CAPÍTULO 40

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Un alarido estridente desgarró sus ánimos y se revolvió inquieta y nerviosa sobre el colchón sin sostén aparente

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Un alarido estridente desgarró sus ánimos y se revolvió inquieta y nerviosa sobre el colchón sin sostén aparente. Su carácter finalmente había desfilado sus garras y se cernía sobre ella misma con exaltación.

Kyle apareció a su lado asustado y la contuvo como pudo entre sus brazos mientras ella se revolvía por liberarse. No derramó lágrimas esa vez, tampoco sintió la sensación de rechazo que antes había sentido al descubrir la traición; sintió náuseas y rabia incontenible por saberlo de aquella forma.

Se precipitó hacia la ventana formando puños con las manos y respirando forzosamente antes de dirigir su ira contra el único que la acompañaba en esos momentos.

—¡Es ella! ¡La maldita infeliz de tu ex! ¿Tú lo sabías? Por favor dime que no te acercaste a mí porque lo sabías —Los ojos de Kyle, desconcertados la observaban—. ¡Es una maldita hipócrita! ¿Qué demonios ganaba con todo esto? Tengo ganas de matarla.

—Jules, cálmate, no te entiendo.

—Es que no puedo. No quiero calmarme. ¡Quiero matarla! ¡Arañarle el rostro, desfigurarla! ¿Por qué lo ha hecho? ¿Por ti? Nunca quise enredarme en todo esto, yo nunca busqué...

Kyle en dos zancadas estuvo delante de ella y la retuvo por los hombros buscando sus ojos. Jamás la había visto comportarse de aquella forma, exaltándose a ese extremo.

—Jules, tranquila, no entiendo de qué hablas.

—Por favor dime que tú no lo sabías.

—¿Saber qué?

—De Carol... Ella y Justin... Que están juntos —En sus ojos encontró la tranquilidad que necesitaba en esos momentos y se abrazó a su cuerpo con piedad. Kyle, estupefacto, demoró en estrecharla junto a él, pero finalmente lo hizo, rindiéndose ante el calor de su cuerpo—. La odio... Lo odio a él y todo lo que...

—Julie —Atrapó su barbilla para observarla; los músculos de su rostro se contrajeron y en una fracción de segundo lo que intentó decirle se esfumó en la premura del fuego que atizaba sus latidos.

Devoró su boca con pasión, con urgencia, con debilidad; fraguando nuevamente el mapa de su cuerpo con apenas las palmas de sus manos, pero deleitándose tanto del contacto como de los jadeos presurosos de ella. El calor emanaba de ellos envolviéndolos en una nube gaseosa. Sin aire para respirar, cortando por tajadas los gemidos casi incontenibles.

Jules se dejó asir por él, se dejó conducir por la excitación del momento y, desligándose de sus pensamientos, se blandió ante el deseo de su cuerpo, ante lo que ese hombre podía ofrecerle, ante las emociones que la dominaban con él a su lado. No importaban los engaños, no importaban las mentiras ni la situación en la que se hallaban envueltos ambos. Cuando sus bocas se encontraban, el deseo, la urgencia de desnudez y el placer se anteponían ante cualquier otra cosa.

La desnudó con rapidez y la avasalló en su propia cama bajo las mismas sábanas de un acto impoluto entre ambos y reencarnó en esa personalidad que ella deseaba de él. Imponente, masculino y audaz la besó en un recorrido de besos infinitos por su cuerpo, reencontrándose con la mujer que en sueños lo volvía loco y se dejó vencer por la premura de sus jadeos.

El Sonido Del Caos ✔Donde viven las historias. Descúbrelo ahora