CAPÍTULO 25

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Se precipitó a despertar cuando la sensación de ahogarse la abarcó en sus sueños y se horrorizó al descubrir que una figura cubría su boca

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Se precipitó a despertar cuando la sensación de ahogarse la abarcó en sus sueños y se horrorizó al descubrir que una figura cubría su boca. La chitó en la oscuridad y con un ademán la invitó a seguirlo fuera de la habitación. El agrio hedor a alcohol la invadió en arcadas y cerró los ojos ante la indignación.

—¿Qué quieres? —le espetó con rudeza, cuidando el tono de su voz para no alarmar a Justin que dormía en la habitación. Él la cogió por el brazo arrastrándola por el pasillo. Ella se dejó asir, temiendo lo peor de ese torbellino de rabia que drenaba Edmund por cada poro de su piel.

La liberó dentro de su propia habitación y se plantó frente a ella amenazadoramente. Su aliento la descompuso.

—Por lo visto no has hablado con Justin sobre tu amante —declaró agriamente. Jules lo abofeteó con indignación, reparando luego en aquel sentimiento de culpabilidad que la invadía desde hacía días. Edmund se irguió nuevamente frente a ella con desdén—. Eso es un no.

—No tienes nada que lo pruebe —siseó la mujer entre dientes—, y te recomiendo que te mantengas alejado de nosotros, Edmund.

—¿Crees que necesito pruebas para convencer a mi hermano de que su novia lo engaña? —inquirió en tono áspero, encogiéndose de hombros—. Puedo mostrarle algunas fotos del aparcamiento. ¿Tú qué dices?

El corazón de la mujer se aceleró con ímpetu. ¿Qué podía saber él de lo que había sucedido en el estacionamiento? Pasó saliva sin habla.

—Ah, ¿ahora tengo tu atención? —Se acercó hacia su mesita de luz y extrajo de ella una botella que bebió sin gracia—. ¿Estás vendiendo a Justin? ¿Cuánto están pagándote?

—¿Qué?

—¿¡Qué si lo estás vendiendo!? —explotó elevando el tono de su voz—. ¿Qué le has dicho? ¿Qué sabes de todo eso?

—No sé de qué me hablas. ¿A qué te refieres con venderlo? ¿Qué es lo que debería saber?

Edmund la estudió en silencio. Esa clase de escrutinio se sintió intimidatorio para Jules, quien se alejó lo suficiente para resguardarse de un próximo asalto.

—Justin no te lo ha contado. Creí que te hablaba de todos los casos que fraguaba con su papi —replicó en tono burlón. Jules alzó las cejas.

—¿De qué caso hablas?

—Esto se puso más entretenido de lo que esperaba —bramó él, caminando alrededor de su alcoba—, y puedes serme de mayor ayuda ahora.

—No comprendo...

—¡Calla! —interrumpió él—. Si no quieres que las fotografías con Kyle lleguen hasta Justin, harás lo que yo te diga sin cuestionar —demandó él. Jules permaneció en el resguardo del silencio—. Veremos qué tan orgulloso se siente papá después del fracaso de su adorado hijo.

—Edmund no sé...

—Mañana —la interrumpió él, aplastando su coraje por enfrentarlo—, cuando vayan juntos a la oficina, quiero que entres a la de mi padre en cuanto yo te llame. Tiene una caja fuerte detrás del espejo, la combinación es el cumpleaños de Justin; has copia del expediente y lo traes hasta mí. —Explicó, pero Jules no comprendía aquello. Su capacidad de entendimiento se había esfumado en el momento en que todo el plan de Edmund había comenzado a fraguarse—. ¿Entendiste?

Parpadeó con sobresalto por el gesto agresivo de su puño y buscó su mirada en contemplación. Edmund apartó la melena rubia que caía sobre su pecho hacia atrás en un gesto demasiado íntimo. Jules se apartó.

—No tienes escapatoria. Harás lo que te diga —se burló—. ¿Quién hubiera dicho que, luego de todo lo que hiciste por quedarte con él, acabes de esta forma, conmigo? —El aliento agrio golpeó su mejilla y la mujer cerró los ojos intentando aplacarlo con algún recuerdo—. Terminaste siendo la misma basura que delaté hace años. Pero no soy rencoroso, Jules, no soy como tú y como verás, estoy dándote tu segunda oportunidad de hacer las cosas bien.

—Estás obligándome a robarle a tu padre y deberías avergonzarte con todo lo que él ha hecho por ti.

—Tú sabes cómo es él. Toda su vida me ha dado la espalda por no ser igual a su pródigo hijo Justin.

—Él siempre buscó ayudarte a encontrar tu camino, y terminaste siendo un borracho inservible y de mala fama en sus amistades.

Edmund la tomó desde el nacimiento del cuello con agilidad, presionando. Su ira latía en el pulso de sus dedos sobre ella, al igual que su jadeante respiración.

—¿Quieres que te diga qué eres tú? —rugió, tentando su fuerza contra la débil tráquea que sostenía—. Una prostituta, una ramera por unos méndigos dólares que mi hermano y mi padre no dudan en brindar a tu cuenta.

—Suéltame —Lágrimas acribillaban sus ojos sin compasión. Había oído antes esas palabras rasgar su alma. Eran caóticas y ardían en lo más profundo de su ser con desdén. Nadie podía compararla con su madre sin desatar una hoguera en su corazón.

—Tráeme lo que te pedí, y nadie se enterará de la escoria que eres.

—No le robaré nada al señor Fuhrman —advirtió, cuando finalmente éste la liberó. Edmund sonrió condescendiente antes de beber nuevamente de la botella.

—No creo que tengas alternativa.

—No creo que tengas alternativa

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El Sonido Del Caos ✔Donde viven las historias. Descúbrelo ahora