CAPÍTULO 1

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—Tengo trabajo que hacer

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—Tengo trabajo que hacer.

La negativa de la blonda se hacía escuchar por segunda vez en el grupo de compañeros de trabajo del bufet de abogados más prestigioso de Nueva York. Su traje gris opaco, falda tubo y cabello perfectamente recogido podrían ayudarla a pasar desapercibida por cualquiera de aquellos lobos de leyes que la rodeaban; sin embargo, sus estudios aún no concluían y su profesión tardaría en llegar algunos años después.

—Vamos, Jules, estás adelantada. Estoy seguro que no tendrás problemas con la tesis —insistió Justin Fuhrman, abalanzándose a los brazos de su novia sin pudor a las risas de sus colegas.

—Eso no es cierto, tengo mucho qué hacer, mucho por estudiar. Vamos, Justin... No.

—No me detendré hasta que digas que sí. Llevas días cancelándome.

—Sólo han sido dos días, no dramatices. Además, si no lo hago ahora, no podré tomar el fin de semana largo contigo.

Un bullicio de risas y escándalos abrumaron el amplio salón, abordando en las elegantes paredes de madera oscura y refinada que los rodeaba.

—Amor de jóvenes, son tan irresistibles; no importa la edad que tenga continúan pareciéndome adorables —convino Laura entre risas.

—Podríamos convenir uno.

Patrick acarició con malicia la rodilla al descubierto de la mujer, provocando abucheos y risas, antes de que Laura lo apartara bruscamente.

—Estoy segura de que tu esposa lo aprobaría.

—Me extraña, Laurie, mi relación con ella es un contrato nupcial a base de cláusulas que pueden negociarse.

—Sólo Patrick sería capaz de renegociar un contrato nupcial —opinó Claudia.

—Amor, vamos —susurró Justin acariciando el mentón de su acalorada novia. Aquellos sublimes azules serían siempre una atracción para él, aunque no se tratara de la primera mujer con ojos azules que llamaba su atención, como tampoco sería Jules la primera mujer en su vida; ser abogado e hijo del director de un bufet de tal nivel podía tener ciertas ventajas provechosas. —Ven conmigo.

La joven lo observó subversiva, como tantas otras veces en que había sentido compasión por ese hombre caprichoso, pero reconoció en su interior la falta que echaba a pasar el rato con él, despejarse de las leyes y enfrentar sus derechos como adolescente podían convertirse en lo que necesitaba después de una ardua semana de estudios.

—Está bien, creo que debería sentir un aire diferente en mi rostro, a mis neuronas les haría bien un descanso.

—Espero que mi hijo no te haga descuidar tus estudios, Jules. No querría perder a una buena estudiante de leyes aquí.

El vozarrón de testosterona de Joseph Fuhrman hizo eco en las paredes de la oficina, obligándolos a todos a desentenderse rápidamente de la situación, regresando a sus habituales lugares de trabajo bajo su dura mirada de jefe indignado.

El Sonido Del Caos ✔Donde viven las historias. Descúbrelo ahora