—¿Cómo te encuentras? —preguntó con indulgencia Jules a su madre.
El horario de visita había acabado hacía dos horas, la sala común para familiares estaba vacía y las enfermeras podían descansar de las atosigantes preguntas y pedidos de los mismos. Sin embargo, le permitieron el pase cuando llegó con prisa al lobee, advirtiéndole que su madre estaba alterada y era necesario que entrara para hablarle o tendrían que sedarla.
Jules mordió su labio inferior con nerviosismo, temiendo a la clase de alteración que presentaba su madre en el hospital. El desánimo y vergüenza que había vivido años antes se presentaba nuevamente en aquel lugar.
—¿Y tú cómo crees? No me dejan fumar aquí. Les dije que lo necesito porque me tranquiliza y aquí nadie hace nada. ¿Sabes lo que querían que comiera? ¡Verdura! Les tire esa porquería en el baño —respondió con irritación la mujer.
—Ellos saben lo que necesitas para recuperarte. Necesitas seguir sus instrucciones —intentó explicar la mujer, pero su madre la observó con recelo.
—No te escucho a ti y voy a escucharlos a ellos.
—Precisamente esta debería ser la excepción. ¿Sabes que casi mueres si no iba a verte?
—Sabes de quién es la culpa, ¿no? Si no estuvieras tan ocupada en tu perfecta vida de millonaria con tu amante, nada de esto estaría pasando.
—No intentes hacerme responsable de tus acciones...
—Esto es tú culpa. Sabes que lo es Angeline —bramó interrumpiéndola. Cerró sus ojos al recordar ese nombre. Lo había cambiado para desentenderse finalmente de aquel caos que era su antigua vida; pero nunca entendió realmente cuán atada estaría de éste. Su madre jugando en su contra y pisoteando cualquier intento por redimirse.
—Me pidieron que te tranquilizara yo o te sedarían. Les permitiré que lo hagan.
—¡A mí nadie va a sedarme! ¿Me oyes? —chilló la mujer mayor, mientras Jules desaparecía por la puerta—. ¡Nadie va a tocarme! ¡Angeline! ¡Angeline!
La enfermera del lobee se acercó con prisa hacia Jules, oyendo los gritos de su madre desde el mismo. Su rostro enfrentaba preocupación y enfado por la norma del silencio.
—Pueden sedarla. No quiere tranquilizarse.
Cubrió su rostro con la solapa de su saco y caminó hacia la avenida por un taxi. Aunque su situación de extorsión finalmente había acabado, en sus pensamientos la relación con Kyle se replanteaba sigilosamente. Resultaba extraño que aquella misteriosa mujer ahora invadiera la vida de Kyle para obtener más dinero.
Se preguntaba qué clase de secretos podría ocultar un hombre como él; pero, así como ella poseía los suyos, Kyle se consagraría con más.
También ocupaba su mente la constante cercanía que ambos estaban ganando en aquella distorsionada relación. Jules estaba al tanto de las constantes insinuaciones por su parte, y temía que todo se tratara de un simple juego de seducción. Le había dado motivos para perseguirla, motivos que delataban una ardiente atracción hacia él y que no podía controlar.
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El Sonido Del Caos ✔
Romansa-¿Estás loco? -Tal vez un poco, pero tengo un extraño deterioro cuando te veo. Las apariencias no engañan y es precisamente eso lo que describe a Kyle Kovak; intenso, seductor, un magnate de las ilegalidades y el playboy con la lista más larga de mu...