CAPÍTULO 2

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La noche reabasteció las calles con lluvia e inundaciones de alcantarillas por los barrios bajos; la costumbre de caminar sobre veredas mojadas sin paraguas disfrutando del aire fresco contra su rostro era una de las cosas que extrañaba de sus año...

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La noche reabasteció las calles con lluvia e inundaciones de alcantarillas por los barrios bajos; la costumbre de caminar sobre veredas mojadas sin paraguas disfrutando del aire fresco contra su rostro era una de las cosas que extrañaba de sus años de adolescencia.

No obstante, el recargo de memoria innecesaria estaba abatido por una imaginación soñadora que evitaba sumirla en el desánimo de su vida anterior. Prescindir de lo que le quedaba de lazos familiares era una vía de escape a la devastación y timo de sus emociones y un golpe al orgullo y a todo aquello que había conciliado obtener de sus años lejos de casa.

Optó por ceder a la imaginación una mejor vida que sentir de a ratos el desatino devastador de una memoria avergonzada de lo que alguna vez fue.

El impermeable ayudaba a cubrir sus pasos y demandar una tención no deseada entre los vecinos de los barrios bajos; la intimidación por parte de los extranjeros resultaba ser un tanto amenazadora para Jules. Aunque hubiese vivido años escondida tras construcciones roídas y escombros, su distancia podría tomarse vengativa.

Golpeó dos veces antes de que una mujer desaliñada apareciera por la puerta, apenas vestida en un provocativo camisón rojo, labios excesivamente maquillados a tono, rímel remarcando unas espantosas ojeras y un cigarrillo entre sus dedos que traía a colación dolorosos recuerdos de su niñez.

La observó en desconfianza antes de invitarla a pasar.

Jules tragó saliva antes de dar un paso hacia el interior del pequeño departamento, traía bolsas de supermercado en sus manos y un bolso que se esforzaba por ocultar.

Aclaró su garganta a causa del humo que evaporaba en la habitación.

—¿Por qué estás vestida así? —inquirió con paciencia y voz calma.

Cualquier intento por parecer amable acabó en recriminación.

—Lo único que falta es que me preguntes si he hecho el aseo —gruñó la mujer mayor, resoplando a su alrededor—. Ahórrate el numerito, ¿quieres? Deja de tratarme como si fueras la madura aquí porque no me importará golpearte aun siendo mayor.

—No intentaba... Olvídalo —dijo, dejando las bolsas sobre la mesa del comedor—. Y el aseo tampoco lo haces, no necesito preguntarte por eso.

Jules ordenó las compras sobre la alacena, bajo la mirada atenta y reprochadora de su madre.

—Estás ganándote la paliza de tu vida. ¿Qué traes puesto? ¿Vienes de un baile Cenicienta? ¿Por qué te vistes así?

—Es un impermeable. Afuera llueve —explicó con irritación.

—Y una mierda. Vienes a fregarme en la cara tu éxito, ¿verdad? Te vienes toda vestida como un a elegante empresaria a impresionar a todos, pero, ¿adivina qué? A nadie de aquí le interesas.

El Sonido Del Caos ✔Donde viven las historias. Descúbrelo ahora