CAPÍTULO 15

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El vestido verde oliva lucía a la perfección sobre su piel pálida y tersa

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El vestido verde oliva lucía a la perfección sobre su piel pálida y tersa. El dobladillo que caía desde el escote se ajustaba a las curvas de su cintura y presumía las delicadas líneas de la cadera. Una gargantilla brillante trabajosamente elaborada adornada las terminaciones de sus accesorios. Volvió a plantarse frente al espejo para reacomodar algunos mechones rebeldes que no conciliaba apartar de su rostro y sonrió con impaciencia.

Últimamente ella y Justin no se veían a menudo. Aquella mañana en que había ido a la oficina apenas tuvo tiempo para dirigirle una mirada pícara mientras archivaba en la computadora los casos que se trabajaban en el estudio.

Su presencia era volátil e inestable en su vida y comenzaba a preocuparse. ¿Se trataría sólo de aquel enrevesado caso? ¿Estarían reteniéndolo en la oficina y en sus obligaciones sólo por ello?

Resopló resignada al momento que oía la voz de Justin llamándola desde el recibidor. Alisó su vestido como si lo necesitara y tomó el bolso a juego con la tela y sus zapatos antes de reunirse con él.

—Estás hermosa, cielo —comentó devorándola con el potencial brillo de sus ojos—. Estoy reflexionando acerca de sacarte de aquí para que todos disfruten de la vista o retenerte en la habitación.

La rodeó con sus brazos desde la cintura, recorriendo sus curvas hacia la espalda con sus dedos.

—¿Por qué la prisa?

—Tienes razón —replicó, besándola—, no quiero arruinar nuestra noche. Aún tenemos tiempo para disfrutar de la velada.

La condujo con firmeza hacia el coche sin apartar su mano de la suya en el trayecto hacia el restaurante. De vez en cuando sus miradas se encontraban seductoras y Justin besaba sus nudillos con gentileza, susurrándole cuánto la había extrañado o sobre lo que tenía pensado para el siguiente fin de semana.

El destino desfilaba trajes costosos y telas oscuras de ensañado carácter vanidoso. Los tacones de las damas repiqueteaban apenas audibles bajo la música clásica que el pianista interpretaba en medio del salón. Las decoraciones de una Francia renacentista se perfilaban con excentricidad absoluta y refinado emblema del gran salón.

Los camareros, elegantemente vestidos, atendían a los comensales que se ubicaban en sus reservas mientras que otros aguardaban la llegada de nuevos en el recibidor.

Sonrieron a la pareja en cuanto se estableció en la entrada y los condujeron a su mesa habitual situada junto al pianista, quien en algunas ocasiones los recibía con incontables piezas clásicas de su repertorio.

El camarero les ofreció una botella de vino francés antes de retirarse para ordenar sus pedidos y Justin sonrió con gracia a su acompañante. Ineludiblemente los temas de conversación sobre los casos del bufet y el trabajo mal obrado de algunos abogados relucían sobre la mesa —aunque no fuese intencional— atestando de trabajo sus ratos libres.

El Sonido Del Caos ✔Donde viven las historias. Descúbrelo ahora