CAPÍTULO 37

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Se le encogió el corazón al inclinarse sobre el váter por tercera vez en el día

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Se le encogió el corazón al inclinarse sobre el váter por tercera vez en el día. Las lágrimas la dominaban y no podía evitar empeorar la situación.

El día anterior luego de verse una vez más enredada entre los brazos de Kyle, la descompostura había regresado a su cuerpo como mantra. Su cuerpo, débil invadido por temblores irregulares la atormentaron a la siguiente tarde. Llamó para ausentarse en la oficina nuevamente y se deshizo en lágrimas y arcadas por cada bocado que deseaba comer. Respiró hondamente sumiéndose en lamentos antes de regresar a la sala de espera con hastío.

—¿Señorita Maxwell? —Se incorporó rápidamente con el corazón a sus pies—. El doctor Allen la espera.

Asumió su camino en silencio hasta el consultorio privado y halló a un hombre de cabello oscuro y lentes de marco turquesa que la aguardaba con una sonrisa formal. Le indicó el asiento frente a él y buscó entre sus papeles el que correspondía a ella.

—Señorita Maxwell... Oh, aquí —rompió el sobre ajustando sus gafas y leyó con interés—. Dio positivo. ¡Felicitaciones!

La presión bajó desplomándola en el silencio, el corazón pareció detenerse ante la idea y la angustia le arrebató el habla y el pensamiento, asumiendo de quién se trataba. Enterró su rostro implorando piedad a una ideología utópica de su propia vida y respiró grandes cantidades de oxígeno para no desmoronarse frente al médico, quien la observaba con interés.

—No esperaba esta noticia, ¿no es así? —Jules no contestó—. Esto sucede a menudo señorita Maxwell, ¿puedo llamarte Jules? —pidió en confianza. Sus treinta y tantos años la acogían con estímulo en sus palabras reconfortantes. Sonrió—. Aunque cada vez se trata de un caso diferente, siempre recomiendo que mis pacientes esperen algunos días para tomar la noticia con calma. No quiero persuadirte de nada, Jules, pero la decisión de tener un bebé toma tiempo de aceptar y digerir; no es cuestión de un par de horas.

—Entiendo —pensó, pero aún sentía el pesar en sus pensamientos.

—Jules, tómalo con calma. Estoy seguro que la próxima vez que te vea te sentirás más segura con respecto a todo esto. —La mujer evadió sus ojos y rascó su sien con dureza, pensativa—. ¿Ocurre algo?

—No.

—Bien. Tengo que sacarte un turno para tu primer control. ¿Está bien?

Asintió, respondiendo cada pregunta que el médico inquiría para los documentos, pero su ser se hallaba en otra parte. Sus respuestas monótonas, simples, carecían de importancia. Si antes había conciliado el caos con la llegada de nuevas personas a su círculo; aquello era la aniquilación de sus orígenes.

No recordaba el instante en que partió de la clínica, como tampoco el momento en que subió a un taxi y se dirigió al departamento en busca de su privacidad característica. Se sirvió una copa de vino y la depositó sobre la mesita de café frente a ella en el sofá, admirándola sin deseo alguno. No podía beber alcohol, no estaba segura, pero temía arriesgarse.

El Sonido Del Caos ✔Donde viven las historias. Descúbrelo ahora