ese corrupto político. —¿Tengo que decirles...? Aguarda. ¿Acaso puede? —dijo, avanzando hacia la mesa de la cocina. —No puede ser. Matt, revísala, si es esta computadora personalmente voy a golpear a ese infeliz.

El hombre rubio de ojos rasgados asintió apresurándose hacia el computador, mientras Kyle caminaba nuevamente por la sala hacia el garaje con una magnífica sonrisa burlona en su orgulloso rostro. Había recuperado su formalidad, su carácter resurgía inmediatamente cuando las ideas atravesaban sus pensamientos.

Paseó su guante negro acariciando las paredes que pasaban junto a él, hasta acabar frente a Ronnie con su móvil en mano.

—Es Luke. Cambió su horario, olvidó unas cosas, regresará aquí en veinte minutos.

—Salgamos entonces —replicó Kyle aliciente. —Hallé la computadora. Matt la está revisando ahora.

—¡Lo tengo!

El grito de Matt al otro lado de la habitación advirtió las novedades.

—Vámonos Kyle —concluyó Ronnie tomándolo del brazo y empujándolo con suavidad hacia el interior nuevamente para salir de la casa.

—Aguarda, aguarda.

—¿Qué haces, Kyle?

—Apresúrense muchachos.

—Tranquilo, Ronnie, sólo será un segundo —advirtió Kyle, regresando a las fotografías de la chimenea mientras buscaba la cámara en su móvil.

—Las cámaras volverán a activarse en sesenta segundos.

El flash se encendió en el móvil de Kyle, mientras un atisbo de sonrisa burlona y extasiada hacía su acto de presencia formal.

—Es todo Matt, tranquilízate. Ya podemos irnos en paz.

 Ya podemos irnos en paz

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El Sonido Del Caos ✔Donde viven las historias. Descúbrelo ahora